Su saña fue casi fulminante, venía en barco y formaba parte del segundo viaje de Cristóbal Colón a América: la viruela, la primera epidemia de la que se conoce y que afectó a los pobladores del citado continente al grado de convertirse una situación de salud grave entre la población indígena. Llegó en 1520 y sus memorias se representaron en los famosos códices mesoamericanos.
Sin embargo, muy al contrario de lo que se cree, no fueron españoles los que contagiaron la viruela a las personas adultas y niños de la comunidad nativa, sino justamente un total de ocho indígenas que volvieron de un viaje a España. Estos viajaron al continente europeo invitados por Colón a fin de que aprendieran el idioma y algunas de las costumbres de aquel entonces.
Lo anterior lo asegura Elsa Malvido, especialista en demografía histórica en la Nueva España, en su libro La primera gran pandemia de viruelas (1520), Arqueología Mexicana, número 101. Además, asegura que al regreso de los visitantes nativos al continente americano, estos fueron embarcados junto con una tripulación contagiada de la epidemia de la viruela. Al ser una pequeña y susceptible población de contraer el virus, los ocho personajes fueron epicentro de las entonces desconocidas enfermedades.
El peligro de que la viruela se propagara en una población casi pura en materia de salud, ocasionó severos daños en la población indígena, la que por supuesto no contaba ni con los paliativos ni con el medicamento para combatirlas. Quienes resintieron inicialmente el golpe de viruela fueron los habitantes de las islas caribeñas en las que los indígenas recién llegados de España desembarcaron y, en breve, afectaron a la localidad de manera devastadora.
Durante las primeras manifestaciones de dicha enfermedad, era casi el 90% la población la que moría y, en el mejor de los casos, cuando la situación era menos grave, afectaba al 30% de los habitantes. Aunque hay otro factor interesante por resaltar, pues la epidemia no solo radicó en el regreso de los nativos, sino también en los regalos que los españoles trajeron a su vuelta y que tenían destinados para los caciques de las islas americanas.
Se calcula que los citados desastres demográficos y ecológicos mencionados anteriormente ayudaron a acabar con varias decenas de millones de indígenas de las que formaban parte la población del Caribe y arawak, pueblo al que se lo considera portador de crear la idea de construir montículos a fin de proteger sus cultivos, tumbas y casas.
Tras la viruela, el sarampión llegó a América en 1531, año en el que Europa ya había superado la enfermedad al grado de considerarla antigua e infantil. Como peste, dicha enfermedad se incrementó en México en el año 1545, ello de nuevo gracias al arribo de las embarcaciones provenientes del viejo continente, pero en esta ocasión fue propagada por las ratas que venían en ellas.
Otra de las epidemias de aquella época sobre las que se comenta fue la de la sífilis, enfermedad venérea cuyo origen, se pensó, provenía de Europa también a través de las embarcaciones y con la llegada de los marineros a diferentes puertos, descripción que dista de que fuera consecuencia del clima y sí de los excesos sexuales en los que vivían las citadas tripulaciones.
Incluso, la enfermedad tuvo un tono de pecado dictado por la moral de aquellos tiempos, en la que era considerada como castigo a las faltas de las leyes de la Iglesia en las que la promiscuidad era mal vista y, por ende, mal comunicada a la sociedad, lo que ayudaba a que la enfermedad se propagara más entre la comunidad.
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