OPINIÓN: El temor diario de ser mujer

Me gustaría poder decir que sólo he vivido una experiencia de acoso sexual, pero sería mentira. Como muchas mujeres en el mundo y especialmente de este país, tengo un catálogo de anécdotas, en el que son frecuentes comportamientos, ya sea físicos o verbales

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(Foto: Shutterstock)
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Va a sonar repetitivo porque lo es. No se acuerda cuántos años tenía, pero era pequeña. Muchas cosas le daban curiosidad, como a todos los seres humanos. En cambio, él sí estaba consciente de su edad y de la de ella. Se acuerda bien, buscaba que las condiciones fueran perfectas para hablarle.

Dije que va a sonar repetitivo porque lo es. Le decía que iban a jugar al doctor. Ella no tenía idea de qué era masturbarse, y mucho menos masturbar a alguien, no se acuerda si la tocó, pero sí recuerda que la obligó a tocarlo. Él tenía toda la confianza de los de la casa, era como un primo adoptivo, nunca nadie iba a dudar de él, ni ella misma. Después, él se fue, menos mal. Ella creció y lo eliminó de su mente. Decidió que no había pasado y no hubo mayor problema, sólo que sí pasó.

Me gustaría poder decir que esta historia me la contó alguien, pero sería mentira. En verdad la había eliminado de mis memorias y no fue difícil. Me gustaría poder decir que sólo he vivido una experiencia de acoso sexual, pero sería mentira. Como muchas mujeres en el mundo y especialmente de este país, tengo un catálogo de anécdotas, en el que son frecuentes comportamientos, ya sea físicos o verbales, de naturaleza sexual que incomodan, que tienen el propósito o producen el efecto de atentar contra la dignidad de una persona. Esta es una definición de la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH), esto es acoso sexual.

No son halagos. Un día alguien me dijo “nombre, no te enojes, si te están piropeando, tu sonríeles”. Y llegué a pensar que esa persona tenía razón. Que tenía que estar… ¿agradecida?, porque un hombre se admiraba de mi belleza. Otro día salí a comprar tortillas, me puse tenis, jeans y una sudadera. Iba a cruzar la calle un señor que iba en su auto, muy amable, por cierto, me cedió el paso. Volteé para agradecerle y me estaba viendo el trasero, cuando vio que me di cuenta me lanzó un beso. O sea… me dio paso para verme las nalgas, se percató que lo estaba viendo y me mandó un beso.

Algo muy peculiar que me pasa en esta ciudad es que puedo ir tarde para la escuela o el trabajo, y aún así, cuando viajo en transporte público tengo tiempo para correr y llegar al vagón de mujeres. Ni loca me voy en el mixto si ando sola. Tampoco utilizo ropa ajustada o corta. Trato de evitar estar en la calle sola después de las 21:00 y comparto mi ubicación con mi familia y amigos más cercanos. Todo esto para evitar el acoso. Porque toda la vida nos han dicho nuestras mamás que: “El hombre llega hasta donde la mujer quiere”.

Así que nosotras somos las que ponemos límites a esos deseos incontrolables que despertamos en ellos. Si no lo logramos, qué esperamos, es nuestra culpa. Y la diferencia es clara, en la Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana del INEGI (2019), el 10.1% de los hombres encuestados manifestaron haber pasado una situación de violencia sexual en la calle, pero la cifra casi se triplica cuando se trata de mujeres, pues el 27.2% indicó haber sufrido este tipo de violencia.

Es tan repetitivo que, según la ENDIREH (Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares), de las mujeres de 15 años y más, 66% ha sufrido al menos un incidente de violencia económica, física, sexual o discriminación a lo largo de su vida o en al menos un ámbito y ejercida por cualquier agresor, tanto en el espacio público como en el privado. Del mismo grupo de mujeres, 49% ha sido víctima de violencia emocional y 41% de violencia sexual.

Esto lo empecé a escribir en tercera persona, pensé que iba a ser más fácil abordar el tema de esa manera. Hacerlo así, te saca del problema, te hace pensar que le pasó a ella y no a ti. No creo que sea tan difícil sacarlo del sistema. Por ejemplo, yo quiero estar contigo, tú quieres estar conmigo, ¿hay consenso?, entonces podemos proceder. Si alguien dice que no, es eso, no.

Y pues no, no queremos que 10 mujeres al día sean asesinadas en México. Tampoco queremos que haya violencia, en cualquiera de sus manifestaciones, hacia las mujeres. No queremos que esos roles, que han destinado a los hombres a desarrollarse en el espacio público, y a las mujeres en el privado, se sigan reforzando.

Nuestra manta para la marcha del 8 de marzo va a decir: “Porque las mujeres son interesantes e importantes en la vida real. No son una idea de último momento de la naturaleza, no son jugadoras secundarias en el destino humano, y toda sociedad siempre lo ha sabido.”– Margaret Atwood

Porque es irónico que nos digan “gracias por existir” para luego quitarnos la existencia.

*Periodista

Lo aquí publicado es responsabilidad del autor y no representa la postura editorial de este medio

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