Con sólo dos obras Juan Rulfo fue capaz de dejar una marca imborrable en la literatura universal. Se trata de su libro de cuentos “El llano en llamas”, publicados en 1953, y su novela “Pedro Páramo”, de 1955. Conocido como uno de los mayores exponentes de la literatura latinoaméricana, su obra deslumbra a todo el que la lee.
"Es el mejor escritor de México creo yo, es un escritor que pudo, a través de los muertos, dar un paisaje de lo que somos, de nuestras pasiones, de nuestro modo de ser, del sueño, de la realidad, en fin. Creo que él es el escritor más capaz de pasar de la poesía a la narración, sin olvidar la poesía y dando una narración fantasmal, pero exacta, de toda la situación, sobre todo de las personas que viven en el campo y que son pobres”, escribió sobre él la poeta Dolores Castro.
A más de cien años de su nacimiento y 30 de su muerte, el escritor mexicano sigue vigente. Esto puede deberse a que en su narrativa se halla la voz del pueblo, parafraseando al propio poeta Hugo Gutiérrez Vega, quien le dio el calificativo de “intemporal”.
Nacido en el sur del estado de Jalisco, la infancia de Rulfo estuvo marcada por dos tragedias temporales. A los seis años perdió a su padre; y cuatro años después murió su madre, por lo que fue trasladado desde la población de San Gabriel, donde vivía, a un internado de Guadalajara, capital del estado.
El escritor y fotógrafo encontró su afición a la lectura entre las estanterías de la biblioteca del cura Ireneo Monroy, donde descubrió a Alejandro Dumas y Víctor Hugo. Desde ese entonces su pasión por los libros acaparó su vida, tanto así que uno de sus cuatro hijos que tuvo con Clara Aparicio, dijo en alguna ocasión que su padre habría tenido como oficio el “vivir leyendo libros".
Él mismo se definía como un gran lector, antes que escritor. “Cuando era joven leía dos novelas diarias”, dijo en entrevista al periodista Fernando Benítez en 1980. Rulfo mantuvo además una relación cercana con el cine, escribiendo incluso algunos guiones. Asimismo cultivó su faceta fotográfica, en la que, al igual que en sus textos, retrató la vida rural de México.
Sobre esta faceta se recuerda que en 1960 tuvo una pequeña exposición en Guadalajara con cerca de 30 fotografías, aunque su gran momento fue 20 años después, cuando el Palacio de Bellas Artes acogió una de sus muestras.
A pesar de haber trascendido en la historia universal por su talento como escritor, la vida de Juan Rulfo lo llevó por otros caminos lejos del arte. Entre otras ocupaciones, trabajó para la Secretaría de Gobernación y en una fábrica de neumáticos.
En Gobernación manejaba el archivo de extranjeros y se encargó de ocultar algunos documentos. “Recibí órdenes de ocultar algunos expedientes y los guardaba en un cajón secreto. Inventé un sistema de clasificación que no era alfabético y del que sólo yo tenía las claves. Debían recurrir a mí forzosamente. Era pura maña porque vivíamos en las transas y hasta que allá arriba no aflojaban la lana, no aparecían los expedientes”, recordó alguna vez de su época de juventud.
Lo cierto es que tras haber pasado sus años al servicio del gobierno, finalmente en la década de los 50 el autor publicó las dos obras que lo encumbraron. Al respecto, el propio escritor reconocía que “Pedro Páramo” pasó de una novela mexicana al ser universal, pues “los problemas humanos son iguales en todas partes".
“No son temas nuevos el amor, la muerte, la injusticia, el sufrimiento, que están sugeridos en Pedro Páramo. Me han dicho que es ‘una novela de amor a los desamparados’. Yo no sé. Yo narro la búsqueda de un padre, como una esperanza. Como quien busca su infancia y trata de recuperar sus mejores días, y en esa búsqueda no encuentra sino decepción y desengaño. Y al final se derrumba su esperanza ‘como un montón de piedras”.
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