
Los miles de migrantes centroamericanos pobres que integran enormes caravanas para resguardarse de las bandas del crimen organizado mientras avanzan por México en su ruta hacia Estados Unidos han hecho noticia en la prensa mundial.

Pero la semana pasada en la fronteriza ciudad texana de Laredo, una caravana de aproximadamente 1,500 familias compuesta por migrantes mexicanos y estadounidenses de origen mexicano se dirigía en la dirección opuesta para sus vacaciones de Navidad.

Los mexicanos, todos con su situación legalizada en Estados Unidos, conducían grandes autos cargados de ropa nueva, perfumes y otros regalos navideños y tenían pocas semejanzas con los migrantes centroamericanos que peregrinan hacia el norte a pie, salvo su miedo a los grupos criminales.
"(Hay) mucha extorsión, corrupción, muchas personas que las han asaltado", dijo Jesús Mendoza, un pintor de 35 años que obtuvo en agosto la residencia en Estados Unidos y regresó este año a México por primera vez desde 2001.

Alrededor de la mitad de los 12 millones de mexicanos que viven en Estados Unidos tiene residencia, y el Senado de México esperaba que más de tres millones regresen a casa este año.
Pero hacerlo en automóvil plantea un desafío, ya que las regiones fronterizas del norte de México han sido asoladas por una ola de violencia, alimentada por los cárteles del narcotráfico, que llevó a un récord de 29,000 asesinatos el año pasado.

Con tres hijos pequeños y una esposa que conoció a través de Facebook, Mendoza regresó a un México diferente al que dejó cuando era adolescente antes de que el país se embarcara en la llamada guerra contra las drogas en 2006 y se disparara la violencia.
"A uno le da tristeza, porque uno quiere venir, pero con tantas cosas que se escuchan como que uno mismo se pone a pensar y no quiere viajar con su familia", dijo a Reuters después de llegar a la pequeña ciudad Jalpan de Serra, en el centro de México.

Las caravanas de automóviles hacia México eran poco comunes en años anteriores. Pero quienes han llegado a salvo a casa de sus familiares gracias a ellas afirman que ahora garantizar la seguridad es de vital importancia para su viaje.
“Es triste ver que entrar a México ya no es seguro”, dijo Mariela Ramírez, una residente de Oklahoma nacida en México. “La caravana es segura”.






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