Condenado a muerte en Houston, Texas durante 1982, Ricardo Aldape Guerra fue acusado del asesinato de un policía y, tras 15 años de prisión, fue liberado en 1987, después de que se demostrara su inocencia y de que incluso el gobernador de Texas, George WH Bush, intercediera en su caso. A Aldape se le conoce justamente por ser el primer mexicano en librar la pena de muerte en el vecino país.
Su libertad le valió a las autoridades de Estados Unidos ser tachadas de corruptas, pues la defensa de Aldape, Scott Attlas tomó el caso como un claro suceso tejido en corrupción, pues demostró que las pruebas en contra suya habían sido alteradas, sumado a que la Fiscalía había presentado falsos testigos.
¿El supuesto crimen de Aldape? Haber matado a un policía norteamericano, mentira que lo hizo preso y un caso intrascendente para el gobernador de Nuevo León de aquel entonces, Jorge Treviño, quien no mostró el más mínimo interés en auxiliarlo, a pesar de que año tras año la muerte se le quería colar a los huesos por un crimen que jamás cometió.
Aldape sólo se encontró todo el tiempo en el lugar y en el momento equivocado y, encima de ello, su caso se convirtió en una de las investigaciones más costosas para la justicia texana, estado que se conocía en aquel entonces por su cruda postura ante las sentencias de muerte dentro de las que matar a un policía se encontraban tipificadas en la ley de dicho estado.
Aunque siempre se declaró inocente, Ricardo estaba destinado a la silla, a la inyección letal, sin embargo el trabajo de Scott Attlas, Sandra Babock y Carlos Marín en su liberación representó observar de cerca el funcionamiento y las dificultades de la justicia, en las que diferenciar la pena de muerte como política de estado del castigo como móvil personal, resultó determinante en una vida que estaba destinada a ser breve e injusta.
Aldape, a pesar de todo, fue relativamente afortunado, pues pertenecía a una familia de clase media que tuvo la oportunidad de pagar el alto precio de su liberación, pues gran parte de su defensa quedó en manos de Scott Attlas, abogado de la firma Vincent & Elkins y quien se quedó a cargo del caso aproximadamente durante cinco años a un elevado costo.
Sandra Babock era abogada defensora de oficio del sistema judicial de la ciudad de Houston, Texas, quien en conjunto con los demás implicados en la liberación de Ricardo, lo mantuvieron a salvo a pesar de que éste vivía preso en una cárcel de máxima seguridad en la que su cabeza tenía precio y el tiempo contado, pues fueron cuatro fechas de ejecución distintas de las que se salvó de morir de la manera más cruda.
Tras su liberación, lo poco que le quedó de vida, lo disfrutó como un héroe que regresó a México tras ser indultado con el favor de un amparo interpuesto en forma y fondo. Sin embargo, cuatro meses más tarde falleció en un accidente automovilístico; fue en abril de 1997 que Aldape saltó a la fama, sin saber que serían pocos los meses que le quedaban por vivir en una libertad que le fue negada por años por la justicia norteamericana.
El héroe que se había salvado de la xenofobia, la irracionalidad e incluso de los errores del sistema judicial norteamericano, tomó la atención del productor Fernando Rovzar, quien en 2014 mencionó su interés en documentar la vida de Aldape Guerra a través del cine. La fama lo seguía de una misteriosa y cruda manera, pues en medio de los pocos meses que vivió libre, una reportera de TV Azteca lo invitó a formar parte de una telenovela, ganancia que le ayudó a hacerse de un auto último modelo en el que sufrió el trágico accidente que acabaría con su vida en el tramo de la carretera Matehuala-El Huizache.
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