El 6 de octubre de 1978 la Ciudad de México se despertó con una macabra noticia: Gilberto Flores Muñoz, de 72 años, y su esposa Asunción Izquierdo de 65, habían sido asesinados a machetazos en su casa de la lujosa colonia Lomas de Chapultepec.
Flores Muñoz había sido gobernador de Nayarit y era director de la Comisión Nacional de la Industria Azucarera. La pareja había sido atacada mientras descansaba y el arma homicida, un machete con una hoja de 45 centímetros fue encontrado sobre el cuello de la mujer.
Prensa de la época y el libro “Nota Roja 70’s” de los periodistas Myriam Laurini y Rolo Diez reseñan que los primeros detenidos para someterlos a interrogatorios fueron las personas que trabajaban para la pareja como el carpintero, Delfín Vargas de 60 años, y el chofer León Sandoval.
Los primeros informes señalaban que la pareja había sido asesinada por al menos dos personas cerca de la medianoche, cada uno recibió entre seis y ocho machetazos en la cara y el cuello.
“No puedo creer la saña con la que fueron asesinados mis abuelos, a los dos les cortaron el cuello”, declaró a la prensa su nieto Gilberto Flores Alavez, quien también era sobrino del ex presidente de México, Miguel Alemán.
Un día después había once detenidos, y las investigaciones arrojaron que el día del crimen la pareja no estaba sola, los había acompañado sus cuatro nietos: Alfonso, Alicia, Gilberto y Patricia; los dos empleados señalados al principio como sospechosos, dos empleadas domésticas y el vigilante.
Ante las sospechas que empezaron a recaer sobre los nietos, amigos de los Flores Muñoz publicaron el 10 de octubre un desplegado en el que condenaban a la prensa amarillista por “difamar y calumniar” a personas queridas, según reseñaron Laurini y Diez.
De los cuatro nietos, era uno solo el que había caído en contradicciones: Gilberto, quien había mostrado confusión sobre la ropa que vestía el día del crimen, por lo que la policía buscó a los amigos con los que aseguró que había estado esa noche, quienes confirmaron que lo habían dejado en la casa de sus abuelos en la calle Palmas de las Lomas de Chapultepec.
Luego de catear la casa, la policía encontró en el armario de uno de los cuartos la ropa de Gilberto ensangrentada, ante lo cual no le quedó más que declararse culpable.
“Lo hice motivado por una enfermedad mental”, dijo a los periodistas Flores Alavez, cuando un reportero le preguntó si “estaba loco”, él contestó “no, cómo, de ninguna manera”.
La policía explicaba que había sido un crimen en el que “un enfermo mental bajo los efectos de la paranoia cometió un doble homicidio”.
Entonces Gilberto tenía 22 años, estudiaba derecho, en sus declaraciones posteriores aseguró que no recordaba nada y se declaró inocente.
Cuatro años después de su detención fue sentenciado a 28 años de cárcel, a pesar de que su defensa argumentó que los desórdenes mentales de su cliente lo eximían legalmente de cualquier responsabilidad.
Tras conocerse la sentencia, la familia de Gilberto realizó una huelga de hambre argumentando anomalías durante el proceso. El caso llegó hasta la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), gracias a lo cual en 1989 obtuvo su libertad.
Ya libre, en 2011 señaló a la revista Proceso que fue víctima de una “conjura” en la que participaron jefes policíacos cuya consigna era hundirlo a toda costa. Aseguró que no guarda rencores y anunció el inicio de una campaña política reivindicativa de él y su familia en Nayarit.
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