En el actual gobierno, que enarbola satisfecho una bandera blanca que dice “Aquí no hay impunidad”, se sigue perpetuando el discurso de que el Cártel de Sinaloa ha sido “favorito” de muchas administraciones de México.
El gesto del presidente Andrés Manuel López Obrador, el pasado domingo, cuando saludó a Consuelo Loera, madre de Joaquín “El Chapo" Guzmán, polarizó a la sociedad y reforzó las opiniones de que la organización dirigida por Ismael “El Mayo” Zambada sigue penetrando en todos los partidos políticos del país.
Sin embargo, el polémico episodio no sólo ha escalado a nivel social, sino también ha sido una “provocación gratuita” a una de las trasnacionales más peligrosas del mundo: el Cártel Jalisco Nueva Generación.
La organización que se ha convertido velozmente en el segundo actor más importante en el tráfico de cocaína, metanfetaminas, heroína y fentanilo en su territorio, sólo por detrás de su acérrimo enemigo, el grupo criminal de “El Mayo” Zambada, podría confrontarse violentamente con el Cártel de Sinaloa, quien se presume se ha hecho de una hegemonía por sus vínculos con las autoridades.
Aunque el CJNG también ha sobornado y penetrado administraciones, el poder corruptor de la organización de Nemesio Oseguera Cervantes, “El Mencho”, suele mantenerse a niveles locales. Sinaloa, sin embargo, ha tocado las esferas federales. En diciembre pasado, el máximo jefe de la policía durante el gobierno de Felipe Calderón y gran estratega de la lucha contra el narcotráfico, Genaro García Luna, fue detenido en Dallas, Texas (Estados Unidos).
El que fuera secretario de Seguridad Pública en la Administración de Calderón (2006-2012) está acusado, por la misma corte de Nueva York que sentenció a Joaquín “El Chapo” Guzmán, de colaborar con el Cártel de Sinaloa durante los años de la guerra contra las drogas.
Desde su llegada al poder, López Obrador ha culpado a Calderón y su gobierno de iniciar esta sangría. Aunque después de 15 meses de mandato, las políticas para contener la violencia en México no han producido ninguna mejoría. Al contrario, hasta el día de hoy existen cabos sueltos sobre el grado de permibisilidad y permeabilidad del crimen organizado en el gobierno.
La boda de Alejandrina Gisselle Guzmán Salazar, hija de Joaquín “El Chapo” Guzmán, y Édgar Cázares, sobrino de Blanca Margarita Cázares Salazar, “La Emperatriz del narco”, es un ejemplo.
El evento del pasado 25 de enero, sucedió con una misa a puerta cerrada en la Catedral de Cualiacán, donde miembros del Cártel de Sinaloa y familiares de los novios acordonaron con cinta amarilla alrededor del templo.
Al recinto, llegaron los invitados en camionetas blindadas y autos de lujo. Entre ellos se presume que asistió Ovidio Guzmán López, medio hermano de la novia, y quien el pasado 17 de octubre fue capturado y luego liberado por elementos de la Guardia Nacional luego de que el Cártel de Sinaloa sitiara Culiacán y amenazara a militares y sus familiares.
El desposorio, que se desarrolló con cierta normalidad en el bastión del narcotráfico, ofreció un recordatorio incómodo de la influencia del crimen organizado en muchos lugares de México, su capacidad de congraciarse con la sociedad en general y su relación con la iglesia católica, que durante mucho tiempo ha sido acusada de blanquear dinero para la organización criminal del Mayo.
También evocó el poder duradero del Cártel de Sinaloa, que en octubre del 2019 logró la liberación de Ovidio Guzmán, “El Ratón”, quien es miembro activo del grupo criminal, y está en el punto de mira de la justicia estadounidense desde mayo de 2012.
El Cártel de Sinaloa inició una transformación que lo llevaría a la cúspide de las organizaciones criminales del mundo durante el sexenio de Vicente Fox (2000-2006), pero se consolidó con el de Felipe Calderón (2006-2012).
La estrategia del gobierno de Calderón no fue nunca acabar con el narcotráfico, sino subordinar a todas las bandas pequeñas en una sola organización delictiva, sugieren expertos como Raymundo Rivapalacio.
Entonces, durante aquellos años, las Fuerzas Armadas y la Policía Federal sacaban a la vista la fruta podrida y los sicarios del Cártel de Sinaloa hacían el resto.
En diversas investigaciones se habla sobre una alianza entre las organizaciones de Sinaloa y del Golfo para enfrentar a sus enemigos comunes. En contraparte, los demás grupos criminales realizaban alianzas para enfrentar a estos dos grandes.
Debido al papel asignado al Cártel de Sinaloa durante el gobierno de Felipe Calderón, la organización tenía una posición dominante y de impunidad en México.
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