Hay sucesos que quiebran la paz o alborotan demonios. Hace unos días, el feminicidio de una niña escandalizó a un país acostumbrado a desayunar con las noticias más crueles. La víctima: Fátima Cecilia Aldrighett Antón, de 7 años.
En las imágenes de las cámaras de seguridad se le ve salir de la primaria Enrique Rébsamen en Tulyehualco, Xochimilco (Ciudad de México), de la mano de una mujer y desaparecer entre una maraña de casas grises de la comunidad conocida como Cerrillos.
Medios y redes sociales dieron cuenta de la desaparición, la (in)acción de las autoridades y del reclamo de la sociedad. Luego, la voz de la jefa de Gobierno de la capital mexicana: la niña había sido torturada, violoada y tirada en la calle.
El asesinato de Fátima sacudió conciencias, despertó miedos y activó protestas de las más grandes intenciones.
El barrio de Tulyehualco, donde desapareció Fátima entre las alcaldías Tláhuac y Xochimilco, es una esquizofrenia de calzadas circulares que muchas terminan en callejón. A este rincón de la CDMX no suelen acercarse los policías. Es una masa de asfalto donde habita la gente infortunada de la capital. Hay casas bajas como en los pueblos y agujeros en el asfalto, autos destartalados y mototaxis.
Tulyehualco era hace unos días un pueblo olvidado por el resto de la capital, hasta que Fátima lo puso en el mapa.
La maestra N., que imparte clases desde hace unos años en la primaria E. Rébsamen cuenta que dicho barrio es un lugar difícil para los niños, quienes son carne de cañón para el crimen organizado. “Los pobladores de Tulyehualco son muy pesados”, explica a Infobae México.
Los intentos por regenerar el viejo tejido del barrio tampoco han prosperado. La docente recuerda que este no es el primer caso que confronta a los profesores con la espiral de violencia que se vive en la región.
En una ocasión, un niño le comentó a uno de los maestros que tenía un tatuaje de San Juditas porque pertenecía a una banda con el nombre. “Te matan por 500 o 2,000 pesos”, dice.
Pero los habitantes de Tulyehualco son, ante todo, prágmaticos. Una vecina cercana a Fátima, asegura que se han organizado para exigir un mayor control policial. “Es como muy visible la gente que ahí vende drogas”, especifica.
El pasado martes 11 de febrero, Fátima salió del colegio E. Rébsamen y una mujer, cuya identidad fue revelada este miércoles por las autoridades, se la llevó de mano. Nunca regresó a su casa.
Los padres de Fátima, según las autoridades, tenían problemas mentales. Sin embargo, su vecina y allegada refiere que es mentira. “Yo puedo decir que locos, no están. Lo que puedo decir es que estaban muy acostumbrados a que les hicieran todo, pero son personas sanas y exageradamente pasivas”, señaló.
De acuerdo con la Agencia Digital de Innovación Pública de la Ciudad de México, de 2016 a 2019 en el barrio de Tulyehualco se han abierto siete carpetas de investigación por sustracción de menores.
El primer secuestro ocurrió en la esquina de Belisario Domínguez e Ignacio Zaragoza, la segunda data del 14 de octubre de 2017 en la calle Prolongación Josefa Ortiz de Domínguez y la tercera se abrió el 21 de enero de 2019. Todas ellas a unos cuantos metros de la escuela donde fue sustraída la menor de siete años.
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