Finalmente, el penal del Topo Chico y sus leyendas del terror pasarán a la historia, luego de que el gobierno de Nuevo León iniciara este martes su demolición, para convertir la zona en un mega parque.
La maquinaria pesada destruyó seis alojamientos en la parte posterior del penal, antes conocido como “La Ampliación”, donde también había una cancha de fútbol y una de béisbol.
En las labores que, según el diario local El Norte, durarán entre 25 y 30 días se utilizaron cuatro retroexcavadoras para la demolición de las estructuras de concreto y decenas de trabajadores divididos en grupos. Éstos el próximo jueves, empezaran a cortar las rejas de la cárcel.
Además hubo participación de personal de la Secretaría de Salud del Estado, Comisión Estatal de Derechos Humanos, Subsecretaría de Derechos Humanos de la Segob y Comisión Local de Búsqueda de Personas Desaparecidas.
Ante la posibilidad de que en el interior se hubieran cometido ejecuciones extrajudiciales y de que se hallaran cuerpos enterrados en algún lugar del inmueble, el 2 de octubre empezó la búsqueda de fosas clandestinas.
Luego, el penal fue abierto al público como un museo y el 8 de noviembre iniciaron las visitas guiadas, a las que asistieron al menos 18,286 personas, según cifras oficiales. El 15 de diciembre concluyeron los recorridos.
La demolición dará pie a la construcción del Parque Libertad, en el que el gobierno estatal prevé invertir alrededor 650 millones de pesos.
Mientras que en la sección inicial de lo que era el penal se instalará el Archivo General del Estado.
Con estas labores, quedan atrás 76 años de masacres, autogobiernos y corrupción que reinaron en penal, mayormente ocupado por sicarios del cártel de Los Zetas.
En 2016, dos facciones de dicha organización criminal que se disputaban el control de la prisión se enfrentaron con palos, piedras, botellas, varillas y remedos de puñales. La reyerta que duró entre dos y tres horas se saldó con la muerte de 49 internos.
De la tragedia a la “gloria” carcelaria en México
Tras el cierre del penal del Topo Chico, en Monterrey, Nuevo León, el pasado 30 de septiembre, sus reos fueron separados y trasladados a diferentes prisiones, entre ellas el Centro Penitenciario de Reinserción Social número 2, también conocido como Apodaca II.
Ahí, el modelo utilizado corresponde a las cárceles europeas. Está hecho a base de contenedores y reforzado con aceros especiales. El proyecto general alberga a 243 reclusos, por lo que los encargados de la seguridad destacan su sistema de monitoreo y vigilancia en 360 grados para evitar irregularidades o conatos de violencia.
Los reos menos afortunados fueron trasladados al penal de Apodaca, donde la zona de talleres se convirtió en el dormitorio de al menos 900 reclusos.
Los prisioneros, ahí mudados, también gozaron de colchones y espacios nuevos: celdas con cuatro grupos de literas triples y espacio suficiente para que puedan caminar. En lo que era la zona de los talleres, los internos cuentan con vista directa a un patio, y a luz del sol les llega directamente a las celdas.
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