El estado de Colima, con 710,000 habitantes, es el más violento de México. Entre enero y octubre se registraron 542 homicidios por cada 100,000 habitantes. El promedio en el país son 68.
Un reportaje de la cadena Telemundo, señala que Tijuana, que pasa por ser una de las ciudades más violentas del mundo, la tasa ronda los 140. Pero Tijuana, como muchas otras con parecida leyenda, tiene casi dos millones de habitantes: es violenta, pero la mayor población diluye la estadística.
Entre ciudades mayores de 100,000 habitantes, ninguna es como Tecomán. Hay 593 personas desaparecidas al 30 de abril de 2018, la última vez que se actualizó el registro nacional. Este año se han encontrado 106 fosas clandestinas con 136 cuerpos y algunos restos humanos. Más que en ningún otro estado. De ellas, 71 en Tecomán, que es a la postre la ciudad más violenta de México.
Telemundo entrevistó a Ángel de Jesús Corona quien nació en Tecomán, un poblado de 130,000 habitantes junto al océano Pacífico que encabeza desde hace tres años el listado de los municipios más peligrosos de México.
Dice haber vivido varias vidas, y ninguna parece mejor que la anterior. Tiene sólo 29 años, y un listado pormenorizado de sus “aventuras”. A los 13 comenzó a consumir cristal y a robar en los cultivos de limones: terminó desterrado por su propia familia, que lo envió ilegalmente a Estados Unidos.
Trabajó con cocineros de metanfetaminas y transportando drogas a Minneapolis, Las Vegas, Nueva York o Chicago. Se casó con una estadounidense y logró la ciudadanía, tuvo una hija, pero entró y salió de la cárcel más veces de las que cuenta, mientras intentaba dejar “la mala vida”.
El cristal parecía interponerse con sus buenas intenciones. Finalmente lo detuvieron con varias dosis de marihuana en California, se robó una patrulla de la policía y terminó en la prisión de San Quintín por cuatro años. Perdió a su esposa, a su hija y la ciudadanía.
Y me tocó la triste historia de volver a Tecomán. Muy pronto volví a estar drogado todo el tiempo, pero acá las cosas habían cambiado. No hay un mercado libre para esto, cada quien tiene su zona, no puedes comprar aquí y allá porque existe la gran presión de que te van a hacer daño por andar chapulineando. Te matan si le compras a varias personas
Ahora está ingresado en el centro de rehabilitación Lois Burnham, el mismo en el que ya estuvo varias veces Daniela Guadalupe Carreón Gutiérrez. La joven, de 17 años, desapareció el pasado 3 de diciembre: al día siguiente ya estaba en una morgue, pero su familia no la identificó hasta tres semanas después. Al final, dos tatuajes cerraron su historia ya para siempre.
Ángel de Jesús Corona sigue vivo, que no es poco después de tantas “aventuras”. Dice llevar ocho meses sobrio, pero mira a la calle con aprensión y miedo: no quiere abandonar el centro de rehabilitación.
El pánico es interno: no le teme tanto a Tecomán como a sí mismo: “Quise quedarme aquí porque no estoy preparado, a la fecha sigo ayudando a otras personas. Eso me mantiene ocupado y estoy haciendo el bien. Por ahora, no puedo pensar en otra cosa”.
Tecomán tiene unos 523 kilómetros cuadrados: es tierra fértil para cultivos, pero también rica en minerales. Sus 32 kilómetros de litoral albergan playas que sirven de frontera natural para los cultivos de palmas y plátanos, una intrincada maraña de caminos rústicos que actúan como vasos comunicantes.
“Por aquí siempre dejan muchos cuerpos, de día y de noche”, dice ya sin asombro Esmeralda Serrano, de 41 años, mientras recorre una brecha entre propiedades privadas tan cerca del mar como para escuchar el oleaje. Es 25 de diciembre, Navidad, y la ciudad vive un raro periodo de paz: la última ejecución registrada por los medios había sucedido el 16 de diciembre.
“Hace 17 días vinimos a buscar fosas aquí en el municipio de Armería y conseguimos los restos de siete personas”, dijo Serrano a Telemundo, señalando la reja de una propiedad que luce un gran letrero amarillo: Frutas del valle de Manzanillo. Propiedad privada, y el sello de la Fiscalía.
Serrano forma parte de la Red Estatal Desaparecidos en Colima y participa en las búsquedas de nuevas fosas porque, explica, no pierde la esperanza de encontrar a su hermana, Miriam Guadalupe. Desapareció a las cuatro de la tarde del pasado 21 de enero. Tenía 32 años.
“Ella no consumía drogas ni nada de eso, es madre de tres hijos y muy solidaria con todo mundo. Esa vez estaba yendo a la escuela de belleza y unos hombres se bajaron de una camioneta y la levantaron. Desde ese día no sabemos nada de ella. Se me hace muy raro, cada dos o tres meses, hay lugares en los que se desaparecen mujeres; y son jóvenes bonitas, no sé si se las llevan para trata o alguna otra cosa porque son puras muchachitas”, dice con la voz quebrada por el llanto.
Tecomán “es una zona problemática por la incidencia de cárteles delictivos”, explica Fernando Vega Alcaraz, fiscal de Colima especializado en desapariciones.
Lamentablemente, la gran mayoría se encuentra relacionada, no ellos directamente sino su desaparición y fallecimiento, con actividades del crimen organizado, que ha estado operando en ese municipio que colinda con Michoacán y con el puerto de Manzanillo
Aquí es donde Esmeralda Serrano sigue buscando a su hermana. Y entre tanto ha tenido que aprender rápidamente sobre topografía y orografía. Cuenta que, cuando entró al terreno de las fosas de Armería, se percató de que había claros, zonas cuidadas en el terreno entre los árboles que lucían raras.
“Todo se veía muy silvestre pero esas partes estaban como planas, y ahí empezó a excavar la fiscalía; al rato empezaron a sacar cuerpos. Pensé que no iba a poder, pero estar ahí te da fuerza porque si yo ayudo, alguien también me va a ayudar a conseguir a mi hermana. A veces me da nervios”, concluye, porque en Tecomán. En cualquier lado se siente como si caminaras sobre una fosa”.
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