Todos los años, a finales de noviembre, inicia la épica migración de la ballena gris. Durante dos meses, recorre más de 10 mil kilómetros desde los mares de Bering, Chukchi y Beaufort en Alaska, Estados Unidos, solo para volver a sus santuarios en las lagunas de la Península de Baja California, al noroeste de México, donde realiza sus actividades reproductivas y de crianza gracias a las condiciones climatológícas.
La ballena gris (Eschrichtius robustus) es uno de los mamíferos más grandes del planeta, llegando a medir hasta 15 metros de longitud y pesar más de 30 toneladas; su característica cola tiene unos cuatro metros de ancho y su alimento principal son anfípodos bentónicos (pequeños crustáceos muy parecidos a los camarones que viven en el fondo marino), consumiendo aproximadamente 1,200 kilos diarios.
En los primeros días de diciembre, la ballena gris ya está presente en las lagunas de Ojo de Libre y San Ignacio, pertenecientes a la Reserva de la Biosfera El Vizcaíno, en Baja California Sur, área natural protegida con más de dos millones y medio de hectáreas y cinco kilómetros de mar en ambas costas, donde se realizan labores de protección y vigilancia, debido a que esta especie fue objeto de una intensa explotación a fines del siglo XIX y principios del siglo XX, lo que la llevó a estar en peligro de extinción.
En estas áreas, también conocidas como “santuarios de la ballena gris”, se llevan a cabo su apareamiento y crianza, siendo éstas las etapas más importantes y delicadas de su ciclo biológico.
El nacimiento de los ballenatos ocurre en los últimos días del año y se prolongan hasta febrero. La cría mide poco más de cuatro metros, pesa alrededor de 500 kilos y es alimentada por su madre durante seis meses.
En 1979, México fue el primer país en crear un santuario para la ballena gris en los complejos lagunares de la Península de Baja California. Treinta años después se colocó nuevamente a la vanguardia de la conservación de las especies al decretar en 2002 el Santuario Ballenero Mexicano: aproximadamente tres millones de kilómetros cuadrados, repartidos en los océanos Pacífico y Atlántico y en el Mar Caribe.
El avistamiento, una experiencia que debes vivir
El avistamiento de estos colosos del mar inicia a mediados de diciembre y concluye a finales de abril. Estos cetáceos nadan en grupos, son curiosos, sociables y con frecuencia se acercan a las embarcaciones.
Algunos de los comportamientos usuales de la ballena gris que conviene conocer antes de salir a su encuentro son: el soplo o exhalación de vapor de agua por el espiráculo en la parte superior de su cabeza, el salto o brecha cuando están cerca de la costa, el golpe de su aleta caudal al sumergirse y el espionaje, es decir, momento en que saca su cabeza para otear a su alrededor. Es importante advertir que la hembra es muy protectora con sus crías.
En los muelles de la bahía de Ensenada, se organizan atractivos tours en yates deportivos, con personal calificado y una duración de hasta cuatro horas, para darle la bienvenida a decenas de ejemplares que pasan frente a la Isla Todos Santos.
De acuerdo con el primer censo de la temporada de avistamiento 2019-2020, realizado por la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (Conanp), a la Laguna Ojo de Liebre han arribado 52 cetáceos, de los cuales 38 son hembras adultas y 14 ballenatos.
El impulso al turismo sustentable y la promoción de la observación de ballenas se realiza de acuerdo con la Norma Oficial Mexicana NOM-131- SEMARNAT- 2010, que establece los lineamientos y especificaciones para el desarrollo de actividades de observación de ballenas, relativas a su protección y a la conservación de su hábitat.
En este sentido, la Conanp apoya y trabaja en el fortalecimiento del turismo de observación de ballenas, actividad que permite la conservación de los ecosistemas y la diversidad biológica, además de aportar beneficios económicos para más de 2,650 personas de la localidad.
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