El pasado 18 de marzo, durante su tradicional conferencia de prensa en Palacio Nacional, el presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador, dejó con la boca abierta a más de uno, no sólo en el país, sino a nivel internacional. Pero no fue por una estupenda estrategia o alguno de los anuncios esperados para contener el avance del coronavirus COVID-19 en el país.
El presidente causó el estupor de propios y extraños dentro y fuera de nuestras fronteras, luego de que, en plena conferencia con los periodistas, sacó una estampita religiosa llamado “detente”, que dijo se trataba de un “escudo protector” ante sus adversarios y en contra del coronavirus.
“El escudo protector es como el detente, ¿saben lo que es el detente?, ¿verdad? El escudo protector es la honestidad, eso es lo que protege, el no permitir la corrupción. Miren, este es el detente. Esto me lo da la gente”, dijo sacando su billetera y mostrándolos.
“Miren, es que me dan; entonces, son mis guardaespaldas. Igual, esto es muy común en la gente. Y tengo otras cosas porque no sólo es catolicismo, también religión evangélica y librepensadores que me entregan de todo, y todo lo guardo porque no está demás”, dijo refiriéndose a los amuletos que le entregan sus seguidores durante sus giras de trabajo.
“Miren, aquí hay otro detente. 'Detente, enemigo, que el corazón de Jesús está conmigo”, añadió mientras reía.
Al día siguiente, el mandatario mexicano mostró a los representantes de los medios de comunicación otro amuleto para la buena suerte y la protección, que dijo, “le dio la gente” durante sus giras de trabajo en el país. Se trataba de un trébol de seis hojas.
“(Ayer) se hizo mucho argüende con mis ‘detentes’ y con lo que me da la gente… y qué quieren, ya se enojan de todo, ya no les gusta nada, andan malhumorados”, dijo el presidente, luego de las críticas que recibió tras mostrar una serie de amuletos religiosos, los cuales, aseguró, lo protegen de sus adversarios y del coronavirus.
Contrario a los llamados que realizan los jefes de Estado de todo el mundo para que su población se aisle en sus casas y evitar la propagación del virus, el presidente mexicano ha minimizado e ignorado las recomendaciones mínimas de distanciamiento social de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y de la Secretaría de Salud mexicana.
Pero además, ha exhortado a la gente a no dejar de besarse y abrazarse al insistir que “no pasa nada”.
El pasado jueves, el secretario general de la ONU, António Guterres, urgió a todo el mundo a frenar el coronavirus y advirtió de que si se permite su propagación, especialmente en las regiones más vulnerables, morirán “millones de personas”.
Pero el mandatario mexicano hace oídos sordos a las recomendaciones.
Ese mismo día, López Obrador fue tajante al decir que, aunque respeta lo que han hecho todos los mandatarios de imponer una cuarentena y cerrar sus fronteras, en México “no habrá toque de queda”.
“¿Qué haríamos con toques de queda? Se respeta lo que pasa en otros países, nosotros no necesitamos eso. Nosotros estamos construyendo una auténtica democracia”, aseguró.
Este lunes, el analista Jesús Silva- Herzog aseguró en su columna publicada en el periódico Reforma, que México tiene un presidente incapaz de gobernarse. Esclavo de sus impulsos, señala Silva- Herzog, López Obrador no logra cumplir la más elemental disciplina que es indispensable transmitir en tiempos de emergencia.
Rechazar abiertamente el lavado de manos, no guardar las distancias aconsejadas, seguir con las rutinas como si nada estuviera pasando, promover la superstición. Esos son los mensajes del presidente López Obrador ante la peor crisis sanitaria en la historia reciente, dijo el columnista.
Jesús Silva- Herzog aseguró que el presidente de México se ha convertido en el ejemplo de lo que no debe de hacerse.
“Se reirán en otras latitudes del salvaje que sigue empeñado en diseminar su baba por todo el territorio que gobierna para demostrar aplomo y valentía, pero nadie puede tomárselo a la ligera”, señaló.
“Sus besuqueos y apretujones no son tomados como una simple inconsciencia, sino como lo que son: una amenaza a la salud pública. El presidente de un país latinoamericano promueve activamente el contagio con su conducta”, advirtió.
El analista político aseguró que el mandatario desprecia el conocimiento científico al invocar la protección de los amuletos que habrían de cubrirlo con un manto protector. “Un presidente encargado al impulso y la sinrazón”.
“Me refiero a lo que ha hecho en las últimas horas, desatendiendo todas las recomendaciones de todos los conocedores, desoyendo las recomendaciones de su propio gobierno, cerrando los ojos a lo que sucede en el mundo”, dijo el analista político.
Destacó que este fin de semana pudo verse al presidente de México organizando todavía eventos públicos, saludando a decenas de personas, rompiendo cotidianamente la barrera de distancia que su programa sanitario ha indicado.
“¿Cómo puede atenderse una crisis de esta dimensión si el gobernante se escuda en la superchería?. ¿Cómo puede gobernarse una crisis si el gobernante no logra gobernarse?”, preguntó Silva -Herzog.
“El gobernante que no se gobierna es incapaz de mandar en la emergencia. Me confieso sorprendido por la nulidad de su liderazgo en esta circunstancia. Habría pensado que el político tenaz y ambicioso, que el dirigente rebelde y astuto habría tenido prendas para aquilatar la amenaza de estos días y, sobre todo, que habría tenido madera para el mando. Ni lo uno ni lo otro. Ni cabeza para entender, ni cabeza para planear, ni claridad para coordinar, ni firmeza para decidir”, aseguró el especialista político.
Destacó que la crisis sanitaria ha exhibido la insolvencia del liderazgo lopezobradorista y aseguró que lo que ya hemos visto de su presidencia queda brutalmente demostrado en la batalla contra el coronavirus. El implacable opositor, el eficaz destructor de un viejo orden no está equipado para proveer el reemplazo ni para diseñar una respuesta de Estado, aseguró Silva-Herzog Márquez.
Hace unos días, la salir de una reunión de gabinete, señala el analista, la secretaria de Economía lo reveló con penosa candidez: de la junta con su jefe, no había salido decisión alguna. Después de unas horas, se resolvió que el equipo se volvería a reunir. Formaremos equipos de trabajos, pero no hemos decidido nada. ¡Ninguna decisión!, expresó el columnista.
Advirtió que no le parece trivial la invocación constante a los dioses, los mandamientos y los pecados en el nuevo discurso oficial.
“Al hablar de santitos y divinidades protectoras, el jefe del Estado mexicano no solamente atenta contra la laicidad sino también contra la salud. Las creencias del presidente son irrelevantes, pero no es irrelevante que las promueva desde Palacio Nacional”, señaló.
“Las estampitas religiosas que el presidente de México presume como sus guardianes, conspiran contra el pensamiento científico en el momento en que más necesitamos de las orientaciones de la razón probada; fomentan las supersticiones más nocivas y atentan contra la responsabilidad cívica”, razonó.
Advirtió que “un daño irreparable se hizo a sí mismo el titular de la política sanitaria del país (el subsecretario de Salud Hugo López-Gatell) cuando habló del presidente como ‘una fuerza moral’ de tal magnitud, que no podía ser considerado como ‘una fuente de contagio’. La zalamería es incompatible con la autoridad científica”, aseguró el también escritor.
Jesús Silva -Herzog Márquez finalizó su columna reconociendo que la crisis apenas se asoma en México y nos toma sin un liderazgo responsable. El feroz político del antagonismo no está dispuesto para coordinar esa gran empresa común que nada tiene que ver con sus viejas previsiones y sus tercas manías. Ha quedado en los huesos como un charlatán de estampitas”, concluyó de manera rotunda.
MÁS DE ESTE TEMA: