Feliz de volver a México, acompañado de su familia, en una casa ya conocida, César Bordón está listo para interpretar de nueva cuenta a Hugo López, el personaje que se convirtió en uno de los favoritos y quizás, de los más entrañables, de la primera temporada de la serie de Luis Miguel.
Bordón sabe que el reto es más grande y su energía y entusiasmo acompañan al actor en esta nueva etapa.
Recién llegado de Argentina, el actor recibió a Infobae México en una luminosa casa de la colonia Roma, que se ha convertido en su búnker, su residencia y su hogar cada vez que viene a grabar la serie de Luis Miguel.
Fue esa casa la misma donde Bordón vivió hace más de tres años, cuando fue convocado al ambicioso y muy arriesgado proyecto de Gato Producciones. Sobre él y el resto del elenco se encontraba la responsabilidad de acompañar a Diego Boneta en un protagónico tan importante como el de convertirse en Luis Miguel.
Acompañado de su esposa y su hija, Bordón contó todo lo que no puede decir sobre la serie. Cómo empezó su carrera, su actual relación de amistad con Diego Boneta, qué significa trabajar para una empresa como Netflix y mostró lo bien que se ha adaptado a México (gusta de la comida del país y ya usa palabras como “ahorita” y “chécale”).
—¿Dónde nos encontramos ?
—Este es un lugar que adoro aquí en México, la Colonia Roma. Ahorita esta es mi casa, y la casa también donde viví para la primera temporada. No vamos a decir dónde queda, pero… (risas). Techos altos, un edificio reciclado, con mucho diseño. Siempre digo que vas a comprar una jarra y te encontrás con cincuenta jarras, de arcilla, de barro...
—Comencemos por hablar de lo que no podemos debido a las estrictas cláusulas de confidencialidad que grandes empresas como Netflix, Disney o Telemundo incluyen a la hora de contratar a un talento.
—Si yo preguntase no podría decir nada…El concepto a mí me parece muy saludable. Lo que no se puede hacer es brindar ningún tipo de revelación de lo que se va a ver, de forma tal que no te enteres ni quiénes son los personajes que van a estar en la serie, ni quiénes son los actores, de qué se va a tratar, ni la ropa que se va a usar, ni nada, ni las locaciones. Nada referido al arte y demás, porque el producto es un producto de esa compañía, lo que se entiende perfectamente. Y ella decide en qué momento hace su lanzamiento y con las condiciones que elija, es decir, con las cámaras que quiere filmarlo, con el equipo de sonido que quiere filmarlo, el tipo de música que quiere que apoye el proyecto, el lanzamiento, la estética, todo. Y fíjate que cualquiera de esas compañías que nombras en un momento arranca el lanzamiento y el lanzamiento es furor, porque la compañía decide cómo quiere hacerlo y no esa cosa que se va filtrando, una fotito con otra fotito...
—¿Eso le genera un exceso de responsabilidad? ¿No se siente vigilado?
—No, vigilado no.
—Hace poco fue a comer con Diego Boneta y esas imágenes circularon por las redes... ¿fuera del set se puede publicar todo?
—En general, sí, porque yo tengo una relación con quien quiero tener una relación, incluido él. Además, fue una cena que él decidió hacer pública, la subió a Instagram y demás. Fue una cena en la que no se revela nada, bueno, se sabía que yo iba a estar en la serie. Inclusive lo anunció Netflix en un comunicado y demás.
—¿Cómo es la vida de un actor que vive prácticamente arriba de los aviones? ¿Cómo se adapta?
—Mira, hasta un mes a mí me gusta estar en un hotel, porque me atienden, todo, las sábanas, las toallas, etcétera. Pero más de un mes necesito hacerme el desayuno, cocinar, tener un ambiente más familiar, y más si vengo con la familia. Entonces, cuando me pasan estas experiencias, trato de que sean casas. Cuando vine aquella vez, vine, en principio, a un hotel unos días, y me dieron a elegir casas. Y dentro de las casas que me dieron para ver, estaba esta, y dije: “ Esta”, que es fabulosa.
Cuando estás en una casa se hace una vida más natural. Además, nosotros tenemos una vida anormal en un punto, porque de pronto rodamos toda una noche, entonces, al otro día yo quiero dormir todo el día, no quiero que venga nadie, ni desayunar a una hora, ni levantarme a una hora…
—¿En todos sus proyectos viaja con la familia?
—Sí, trato de viajar siempre con la familia. Se hace difícil cuando estás solo; a ver, mi hija está en edad escolar, entonces, bueno, hay que combinar el estudio con el trabajo. Tuve una experiencia, hace tiempo, en la que pasé un mes en Alemania. Estuve quince días en Luxemburgo y quince días en Alemania, y fui solo porque fue en una época, septiembre, octubre, que ella estaba en pleno colegio. Y el proyecto salió fantástico, pero yo, sobre todo en Luxemburgo, me quería volver corriendo a Buenos Aires. Entonces, de ahí en más, dije “más de quince días viajo con la familia”. Y es más o menos el plan que manejo.
—¿Cuál fue su primer trabajo en el medio?
—Mi primera participación televisiva fue en El infiel, que protagonizaba Arnaldo André, en 1985.
—¿Y recibió alguna cachetada en esa novela? (La producción era famosa por las bofetadas entre los protagonistas)
—No, no, hice de un policía que entró uno o dos días a llevárselo preso a Arnaldo André. Pero bueno... empecé a estudiar como a los 20.
—¿Cuándo dijo “quiero ser actor”?
—Es curioso, tengo relación con dos o tres compañeros de secundaria todavía, con los que egresé, y me dicen “vos que la tenías tan clara, que querías ser actor…”, cosa que yo no tenía tan claro en aquel entonces el ser actor. Yo era el que animaba las fiestas del colegio, el que conducía los actos, el que contaba chistes en los asados, tenía como una cosa [con eso]…
—¿Era como el divertidor?
—Exactamente, el divertidor y demás. Pero como yo no soy de familia de artistas, no tenía claro si quería ser actor, modelo… Recuerdo un momento muy especial, allá por los 80, que vino un compañero a mi casa, pero ya no a… Ahora te mandan mails, te mandan Instagram, en aquel entonces te tocaban el timbre de tu casa y te decían “me dijo uno que querés estudiar teatro”. Mi amigo iba a estudiar con Fernando Siro, en ese entonces, y no quería ir solo, y quería que lo acompañe, y bueno, le dije que sí.
La típica de esa camada: quedé, y creo que nadie más. Y bueno, después yo hice un camino con Briski, con muchos otros maestros. En algún momento me empecé a juntar, ya casi en los 90, con un grupo de teatro, La banda de la risa, y ahí empecé a trabajar mucho, me empezaron a llamar un poco para la tele, y ya no para hacer un bolo, sino para empezar a participar de determinados programas. Primero más relacionados con el humor, yo trabajé con Gasalla dos años. Después trabajé en un montón de cosas, trabajé en una novela que se llamó Como pan caliente, y también hice las primeras cámaras ocultas de Videomatch.
—Durante todo ese tiempo, ¿se mantenía con la actuación o tenía otros trabajos paralelos?
—Yo desde el 88/89 trabajo en este medio y vivo de este medio. He hecho de todo, pero bueno, es el devenir de esta profesión, los últimos 15 o 20 años, naturalmente mejor. Admiro a los compañeros actores que tienen un bar, un restaurante. Yo tuve hace veintipico de años un bar y trabajaba como actor, pero pasó que el bar me empezó a comer y me empezó a quitar. O sea, lo que yo quería lograr era que el bar sobreviviera a cualquier delirio que yo tuviese artístico, pasó al revés: comió lo artístico, así que vendí el bar y volví a volcarme a la actuación.
—Cuando vino a hacer la primera temporada de Luis Miguel era toda una incógnita porque no sabíamos si el proyecto iba a tener éxito o un fracaso. Al llegar a esta casa de vuelta ¿recuerda cuál era su sensación en ese momento y cuál es hoy?
—La primera fue, siempre digo esto sobre cuando hacés un producto relacionado con Luis Miguel, que tiene 150 millones, o tal vez más, de seguidores en todo el mundo: la expectativa inmediatamente es, cómo decirlo, bueno, es grandiosa. Entonces había mucha expectativa. Pero claro, el “no” se perdía, de hecho, había mucha gente que decía “sí, bueno, una serie de Luis Miguel”. Si Luis Miguel, que está aquí, vivo, la gente lo ve, lo adora a él, era difícil de entender. Evidentemente el proyecto era enorme y apuntaba a tener gran distribución.
Me pasó algo parecido con Relatos salvajes. Con la película Relatos salvajes me acuerdo que un productor un día me dijo: “Bueno, nosotros esperamos que esta película sea la película del año y que la vea un millón de personas”. En Argentina la vieron cuatro millones ¿no? Con esto pasó igual. Le gustó tanto a la gente que se distribuyó, ya ahora, a todo el mundo la primera temporada. Y por otro lado, no solo eso, sino que, además, a la gente que suponía que no le iba a gustar le gustó. Inclusive a los niños, que para ellos no existía el auge de Luis Miguel.
Exactamente, era generación genuina de gente que no lo conocía, niños que no conocían a Luis Miguel y les gustó. Recuerdo algo genial, que me quedó siempre: un rockero de pelo largo y todo tatuado que me dijo “flaco, yo vengo del rock, ahora veo la serie de Luis Miguel” (risas). Así que fue un fenómeno.
Recuerdo algo genial, que me quedó siempre: un rockero de pelo largo y todo tatuado que me dijo 'flaco, yo vengo del rock, ahora veo la serie de Luis Miguel’ Así que fue un fenómeno.
—¿A Diego Boneta lo conocía antes de rodar la primera temporada de la serie?
—No lo conocía. Sí un poco de su trabajo y demás, porque había participado aquí en una teleserie y demás.
—Y cuando lo vio la primera vez y sabía que iba a interpretar a Luis Miguel, ¿cuál fue su primera sensación?
—Fue una absoluta revelación. A Diego yo lo adoro, tendría que hacer un párrafo aparte, porque lo adoro. Me encanta porque es un actor que es buena onda, comprometido, humilde, trabajador como ninguno, aprende, es un compañero excelente. Entonces es un placer de punta a punta trabajar con él. Yo cuando lo vi, lo vi tan joven, además, porque tenía 25 años en ese entonces, le dije “yo soy un actor que se llama actor de reparto, partenaire, voy a hacer todo para que estés brillante”, porque consideraba que él tenía que estar bárbaro y era la clave de la serie. Y también le dije: “Así que lo voy a hacer de esa manera y te voy a apoyar en todo. Así que si vos brillás, yo voy a estar bien seguro”. Bueno, creo que a él le gustó muchísimo ese comentario. De hecho, así fue, estuvimos pendientes de él. Además, bueno, logramos un vínculo fabuloso. Bueno, después está el otro genio de Oscar Jaenada.
A Diego yo lo adoro...cuando lo vi, lo vi tan joven le dije ‘yo soy un actor que se llama actor de reparto, voy a hacer todo para que estés brillante’, porque consideraba que él tenía que estar bárbaro y era la clave de la serie
—¿A Diego cómo lo ves hoy? ¿Tiene que engordar mucho?
—Tiene que modificarse para hacer los dos Luis Miguel, el joven y el adulto.
—¿Cuáles son sus expectativas para esta segunda temporada?
—Yo la verdad que confío. Trato de relajarme en esto de estar pensando en todo, de cómo va a salir tal cosa... Me parece que hay áreas, y cada una tiene un responsable y la maneja lo mejor que puede. Tenemos una edición del programa excelente, los libros son muy buenos. La temporada uno lo demuestra, la factura, más allá de la historia, es fabulosa. Yo estoy muy honrado y orgulloso de estar en esta producción. Así que finalmente me dejo llevar.
Por supuesto que hay una mayor responsabilidad. Yo siempre digo que trabajar en estos medios es patear penales. Es decir, a vos te tienen en tu casa, te hacen masajes, te mantienen bien, te abanican, etcétera, pero cuando te ponen la pelota, tenés que entrar.
Por supuesto que hay una mayor responsabilidad. Yo siempre digo que trabajar en estos medios es patear penales. Es decir, a vos te tienen en tu casa, te hacen masajes, te mantienen bien, te abanican, etcétera, pero cuando te ponen la pelota, tenés que entrar.
—¿Cómo ve la industria actual de su país natal?
—Argentina es un caso muy particular. Siempre es emblemático y considero que, a ver, es cíclica la Argentina. Pasa lo mismo en el fútbol, ¿tenemos los mejores jugadores de fútbol? Sí. ¿Tenemos el mejor fútbol del mundo? No.
Yo creo que en el medio artístico pasa algo similar, tenemos un gran talento, pero... Creo que nosotros trabajamos en un mercado muy limitado. Trabajamos para el mercado argentino. En México, que es un ejemplo, o ahora España, tienen un mercado que trabajan para el mundo. Entonces, la concepción es diferente, por eso trabajan actores argentinos, españoles, mexicanos, colombianos, venezolanos, etcétera. Inclusive acá se han hecho un par de, no sé si experiencias, pero sí cosas en inglés que se hacen para Los Ángeles, para otros países. Entonces, evidentemente el mercado es diferente. Yo creo que, y coincido con Luis Puenzo en esto, nosotros tenemos la posibilidad de ser una de las mayores industrias o una de las industrias que más puede ser rentable para el país, que es la audiovisual.
Lo que pasa es que lo tenemos concebido de manera diferente. El INCAA, por ejemplo, es un instituto que yo admiro, se trabaja muy bien, perfecto, se hacen doscientas o trescientas películas. Esas películas no se distribuyen, se ven en el Gaumont. A mí me ha costado ver películas mías porque las daban 17:15 en el Gaumont. No se puede distribuir una película así. Entonces, creo que eso tiene que entrar en la industria.
—¿Piensa que Argentina no ha sabido adaptarse a la globalización?
—Todavía no.
—¿Cuál es la mayor diferencia entre trabajar para una productora como Gato Grande, trabajar para Netflix y trabajar para una productora de menores recursos?
—Vamos por partes. Me parece que tenemos, si comparamos netamente con Argentina, en Argentina unos actores maravillosos, unos técnicos…, tenemos una cantidad de trabajadores que no tienen nada que envidiarle al resto del mundo. Y eso es fabuloso, y yo he hecho trabajos fabulosos con argentinos en Argentina. Así que no es un tema eso. Posiblemente lo que sucede es lo que tiene que ver con lo que rodea a un proyecto.
—Nos puede ampliar el concepto por favor.
—Lo que rodea a un proyecto tiene que ver con que cada uno ocupe un área. Yo ocupo un área que es la de ser actor, y actúo mi personaje. Hay determinados códigos tácitos en donde yo no me meto con el trabajo de otro actor, no me meto con el trabajo del director, no me meto con el trabajo del iluminador ni de nadie, simplemente hago lo que me toca. Pero lo que pasa es que también el sistema te contiene. Es decir, viene un señor, me lleva hasta la locación, me da un motorhome, alguien me plancha la camisa, está puesta a la hora que tiene estar. Funciona el sistema de modo tal que yo no tengo que hacer nada más, excepto mi personaje.
—¿Cómo maneja el ego? ¿Cómo manejan los actores el ego?
—Vos me ves, Mariana, me conocés hace tiempo, soy un tipo sencillo. No me marea el ruido mediático. Me parece que uno tiene que ser un actor, ocupo el lugar que me corresponde. Pero no dejo ni de hablar con nadie ni de saludar a nadie, ¿viste? Respondo los mensajes en Instagram, soy un tipo muy sencillo. Muy agradecido de la vida y de todos aquellos que me mandan mensajes, me saludan, me escriben.
—¿Le escriben muchas mujeres por Instagram?
—¿No tenés otra pregunta? ¿No tenés otra pregunta para hacerme? (risas). En la viña del Señor siempre hay miles de personas que te mandan saludos cariñosos y demás. Hay quienes te dan halagos, “qué buen mozo es”, o me gusta, y hay también los que te dicen alguna grosería u otras cosas subidas de tono.
—Si tuviera un superpoder, ¿cuál le gustaría tener?
—Hacer justicia.
—¿Siente que no hay justicia?
—La justicia es muy relativa. Hacer justicia, que la justicia sea justa, podría ser un poder interesante.
—Como argentino, ¿cómo ve al país hoy?
—Siempre Argentina está en una situación límite pareciese, ¿no? Que cambia y demás. Sinceramente me parece que políticamente tenemos que tener una nueva visión de nuestro país para poder llevarlo adelante. Es decir, esto que te decía un poco con nuestro medio, con este medio, a mí me parece que tiene que haber más apertura para que podamos exportar, podamos hacer algo grande, podamos globalizar, en principio, la televisión y demás. No puede ser un país donde hay gente que pasa hambre y otros que son millonarios, porque me parece que no es posible hacerlo de esa manera. Así que la integración es algo en lo que creo, también. Y sobre todo con el desarrollo de la cultura, en términos generales ¿no? No solamente que la gente vea más cine, sino que los chicos se puedan instruir, que la gente pueda crecer, de forma tal que pueda pensar y que cuando más personas piensan, mejores decisiones se toman.
—Cuando no está trabajando, ¿qué es lo que más le gusta hacer?
—Muchas cosas. Me gustan las navajas, colecciono navajas. Hago plantas. Hago filete porteño. Soy sushiman. Me gusta cocinar. Soy muy familiero, así que me gustan las reuniones familiares. Y bueno, a mí me gusta mucho leer, ver nuevos proyectos.
—¿En qué momento de su carrera se siente hoy?
—En un momento muy bueno. Por un lado, favorable, porque tengo puertas abiertas para un montón de cosas y conozco gente maravillosa. Y por otro lado está la parte romántica, que todavía me dan ganas de hacer cine independiente o dirigir una obra de teatro, de hacer algo más pequeño. También balancear un poco el tema de los proyectos fastuosos con los proyectos pequeños, donde en definitiva uno experimenta y crece.
—Si tuviera que agradecerle algo a alguien en tu vida, ¿a quién sería?
—Yo soy un tipo que viene de una clase media baja. Ahora viene la parte en la que me emociono. Entonces tuve una serie de carencias de niño, pero hay una de la que nunca carecí, que es la del amor. Soy hijo único y fui muy querido por mis padres y por mis abuelos. Mi abuela fue un personaje muy emblemático, a quien siempre quise y me llenó de alegría toda mi vida. Así que si hay algo que elegir es que habría que darles a todos los niños el amor en los primeros años, que es lo único que no se reemplaza en la vida.
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