Su nombre de pila, Jhon Jairo Velásquez Vásquez, uno de los personajes más famosos de la historia del narcotráfico, falleció este jueves en Bogotá y tras él quedan una cruenta serie de asesinatos y de nexos con el narco mexicano que desvelan el despliegue de negocios que se fueron entretejiendo con quien fuera uno de los más temidos sicarios de Pablo Escobar.
Quien también se hizo llamar “el jefe de sicarios de Pablo Escobar, aseguró participar en más de 3 mil asesinatos, preparación de coches bomba, además del secuestro del ex presidente colombiano Andrés Pastrana. Sólo la prisión y tras su libertad, la metástasis del cáncer en los pulmones, pudieron detenerlo.
Sin embargo, una vida de vinculación a los peores crímenes no podría estar libre de audacias como lo fue el liarse con “El Señor de los Cielos”, Amado Carrillo, el entonces líder del casi extinto Cártel de Juárez, cuya relación tuvo origen en 1988 gracias a que Escobar requería que sus envíos de droga pasaran hacia Estados Unidos de manera desapercibida.
Carrillo representaba la conexión perfecta para lograr que Escobar moviera la cocaína a través de diferentes vías, mismas que fueron por mar e incluso por aire, gracias a que Carrillo le ofreció una flotilla de aviones al poderoso sicario colombiano. Mediante estos nexos fue que el Cártel de Juárez se convirtió en el primero el realizar trueques de cocaína a manera de pago que recibían de los colombianos e incluso fue excusa para que los traficantes de drogas mexicanos se abrieran paso en diferentes ciudades del país vecino.
Justo quien llevó todo ese tipo de transacciones con los narcos mexicanos fue El Popeye, tras lo movimientos que hacía hacia México, al tiempo que corroboraba los envíos y hacía relaciones públicas con Amado Carrillo, a quien el 1993 acusó de traicionar y desafiar a su patrón al robarle una carga de un total de 12 toneladas de cocaína.
Jhon Jairo Velásquez siempre considero que los narcos mexicanos eran más salvajes, sanguinarios y más difíciles de leer que los colombianos; aún así fue pieza clave en el entramado de rutas y relaciones para abrirse paso hacia el trasiego de coca. Si alguna ciudad le sirvió de oficina a Jairo fue Tijuana, pues desde ahí estipulaba las condiciones en las que había de llevarse a cabo el traslado de productos, camino que comenzaba en Sudamérica, transcurría por México hasta llegar con el vecino del norte.
La ciudad violenta y desafiante que fue Tijuana para Jairo, le presentó la corrupción en México a través de la policía local, con la cual también tuvo que lidiar, recordando que siempre que recorría los blancos pasillos del aeropuerto, su destino, mayormente sería la frontera mexicana en la que planeó los primeros embarques de cocaína.
Fue en gran parte por la sociedad que se conformó entre el cártel de Juárez con el de Medellín que se abrieron nuevas rutas de trasiego de drogas que, inicialmente bajó de barcos provenientes de Sudamérica a puertos mexicanos en los que siempre hubo gente de Amado Carrillo para recibirla. El camino más famoso fue bautizado como “La Fanny”, a fin de tenerla entre la contabilidad sin dejar mucha pista.
La Fanny fue la ruta que básicamente mantuvo a Escobar en pie por muchos años, pues tras la guerra que sostuvo Estados Unidos contra el estado colombiano, los aviones que le proveían en Costa Rica, Panamá y básicamente en todo Centroamérica, se le fueron acabando hasta quedar atado a las vías terrestres, al tiempo que se robustecían sus nexos con los cárteles mexicanos.
Fue en 2013 que, tras salir de prisión, El Popeye fue entrevistado por la revista Proceso, a la que detalló que aunque los cárteles mexicanos fueron ganando plazas que en algún momento fueron de los colombianos, ni su crueldad, ni su osadía los hizo tan efectivos como lo fue el crimen organizado de su país, que fue capaz de golpear las estructuras del Estado.
Además, siempre se asombró de la frialdad con la que las organizaciones criminales mexicanas se condujeron, como recordó aquella vez cuando los narcos mexicanos aniquilaron a más de 70 inmigrantes en San Fernando, Tamaulipas. Pasó 21 años en la cárcel y su experiencia en el mercado de trasiego de droga en el que se alió de los mexicanos le significó el asegurar durante sus últimos años que quienes terminaron haciéndose realmente ricos con ese negocio, fueron integrantes del crimen organizado en México.
Incluso, a través de declaraciones Jhon Jairo Velásquez Vásquez, destapó de alguna manera las estructuras que existen más allá de los cárteles mexicanos y que operan como multinacionales de la distribución de cocaína que maneja el crimen organizado en Estados Unidos, al que calificó de estar integrado por mafiosos de corbata que se mueven discretamente en el mercado.
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