Si la proyección que hace de su vida es pesimista, usted se sentirá abatido, angustiado o preocupado por su futuro, pero si la proyección que hace es demasiado optimista, usted tendrá tantos problemas como si estuviera viendo la vida de forma negativa.
Parece mentira que ser optimistas pueda causar alguna clase de inconvenientes. Por lo general estamos acostumbrados a ver publicidades en televisión, libros de autoayuda, frases en Facebook, Instagram o carteles en la calle que nos venden las ventajas de ser optimistas. Sin embargo, ser optimista de manera no inteligente, provoca tantos inconvenientes como no serlo.
Si bien hacer una proyección sobre nuestro futuro de manera optimista nos ayuda y nos da la fuerza para seguir adelante y nos provee la energía necesaria para ir en la búsqueda de nuestros objetivos, manteniéndonos con un cierto grado de confianza en nosotros mismos, el exceso de optimismo o el optimismo “ilusorio” generan una importante distorsión de la realidad, al igual que si somos pesimistas. Ambas posturas toman aspectos parciales de la realidad y nos hacen creer que estamos teniendo una visión completa de lo que sucede o de lo que estamos evaluando.
Los especialistas en el tema distinguen dos clases de optimismo: uno Inteligente y el otro Ilusorio.
El optimismo ilusorio tiene su base en el pensamiento positivo. Tú piensas bien y te saldrá bien, si tú quieres, puedes. Este tipo de pensamiento no siempre funciona. Puedes pensar en hacer esas cosas, pero eso no implica que te salgan bien. Hay gente que ha tenido una actitud positiva frente a la enfermedad y ha muerto. El solo hecho de pretender que las cosas van a salir bien, solo porque lo deseas, es ilusorio.
En cambio, el optimismo inteligente toma en consideración que muchas cosas no están bajo nuestro control y sabe que en algunas circunstancias es mejor ser prudente. Un exceso de optimismo no sería un optimismo inteligente. Hay muchos aspectos de nuestra vida que no podemos controlar y eso hay que tenerlo en cuenta para poder enfrentar la adversidad con una actitud de aceptación.
Por muy optimista que uno sea, no se puede evitar el sufrimiento inherente a la propia vida. Tenerlo presente es la clave para no caer en un optimismo ilusorio. En la vida siempre estarán presentes las desgracias, las perdidas, las injusticias, las frustraciones y los malos momentos que no coinciden con nuestras expectativas y deseos, pero eso no invalida que las situaciones difíciles de la vida puedan dotarse de sentido, de esperanza y de una proyección que nos ayude a llevar adelante los momentos difíciles.
Para progresar, necesitamos ser capaces de imaginar realidades alternativas mejores y creer que las podemos realizar. Esta es la fe que nos moviliza y nos ayuda a realizar nuestros objetivos, sin perder de vista las complicaciones y vicisitudes que pueden llegar a presentarse en el camino.
Teñir nuestro futuro de pesimismo u optimismo genera una distorsión importante de la realidad. La vida es una mezcla de alegrías y sinsabores que se presenta de forma muy desprolija. Si lo tenemos presente, podemos posicionarnos en un punto medio y de esa manera, estar mejor preparados para lo que nos toque enfrentar.
Aprender a ser un optimista inteligente no es una cuestión de disciplina y esfuerzo, sino de práctica y perspectiva. Pruébelo; evitar los excesos mentales nos ayuda a vivir mejor.
*Psicóloga y escritora
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