El Partido Revolucionario Institucional (PRI) llega a su 91 aniversario en medio de la peor de sus crisis, luego de la estrepitosa derrota que sufrió en las elecciones pasadas, cuando Andrés Manuel López Obrador se convirtió en presidente de México.
Hoy, el PRI es un partido que se encuentra abatido, minimizado, en ruinas y que por ningún lado parece dar alguna señal mínima de resurgimiento. El PRI cavó su propia tumba. Los actos de corrupción permitidos entre sus gobernadores terminaron costando un precio muy caro.
En otro tiempo llegó a ser el que más tiempo ocupó el poder presidencial sin interrupciones: 70 años y 9 meses. Todo un récord en América Latina.
Luego de haber recuperado el poder en 2012, el PRI perdió casi todo cuando ganó López Obrador: la Presidencia, la mayoría en el Congreso de la Unión —donde apenas tiene 14 senadores y 47 diputados federales—, dos de los 14 estados que gobernaba (Jalisco y Yucatán), un centenar de municipios y la mayoría de los congresos estatales.
Por delante tienen el reto de recuperar la credibilidad perdida entre los mexicanos y sus propias bases, si es que quieren sobrevivir como opción en las elecciones intermedias de 2021, cuando se jugará su futuro rumbo a la elección presidencial de 2024.
El panorama, sin embargo, no es halagador. Una encuesta nacional de El Financiero, publicada el pasado 28 de noviembre, arrojó que la intención de voto a favor del PRI rumbo a las elecciones intermedias de 2021 era 9% y con una tendencia a la baja. La misma encuesta mostró además que 47% de los mexicanos manifestó que nunca más votaría por ese partido político.
Antes de llegar a su actual estado, el PRI pasó por varias facetas que lo fueron catapultando hacia la ruina.
Aquí las revivimos:
Represión política
Durante años, nada en México podía existir fuera del PRI. Frente a la oposición política, la disidencia en los movimientos obrero y campesino, y la protesta social, el sistema tenía una respuesta: la represión.
Así sucedió con los movimientos sindicales de mineros, ferrocarrileros, médicos y maestros, entre otros. O los movimientos estudiantiles de 1968 y 1971. La persecución de grupos rebeldes y guerrilleros en el norte y sur del país.
Fue hasta la reforma política de 1976 que los partidos de oposición entraron al Congreso de la Unión y comenzó a gestarse una verdadera oposición política que progresivamente fue ganando terreno en el sistema, empujada también por la inconformidad social cada vez más amplia.
Desde las entrañas del PRI nació uno de los movimientos de oposición más fuertes en México, con la salida de un grupo de priistas encabezados por Cuauhtémoc Cárdenas, Porfirio Muñoz Ledo y Andrés Manuel López Obrador.
Estos, en alianza con los partidos de izquierda, le propinaron el primer gran golpe electoral al PRI en 1988. El tricolor sólo pudo disimular la derrota con el fraude que llevó a la presidencia a Carlos Salinas de Gortari. Este episodio pasó a la historia como “la caída del sistema” y es considerado por muchos como el mayor fraude electoral cometido por el PRI.
Corrupción: la marca de la casa
Nada ha identificado más al PRI como la corrupción de sus cuadros en todos los niveles. Sobre todo a partir de los años 40 que estableció una fuerte alianza con el sector empresarial y comenzó la era de la "presidencial imperial", como la llamó el historiador Enrique Krauze.
Desde entonces, las acusaciones de corrupción han acompañado a todos los gobiernos del PRI, federales y locales, con escandalosos casos que se remontan a los años del presidente Miguel Alemán (1946-1952), pasando por todos sus sucesores hasta la presidencia de Enrique Peña Nieto.
Durante el pasado gobierno, la lista de priistas importantes involucrados en delitos graves fue más que notable. Por lo menos 30 de sus militantes fueron señalados o están siendo investigados por actos de corrupción.
Asesinatos políticos
Entre los episodios más oscuros en la historia reciente del PRI están los asesinatos de sus políticos ocurridos en los años 90, y que anunciaban ya el quiebre de ese partido.
El más importante fue el magnicidio del entonces candidato presidencial Luis Donaldo Colosio, asesinado el 23 de marzo de 1994, en Tijuana.
Colosio, elegido por Salinas como su sucesor, fue el trágico protagonista del peor crimen político de la historia moderna de México, atribuido a un atacante solitario, pero sobre el que hasta ahora quedan dudas.
En septiembre de ese mismo año es asesinado Francisco Ruiz Massieu, secretario general del PRI. Meses después fue arrestado Raúl Salinas, hermano del presidente, acusado de ser el autor intelectual del crimen.
En un hecho inédito, las autoridades recurrieron a una vidente para hallar los restos de un diputado del PRI desaparecido, quien supuestamente fue contratado por Raúl Salinas para orquestar el asesinato.
El país, sumido en una crisis política, sufrió una fuga de inversionistas y a finales del año, ya con Ernesto Zedillo como presidente, ocurrió una de las peores devaluaciones de la moneda y una crisis económica que tuvo repercusiones en el resto de América Latina, conocido como el “efecto Tequila”.
MÁS SOBRE ESTE TEMA: