En Colombia a partir de la década de los 90 se ha visto la injerencia de cárteles mexicanos de la droga. Amado Carillo, “El Señor de los Cielos” y Joaquín “El Chapo” Guzmán hicieron una alianza con Pablo Escobar Gaviria alias “El Señor del mal”, para traficar cocaína desde ese país sudamericano hasta Estados Unidos pasando por Centroamérica y México.
Y es que desde la incursión de las organizaciones criminales mexicanas el área de cultivo de hoja de coca se disparó a 171,000 hectáreas, lo que ha convertido a Colombia en el primer productor mundial de cocaína.
El presidente estadounidense Donald Trump ha amenazado con “descertificar” la lucha antidrogas de Colombia si el país no hace algo para reducir en forma “inmediata” los cultivos cocaleros, los cuales se triplicaron en los últimos cuatro años.
Las organizaciones que más alentaron ese crecimiento de sembradíos de hoja de coca fueron los cárteles mexicanos de la droga. Controlan cerca de 100,000 hectáreas a través de las bandas criminales y las disidencias de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) que trabajan para ellos y, además, son los compradores de “al menos dos terceras partes” de la pasta base y la cocaína que se produce en ese país. Así lo señalan reportes de la Policía Nacional Antinarcóticos del país latinoamericano.
Este hecho convierte a cárteles como el de Sinaloa, Jalisco Nueva Generación (CJNG) y Los Zetas en una nueva amenaza de seguridad para Colombia. Según estimaciones de servicios de inteligencia nacionales y extranjeros, sólo estas tres organizaciones pueden tener un ejército de entre 1,000 y 3,500 hombres armados con material de guerra a su servicio en territorio colombiano.
Hace seis años, los cárteles vieron con preocupación las negociaciones de paz entre el gobierno colombiano y las FARC, que era la organización que controlaba la mayoría de los cultivos ilícitos en Colombia y se empeñaron en generar condiciones que les garantizara el abasto de esa droga.
Los cárteles mexicanos se dieron cuenta que la fragmentación del negocio del narcotráfico en Colombia era una oportunidad para establecer una hegemonía e imponer sus condiciones en ese país.
El director Antinarcóticos de la Policía Nacional, Fabián Laurence Cárdenas, señala que “hoy, los cárteles mexicanos, en su expansión agresiva del negocio, ya no quieren tener intermediarios, sino que quieren negociar directamente con el productor en Colombia, por eso están viniendo a hacer el negocio aquí”.
“Hace unos cinco años comenzaron a tener problemas porque contrataban cierta calidad de cocaína, de 85% o 90% de pureza, y les llegaba otra de más baja calidad, muy ‘rendida’, como se le dice aquí”.
En la actualidad tienen delegados supervisando todas las fases del proceso de producción: desde los sembradíos de hoja de coca, donde han sido capturados “in situ” emisarios mexicanos, hasta los laboratorios de clorhidrato de cocaína, donde verifican que la calidad de la droga sea la pactada en la negociación.
Muchos de esos delegados se embarcan incluso en las lanchas y semi sumergibles que llevan la droga a Centroamérica y México en su trayecto a Estados Unidos, que es finalmente el destino de los cargamentos.
“Con su capacidad de financiamiento, los cárteles mexicanos compraron a bandas criminales y grupos residuales de las FARC para controlar la producción de coca. Ya controlaban la distribución y hoy están cerca de controlar la producción. Para esto necesitan control territorial y lo están adquiriendo muy rápidamente a través de organizaciones colombianas que trabajan para ellos”, señala un reporte de inteligencia militar, según publicó por Proceso.
El general Cárdenas descarta que las organizaciones mexicanas sean propietarias directas de sembradíos de hoja de coca, pero reconoce que tienen una red de delegados en varias regiones de Colombia a través de los cuales han puesto a trabajar para ellos a las bandas criminales locales y a las disidencias de las FARC.
Por su parte, el fiscal general de Colombia, Néstor Humberto Martínez, considera que una columna de ex guerrilleros de las FARC al mando de “Guacho”, quien se separó del proceso de paz y se dedicó al narcotráfico en la suroccidental ciudad de Tumaco –el municipio del mundo donde más coca se siembra— es, en realidad, un “brazo armado” del cártel de Sinaloa.
“Guacho” y Dairo Antonio Úsuga David, “Otoniel” y quien es jefe del Clan del Golfo, son los dos delincuentes más buscados de Colombia y son, también, dos de los principales socios de los cárteles mexicanos de la droga en este país.
El general Cárdenas señala que la presencia de los cárteles mexicanos no es con estructuras armadas propias sino a través de emisarios que vienen a hacer negocios y con las bandas locales y las cuales les brindan “servicios de seguridad” y que el desafío que le plantean a Colombia estos cárteles “es una amenaza de seguridad nacional muy seria que estamos abordando con la mayor seriedad”.
El tema es tan serio que cada vez se incorpora más a la agenda política. El senador y ex candidato presidencial izquierdista Gustavo Petro considera que “los factores de poder de las mafias en Colombia cada vez son más mexicanos”. Los cárteles de las drogas de México, asegura, “ya están aquí con ejércitos privados a su servicio que están protagonizando una nueva guerra, la guerra por el control de la coca”.
El principal interés de los cárteles mexicanos, señala el informe, es supervisar la calidad y cantidad de droga en zonas de producción. “Lo que les importa es el precio y la calidad de la cocaína y que se mantenga el nivel de producción que necesitan, el abasto. Ellos le pagan al grupo del crimen organizado que controla la zona donde se hacen los negocios, le pagan por su seguridad, y esos servicios pueden incluir un homicidio o el cobro de una deuda”, agrega.
El cártel de Sinaloa hace negocios con el Clan del Golfo, la mayor banda criminal colombiana a pesar de los duros golpes que le han propinado las fuerzas de seguridad. Agentes de inteligencia han recibido informes de que el Clan está negociando con la organización mexicana un “traspaso de operaciones que permitiría a los mexicanos quedarse con la estructura del Clan del Golfo a cambio de un porcentaje de las operaciones, en la modalidad de franquicia”.
La influencia de los narcotraficantes mexicanos es tan creciente, que según fuentes de la Fiscalía colombiana están actuando cada vez más como reguladores del crimen. “Sabemos que mexicanos participaron en el ‘Pacto del Fusil’ que paró una guerra entre bandas en Medellín en 2013 y que hoy hay enviados de cárteles mexicanos interesados en impulsar un acuerdo similar en la ciudad,donde se ha registrado este año un aumento de homicidios por las disputas entre facciones de La Oficina, asegura la fuente.
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