Uno de los aspectos más relevantes que tiene nuestra actividad mental es su capacidad para realizar asociaciones. A partir de un pensamiento se abren variadas alternativas que nos llevarán por distintos caminos y que tendrán a su vez, diferentes resultados. En cuestión de segundos podemos comenzar con un pensamiento, seguir con otro y de esa manera ir tejiendo una historia, que no necesita tener su punto de partida en la realidad. Nuestra fantasía e imaginación se encargan de ayudarnos a construir un relato.
Encadenar los pensamientos es una actividad normal de nuestra mente. Podemos tener todo tipo de pensamientos, desde los que nos llevan de vacaciones hasta los que nos modifican el humor y nos arruinan el día. Cuando las asociaciones que hacemos están compuestas por pensamientos negativos, el malestar se hace presente.
La observación y la atención que pongamos en cómo transcurre nuestra actividad mental es una condición necesaria para realizar cualquier cambio. Cada uno de nuestros pensamientos puede modificar, interferir o distorsionar el camino mental que estamos transitando. La única manera de mantener la ruta que nos lleve al objetivo que deseamos es tener el control (el manejo de nuestra actividad mental consciente) y solo lo podemos lograr si nos convertimos en observadores de lo que estamos pensando. Somos los únicos seres vivos que podemos ver la actividad de nuestra mente en el mismo momento que se está produciendo y el poder hacerlo se transforma en una de las mayores ventajas que tenemos, ya que podemos intervenir en cualquier producción mental que tengamos.
Si estamos atentos podemos cortar los pensamientos negativos y evitar las emociones destructivas que siempre los acompañan.
Si los frenamos desde el inicio, no corremos riesgos. Un solo pensamiento no tiene peso en si mismo, para generar malestar deberá asociarse con otros pensamientos que lo acompañen en la misma dirección.
Imaginemos a la mente como si fuera el cielo. Un cielo azul, sin nubes y diáfano, sería el equivalente a una mente sin malestares y sin pensamientos negativos. Cuando comenzamos a pensar algo negativo, nuestro cielo con cada uno de los pensamientos comienza a cubrirse de nubes y si continuamos en esa dirección, el cielo se oscurece y se prepara para la tormenta. Tenemos entre 700 a 1000 pensamientos por minuto por lo cual, si estamos pensando algo negativo, el malestar solo necesitará de unos pocos segundos para hacerse presente.
Cuando caminamos por la calle miramos por donde ponemos los pies para evitar tropiezos y posibles caídas. Una vereda rota, una baldosa floja, cualquier obstáculo puede interrumpirnos el paso o hacernos caer. Observamos con cierto cuidado por donde vamos caminando, no lo hacemos a ciegas.
En cambio, cuando estamos pensando, no estamos atentos a ninguna señal interna y no sabemos si estamos a punto de pisar en falso. De esa forma, con suma rapidez corremos el riesgo que nuestro cielo se llene de nubes.
No se distraiga de usted mismo, el clima cambia rápido y si usted se mantiene atento, podrá sin inconveniente soplar unas pocas nubes antes de que se junten y transformen su cielo azul en uno tormentoso.
Recuerde: usted puede intervenir y controlar su clima emocional.
*Escritora y psicóloga
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