La historia de cómo un grupo guerrillero secuestró al cónsul de EEUU en Guadalajara

Un movimiento de guerrilleros logró controlar a los medios de comunicación para exigir sus demandas y negociar con el gobierno

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Terry Leonhardy (izq.) con su padre George Leonhardy en 1973. (Foto: digitalhorizonsonline.org / The William E. (Bill) Shemorry Collection.)
Terry Leonhardy (izq.) con su padre George Leonhardy en 1973. (Foto: digitalhorizonsonline.org / The William E. (Bill) Shemorry Collection.)

El 4 de mayo de 1973, México se despertó con el siguiente titular: Secuestran al cónsul de E.U. El rapto fue en Guadalajara, piden la libertad de 30 presos. El secuestro de Terrance George Leonhardy por parte de las Fuerzas Revolucionarias Armadas del Pueblo (FRAP) fue una prueba más de la existencia de organizaciones armadas que luchaban por el poder político y cuyo objetivo era desmantelar sociedades capitalistas a través de la guerra.

La FRAP buscaba estrategias para terminar con lo que llamaban “legalidad burguesa”: la sociedad capitalista es construida por una minoría de explotadores y una mayoría de explotados. Secuestrar a Leonhardy, a una corta distancia de su domicilio particular, era una estrategia ligada a la política. Dos automóviles interceptaron el auto que manejaba el cónsul y, más de dos horas después, los secuestradores se comunicaron con el señor Martínez Gómez, corresponsal de La Prensa, para informarle las condiciones del rescate.

“En un buzón ubicado al lado derecho de una agencia de Correos, entre el restaurante Las Sombrillas y la antigua Oficina de Telégrafos, por la calle Colón, acabamos de depositar una carta dirigida a la policía con las instrucciones a seguir para que rescaten al cónsul norteamericano”, eran las indicaciones que un miembro de las FRAP, Operación 15 de Enero de 1972, Chihuahua, dio a Martínez Gómez.

Terrance G. Leonhardy durante su periodo como cónsul de Guadalajara. (Foto: mirindagd.wordpress.com)
Terrance G. Leonhardy durante su periodo como cónsul de Guadalajara. (Foto: mirindagd.wordpress.com)

El corresponsal pensó que el miembro de las FARP, grosero y con voz autoritaria, estaba bromeando. “Comuníquese con la policía. Es urgente que lo haga luego. Recojan esa carta y se enteren de lo que en ella escribimos”, ordenó. Al darse cuenta que no era una broma, Martínez Gómez se comunicó con secretarios del gobierno, un procurador, un coronel y licenciado, el jefe de la policía municipal, el servicio secreto, el alcalde, y el presidente municipal.

Aunque el automóvil de Leonhardy fue localizado la noche del 4 de mayo enfrente del Club Guadalajara, los agentes no podían establecer el lugar exacto de su secuestro. Sí sabían que había salido de sus oficinas en las calles de Progreso y Libertad, del sector Juárez, y que fue seguido por sus secuestradores.

A las primeras horas del día siguiente, Leonhardy, de 62 años, seguía sin aparecer. Un testigo presencial, el ingenierio Herminio Pimentel y Espinoza, de 19 años, declaró la versión que se considera más apegada a la verdad. El secuestro sucedió en la Avenida Colomos y Manahua, en la Colonia Providencia. El cónsul, enfermo de una pierna y padre de dos niñas, fue interceptado por dos automóviles, uno de color blanco y el otro un Mustang de color amarillo. Cuatro personas, de 20 a 25 años, portaban armas y obligaron a Leonhardy a salir de su Plymouth modelo 1970. “¡No me lleven!”, gritaba el cónsul. Pimentel y Espinoza lo vio todo desde el interior de su coche.

Periódico del 4 de mayo de 1973. (Foto: Nota Roja 70’s de Myriam Laurini y Rolo Diez)
Periódico del 4 de mayo de 1973. (Foto: Nota Roja 70’s de Myriam Laurini y Rolo Diez)

Emilio O. Rabasa, Secretario de Relaciones Exteriores de 1970 a 1975 durante el gobierno del presidente Luis Echeverría, declaró a La Prensa que su dependencia “condena este acto y estamos en espera del curso que tomen las averiguaciones”. La noticia fue difundida por radio y televisión y en las primeras planas.

El texto del comunicado de los secuestradores y miembros de las FRAP describía a Leonhardy como un “miembro de la clase explotadora”. Prometían que sería liberado en cuanto se cumpliera un pliego petitorio de tres puntos: la libertad de 30 compañeros o presos políticos, su concentración en la Ciudad de México y su transporte a La Habana, Cuba; la publicación a nivel nacional de un comunicado dirigido a los trabajadores y estudiantes de México; y ninguna vigilancia o movilización policiaco-militar en todo el Estado mientras ocurrían las negociaciones.

Si la publicación del documento no cumplía con las indicaciones específicas de las FARP, ejecutarían al cónsul. Advertían también que no aceptarían negociaciones, que cualquier retraso en el cumplimiento de las órdenes traería “como consecuencia el ajusticiamiento del burgués”, y que no se tratara de encontrarlo. ¡Venceremos!, firmaban.

Leonhardy en una entrevista poco antes de morir (Foto: mirindagd.wordpress.com)
Leonhardy en una entrevista poco antes de morir (Foto: mirindagd.wordpress.com)

El presidente Echeverría declaró que lo que importaba era salvar una vida y, en 24 horas, se cumplieron las exigencias de los secuestradores. La esposa de Leonhardy, Eileen, regresó desde Denver, Colorado, en un avión de Aeroméxico y expresando confianza de que su marido sería liberado. En una época en la cual Estados Unidos no se negaba a negociar con guerrilleros, había esperanza de no sacrificar la vida del cónsul.

Myriam Laurini y Rolo Diez, en su libro Nota Roja 70’s, publicado en 1993 y donde describen la crónica policiaca en la Ciudad de México, afirman que la característica social dominante de la década de 1970 en América Latina fue “el enfrentamiento violento entre los ejércitos y las fuerzas de seguridad de distintos países”.

Echeverría prohibió que se hicieran investigaciones que pudieran poner en riesgo la vida de Leonhardy. Cuando fue interrogado por periodistas, el expresidente contestó que el gobierno mexicano “tiene una filosofía humanista, de pleno respeto a la vida humana y a la convivencia social pacífica”. El secretario de Gobernación, Mario Moya Palencia, afirmó que “no se tomarían iniciativas que hicieran peligrar la integridad física” del cónsul. El secretario Rabasa destacó “la unanimidad de criterio de todos los funcionarios mexicanos”.

Periódico capturó el momento en el que Leonhardy regresa a su domicilio. (Foto: Nota Roja 70’s de Myriam Laurini y Rolo Diez)
Periódico capturó el momento en el que Leonhardy regresa a su domicilio. (Foto: Nota Roja 70’s de Myriam Laurini y Rolo Diez)

Leonhardy apareció, vivo, después de 76 horas cerca de un bar, en la calle Morelos 18-64. Tenía ropa que no era de él. Regresó a su casa en una camioneta que manejaba el cónsul de Monterrey, Edward G. Dobyns, y entró por una puerta lateral para no hablar con reporteros. Besó cuatro veces a su esposa y declaró: “Después de la tremenda experiencia que he vivido, considero que debe ser experiencia en todos los hombres del mundo para que contrarresten el terrorismo”.

La madrugada después de su aparición, todos los policías de Jalisco y el servicio secreto comenzaron a buscar a los secuestradores. Se detuvo a los hermanos Alfredo y Carlos Campaña Flores y al ingeniero Guillermo Flores Garnica, quienes planearon el secuestro desde el interior de una prisión, mientras que otros más serían interrogados. Leonhardy, a través de otros, manifestó su alegría y agradecimiento con los medios nacionales, el presidente Echeverría, y el gobernador de Jalisco.

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