Qué se esconde detrás de la violencia sanguinaria del narcotráfico, contado por sus propios protagonistas

Una investigadora entrevistó a 33 hombres que trabajaron para el narco, algo nunca antes visto en mundo académico, para intentar entender el impacto de sus experiencias personales en la incursión en el crimen organizado y obtener nuevas respuestas a un viejo problema

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La violencia del país ha
La violencia del país ha intentado ser explicada desde otro punto de vista: el de los protagonistas (Fotoarte: Steve Allen)

Desde hace al menos tres lustros, México, un país relativamente tranquilo a pesar de su extensa frontera con los Estados Unidos. Pero, desde entonces, se ha visto envuelto en una espiral que desciende a velocidades cada vez más intensas conforme pasa el tiempo y es la violencia, principalmente relacionada con el narcotráfico y la forma de enfrentarlo por parte de los distintos gobiernos, la que se ha consolidado como el principal problema que enfrentan sus ciudadanos.

Es por eso que aquellas miradas que intentan entender el fenómeno que México atraviesa, detonado principalmente por el inicio de la llamada “Guerra contra el narcotráfico” lanzada en 2006 por el presidente Felipe Calderón, suelen arrojar luz a un territorio dominado por las sombras y los prejuicios que provocan las lagunas de información.

Una tesis doctoral inédita en la academia que intenta entender a los individuos, que de alguna manera han sido los protagonistas del relato creado en torno al tema, ha llamado la atención precisamente porque sus descubrimientos abren una puerta que hasta ahora ha sido poco explorada o definitivamente ignorada.

El trabajo académico usa la
El trabajo académico usa la niñez y adolescencia de los narcos para buscar explicaciones de por qué llegaron a donde llegaron (Foto: Rodolfo Angulo/ Cuartoscuro)

“Mi tesis doctoral se enfoca en estudiar la violencia del narcotráfico a través del análisis de historias de vida”, explica Karina García Reyes, profesora de la Escuela de Sociología, Política y Relaciones Internacionales y del departamento de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Bristol, en un artículo donde explica su trabajo, publicado originalmente por The Conversation de España y el diario El País.

A lo largo de cuatro meses entre 2014 y 2015, García Reyes entrevistó a 33 hombres que trabajaron para el narco, algo nunca antes visto en mundo académico, de acuerdo con la autora, que buscó “entender el impacto de sus experiencias personales en la incursión de los participantes” en el crimen organizado.

Niñez, adolescencia, consumo de drogas, entre otros, le permitieron a la experta “entender" la lógica de su mundo. La experta argumenta que es necesario no sólo para diseñar políticas públicas y de seguridad, ya que a lo largo de tres administraciones distintas, incluidas la de Enrique Peña Nieto (2012-2018) y la de Andrés Manuel López Obrador (2018-2024).

El dinero fácil los conduce
El dinero fácil los conduce a una vida fácil ante la perspectiva de que su muerte puede ocurrir en cualquier momento (Foto: Graciela López/ Cuartoscuro)

“Los narcos son parte de nuestra sociedad”, explicó, aunque el gobierno plantee una dicotomía entre buenos y malos. “Este discurso, además de ser absurdo en su extrema simplicidad, opaca los múltiples matices que revelan las causas de esta violencia”, explicó García Reyes.

Sin embargo, entre sus descubrimientos, la estudiosa señaló que ellos, los narcos, “los malos" en la narrativa, no se conciben ni como víctimas ni como monstruos, y derrumba el mito de que no ingresan al crimen organizado como última opción, como acostumbra repetir en su discurso López Obrador.

Reconocen que entraron al narco porque, aun cuando la economía informal les permitía sobrevivir bien y mantener a sus familias, ellos querían ‘más’

Una cruda realidad resalta en el análisis de las entrevistas. Ellos no se perciben como criminales sanguinarios, a pesar de que en muchas ocasiones así sean representados, sino “como agentes libres que decidieron trabajar en una industria ilegal", aunque también se reconocen como desechables.

“Este sentimiento de marginación, sumado a su problema de adicción a las drogas y la falta de un propósito general de vida, hace que valoren poco sus vidas y que la muerte, en cambio, sea vista como un alivio”, sentencia García Reyes.

Los entrevistados derrumbaron el mito
Los entrevistados derrumbaron el mito de que es el único camino que pueden elegir (Foto ilustrativa: Cuartoscuro)

Otro factor dentro de el argumento de ser desechables también los lleva a alejarse de la llamada sociedad civil, con la que evitan identificarse. Dentro de ese razonamiento, indicó la académica, “reproducen la ética individualista que permea en México desde la entrada del neoliberalismo a finales de la década de los 80” del siglo pasado.

Ahí se incluyen la visión propia de la pobreza como “mala suerte” y como destino. No se puede hacer nada contra ello, no hay nadie que los pueda ayudar, entonces la vida se rige bajo la ley de la selva: el más fuerte, el que se muestra “rudo y violento”, y el que cumple con los prejuicios (mujeres, drogas, fiestas) es el que se impone.

Los entrevistados describieron la vida
Los entrevistados describieron la vida como una "jungla" (Foto: Cuartoscuro)

Vivir rápido, morir pronto. “La muerte de estos jóvenes se percibe como inevitable”, explicó García Reyes. Por eso “disfrutan” de la vida a través del consumismo y los lujos, “dinero fácil que les proporciona la vida fácil”. “Mi meta era disfrutar cada día como si fuera el último”, cita la experta a uno de sus entrevistados.

Para ellos, la violencia no es genética. “Los hombres no nacen violentos, se hacen violentos”, concluyó, después de escuchar las declaraciones de varios de los participantes de su tesis, que narraban cómo, en un contexto de violencia, la respuesta estaba en un clásico dicho: “si no puedes con tu enemigo, únete”, lo que genera más violencia todavía.

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