El infierno del narco: así eran los sitios donde el crimen disolvió en ácido a decenas de personas

Familiares de desaparecidos, agrupados en colectivos de búsqueda, han localizado evidencias en estos lugares donde el terror aún sigue presente

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La Gallera, el lugar en
La Gallera, el lugar en donde Los Zetas disolvían a sus víctimas en ácido (Foto: especial)

Veracruz se ha convertido en un cementerio. A lo largo y ancho de su territorio han sido encontrados restos de personas, ya sea enterrados en fosas clandestinas o en lugares utilizados como “cocinas”, en donde los integrantes del crimen organizado disuelven a sus víctimas en ácido.

Madres y familiares de miles de desaparecidos se han integrado en alguno de los colectivos de búsqueda de personas y han hecho descubrimientos horrorosos.

El diario El Universal recabó el testimonio de al menos tres personas quienes aseguran que en el predio ubicado atrás de un establecimiento, al lado de las casas del Infonavit Las Gaviotas, en Poza Rica, asesinaron cortaron y disolvieron en ácido o quemaron los cuerpos de al menos 100 individuos.

Un hombre que dijo ser “cocinero”, reveló que le pagaban por disolver los cadáveres en ese lugar y que los restos los mezclaban con la tierra.

(Foto: Cuartoscuro)
(Foto: Cuartoscuro)

Mientras que una mujer, hermana de un ex integrante de Los Zetas, afirmó haber acompañado a su hermano en la noche y fue testigo de algunos homicidios y de la forma en la que se deshacían de los cuerpos. Tiempo después, su familiar fue asesinado.

El último informante, dice El Universal, es un vecino de la zona quien afirmó, aún recuerda los gritos de tortura de las víctimas.

De acuerdo con el diario, aunque la brigada de búsqueda trabajó arduamente, sólo encontró ropa enterrada, plásticos y basura, así como una estampa de la Virgen de Guadalupe y una correa de reloj a más de cincuenta centímetros de profundidad, cerca de un árbol. Pero no hallaron restos humanos.

Una informante escribió “La verdad, a muchos los cocinaban, por lo que no van a encontrar partes completas, sólo unas pequeñas de hueso” (sic).

En otros terrenos en los que trabajó el colectivo, la tierra presentaba alteraciones. Se complicó la búsqueda, recolección e identificación debido al clima, así como a las actividades agrícolas y ganaderas.

“La gente dice: ‘Yo ví cuando los torturaban, cortaban y quemaban’, pero ahora hay huertas. Removieron la tierra y ya hay naranjales. El tiempo nos ganó, ya han pasado 10 u ocho años. Esos montones de ceniza no dicen cuántos cuerpos ni quiénes eran”.

Miguel Trujillo, quien busca a sus cuatro hermanos, dos de ellos ilocalizables en Poza Rica desde septiembre de 2010, señaló “Se han hecho mapas de fosas clandestinas y comunes, pero las cocinas no entran en ese conteo y esa es otra batalla, porque también son desaparecidos”, dijo.

Foto: Especial
Foto: Especial

De acuerdo con el Informe sobre fosas clandestinas y registro nacional de personas desaparecidas o no localizadas, presentado el pasado 6 de enero, en el conteo histórico de esos lugares, de 2006 a 2019, Veracruz ocupa el segundo lugar con 432, después de Tamaulipas.

Las “cocinas”, también han sido encontradas en estados como Tamaulipas, Jalisco, Michoacán y Sinaloa.

El Universal señala que los familiares de los desaparecidos han encontrado renuencia de las autoridades para analizar la tierra y cenizas, porque en ocasiones estas carecen de restos óseos visibles y los binomios caninos no perciben rastros. Sólo hay indicios y testimonios anónimos.

Tras hechos así, dice el diario, las personas desaparecen cuatro veces: la primera vez, cuando las raptan; la segunda, al momento en que les quitan la identidad y borran sus restos; la tercera, cuando el gobierno se niega a reconocer e investigar la desaparición y la última, en el instante en el que la sociedad criminaliza e invisibiliza a las víctimas.

El predio conocido como La Gallera, ubicado en Tihuatlán, Veracruz, es otro de los lugares en donde se “cocinaban” personas.

Los miembros de la brigada nacional exigieron a las autoridades correspondientes recoger y analizar las cenizas, así como hacer un barrido de la zona. Esa es la quinta ocasión que ingresan al lugar y siguen encontrando restos humanos.

La Gallera, el lugar en
La Gallera, el lugar en donde Los Zetas disolvían a sus víctimas en ácido (Foto: especial)

“Como buscadores estamos acostumbrados a decir: encontramos 50 cuerpos. No obstante, la cuestión es que se acepte la existencia de las cocinas. Es muy doloroso informarle a las familias, que tal vez, a varios no los hallemos, pero no vamos a parar”.

“Hay testimonios de que todavía siguen cocinando personas, pero la gente tiene miedo a hablar. Yo siempre he dicho que no vale la pena desenterrar muertos y enterrar vivos”, comentó al diario Mario Vergara, miembro del colectivo de búsqueda.

En el Ejido La Antigua, también en Tihuatlán, los pobladores de las zonas aledañas fueron testigos durante seis meses, de un campo de entrenamiento que estaba en la parte baja de una loma.

“Las personas descendían y subían sin utilizar las manos, con los puros codos. Al que no podía hacerlo, lo tableaban (lo golpeaban con tablas). A veces llovía y ahí estaban. Desde arriba se escuchaban los gritos y los golpes”.

“Tenían alrededor de 60 personas; la mayoría era de 18 años para arriba, sin rebasar los 30”, cuenta un campesino y locatario.

En esta región se encontró ropa de distintas tallas, tenis y botas enterradas, así como cinchos.

FOTO: JUAN JOSÉ ESTRADA SERAFÍN
FOTO: JUAN JOSÉ ESTRADA SERAFÍN / CUARTOSCURO

Muchas de las muertes y las desapariciones no sólo tienen que ver con Los Zetas. Referente a lo que se ha estudiado, esa célula tiene toda una estructura, no tiene campos de adiestramiento. Entonces ¿a quién entrenaban?, pregunta la analista política Guadalupe Correa, autora del libro Los Zetas Inc.

Su investigación muestra que este grupo, que fue parte del Cártel del Golfo en Tamaulipas, fue pionero en el cobro de piso, extorsión, secuestro y huachicoleo.

Trajeron un nuevo modelo delincuencial: operan como una empresa transnacional”, explicó la analista.

El diario señala que bajo el análisis de la doctora en Ciencia Políticas, hay dos tipos de Zetas: “están los criminales y los que usan el uniforme Z, que son los que están entrenados y forman parte de las fuerzas del Estado”.

“Parece que los únicos que disolvían los cuerpos y mataban eran los de esta organización”, dijo.

Sin embargo, dijo la especialista, “vemos si esto corresponde sólo a este grupo o estamos hablando de la guerra entre las fuerzas del orden y ellos, así como del involucramiento de las autoridades con otras células criminales. Es muy complicado saber quién es quién”, señaló.

“El grupo que llegó desplazó al otro, muchos de los que hicieron cosas ya están muertos. Ahora ya son otros, pero todavía hay secuestros, aunque ya no tanto como antes”, finalizó un locatario.

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