Los cárteles de la droga de México y Colombia realizaron una nueva segmentación de las rutas y mercados de consumidores, de acuerdo con un análisis del Instituto Español de Estudios Estratégicos, que publica el avance geopolítico de los conflictos, y en el que hace un reporte sobre narcotráfico en Centroamérica y el Caribe.
“Las redes del crimen organizado mexicano incluyen decenas de miles de integrantes, agrupados en pandillas, bandas y cárteles, que manejan un portafolio extraordinariamente diversificado de actividades ilícitas —narcóticos, tráfico de personas, robo de combustible, secuestro, etc.— y se embolsan miles de millones de dólares de ganancias anualmente”, destaca el reporte.
Advierte que el escenario para México y Centroamérica es una mayor presencia de cárteles de las drogas y pandillas de las llamadas Mara Salvatrucha.
“Empezando por México, el escenario de la criminalidad organizada en el país azteca ha cambiado sustantivamente durante los últimos años en dos direcciones: fragmentación y diversificación”, de acuerdo con el documento.
Reconoce que si bien es cierto que las acciones gubernamentales han ayudado al debilitamiento de algunos de los cárteles más poderosos del país azteca, como es el caso de Los Zetas, el cártel del Golfo, los Beltrán Leyva y los Caballeros Templarios, otras organizaciones han ido en ascenso, como el cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG) que, gracias a su agresividad e inmensos recursos financieros, ha expandido su presencia a estados como Michoacán, Guerrero, Oaxaca, Veracruz, Baja California y Guanajuato.
Entretanto, otros grupos criminales se han mantenido como estructuras de alcance regional cuya fortuna depende de la relevancia estratégica del territorio que controlan. Este es el caso por ejemplo de los cárteles de Ciudad Juárez y Tijuana, cuya pujanza obedece a que controlan dos plazas críticas para el transporte de narcóticos al territorio estadounidense.
“Más allá de estos actores más conocidos, algunas estimaciones cifran en más de 200 los grupos de crimen organizado menor que operan de manera independiente o en cambiantes alianzas con los principales cárteles. En este escenario extraordinariamente fluido, se ha producido una notable diversificación de las actividades criminales desarrolladas por cárteles y bandas”, agrega el documento.
Si inicialmente las estructuras de crimen organizado nacieron y se consolidaron asociadas al gran boom del narcotráfico que tuvo lugar en México a partir de mediados de los años noventa, en la actualidad se ha ampliado sustancialmente su portafolio de actividades ilegales, dependiendo de las oportunidades disponibles en su área de operaciones. Así, la mayoría de los cárteles o células asociadas a los mismos obtienen ingresos adicionales por medio del secuestro, la extorsión y robo de combustibles.
Las reglas cambian entre México y Colombia
En los últimos años Colombia ha registrado un importante incremento en la producción de cocaína. Un informe de la Oficina de Política Nacional para el Control de Drogas de Estados Unidos destaca que las hectáreas cultivadas de hoja de coca aumentaron un 11%, pasando de 188.000 en 2016 a 209.000 en 2017. Y el escenario frente al potencial de producción de cocaína no es más alentador: con un incremento del 19%, el país llegó a las 921 toneladas métricas en 2017 frente a las 772 que se registraron en 2016.
Lo anterior, aunado a la reorganización entre los cárteles mexicanos también ha llevado a un cambio en la forma en la que los grupos criminales de los dos países realizan negocios.
Los cárteles colombianos, de acuerdo con el informe, han optado por dejar el grueso de la demanda en EEUU y Asia en manos de los mexicanos, para enfocarse en Europa o África Occidental. Lo anterior refleja una nueva forma de suplir a los mercados entre los carteles que en otros tiempos solían disputar a muerte las plazas.
“Por lo que se refiere a su capacidad operativa y su alcance global, las estructuras criminales activas en la región no tienen precedentes. Basta con recordar la capacidad para ejercer control territorial que han demostrado bandas criminales como el clan del Golfo en la región colombiana del Uraba”, según el documento.
El informe del instituto español explica que el paso de droga por el Caribe también se ha potenciado por la permisividad y/o falta de control por parte de las autoridades de Venezuela, así como el contexto de la crisis social que vive ese país, lo que ha provocado la incorporación de muchos venezolanos en este mercado ilícito como un modo de subsistencia.
“La venta de gasolina y alimentos venezolanos a precio subvencionado en Colombia. Por otra parte, la minería ilegal que ha venido acompañada de estallidos de violencia en las zonas del país con yacimientos de metales preciosos. Finalmente, el tráfico de narcóticos procedente de Colombia que ha convertido el territorio venezolano en un inmenso trampolín desde donde salen los envíos de droga hacia Centroamérica y EEUU o bien hacia Europa”, destaca.
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