En Sinaloa hay un refrán popular para referirse a las mujeres hermosas: “Huele a pólvora”; porque todos saben que la belleza es como un imán que lamentablemente atrae la atención del peligroso y deplorable mundo del narco.
Las reinas de belleza son la prueba del riesgo que corren esas mujeres en algunas regiones del país, y muchas de ellas han pagado caro el amor “deslumbrante” de los narco que las protege, las seduce, las encubra y las lleva de la mano a la tragedia.
Ellas son el capricho que los narcos se cumplen a cualquier costo. Sobre todo en territorios que domina el narcotráfico, como el estado de Sinaloa.
Allí, las anécdotas que mezclan la belleza con el narco han alimentado libros como De carnaval, reinas y narco y El culto a las reinas de Sinaloa, de Arturo Santamaría, investigador de la Universidad Autónoma de Sinaloa. O Miss Narco, del periodistas asesinado Javier Valdés.
En 1990 ocurrió una de ellas que difícilmente será olvidada.
Ese año se había realizado la competencia entre una decena de bellas chicas porteñas y las finalistas fueron las jóvenes Rocío del Carmen Lizárraga, quien fue considerada como la representante del pueblo y Libia Zulema Farriols, quien antes ya había sido Miss México.
Rocío del Carmen fue electa Reina del Carnaval Internacional de Mazatlán, y Libia Zulema Reina de los Juegos Florales. La Reina del Carnaval era una chica de tan solo 17 años que se encontraba en la flor de su juventud.
Sin embargo, faltando pocos minutos para que comenzara la fiesta, a la reina no se le encontraba por ningún lado.
Los padres de la joven no tenían respuesta, o si la tenían, no se atrevían a hablar. Todo mundo pensó que había sido un secuestro, que un enemigo del Carnaval había ido más allá de lo tolerable, y todas las fuerzas vivas del puerto empezaron a pronunciarse a favor de su pronta liberación: el alcalde pedía que fuera liberada de inmediato, el obispo declaró que le fuera devuelta a sus padres y al Carnaval; los jefes de la policía trabajaron horas extras para tratar de localizar a la muchacha. Pero nadie sabía nada. Parecía que se la había tragado la tierra.
Todo cambió a los pocos días, cuando a la familia les llegó una foto donde ella aparecía sonriente junto a Francisco Rafael Arellano Félix. El capo, quien entonces tenía 23 años y ya aparecía como un prominente empresario, se la llevó al estado de Jalisco para casarse con ella a la fuerza.
Los padres declararon a la prensa y ante las autoridades que la joven ni siquiera lo conocía. Si acaso, dijeron, lo había visto una vez cuando "el licenciado Arellano" visitó su casa con el boxeador Julio César Chávez.
En medio del escándalo y unos meses después de su secuestro, la joven publicó un desplegado en el periódico Noroeste que decía:
Yo, Rocío del Carmen Lizárraga Lizárraga, reina del Carnaval Internacional de Mazatlán 1990, me encuentro en estos momentos en esta ciudad y puerto de Mazatlán.
No quiero juzgar, ni señalar al hombre que será el padre de mis hijos, el que me dio su apellido y del que solamente he recibido atenciones, pues nunca he recibido un mal trato de su parte.
Acepto con resignación el camino que me ha deparado el destino y si Dios me ha puesto en este camino, debo seguir.
Espero que con la bendición de Dios, de mis padres y de todos ustedes que llegaron a apreciarme un poco, logre ser feliz de alguna manera al final de mi camino.
Rocío tuvo que renunciar a su trono y tres años después Arellano Félix y ella dejaron atrás Mazatlán. El puerto no supo más de ellos hasta 1993 que el capo narco fue apresado y enviado a la cárcel de Alamoloya, en el Estado de México.
De allí salió en 2008 y cinco años después lo asesinaron en el puerto turístico de Los Cabos, en Baja California, durante una celebración familiar. La leyenda cuenta que un hombre vestido de payaso se coló en la fiesta y le disparó en la cabeza y el tórax.
De Rocío no se supo más…
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