Bajo un fuerte dispositivo de seguridad, 10 presuntos sicarios del Cártel del Noreste fueron trasladados al Centro de Readaptación Social en Piedras Negras, Coahuila, tras ser vinculados al ataque en el municipio Villa Unión, el pasado 30 de noviembre.
La remoción de los gatilleros, identificados como Roberto "N", Héctor "N",Édgar "N", Juan Alberto "N", José Leonardo "N", Iván "N", Edwin Alberto "N", José Fidencio "N", Juan Carlos "N" y Guillermo Santiago "N", se llevó a cabo la tarde de miércoles y participaron elementos de la Secretaría de Seguridad Pública, Policía Federal y Ejército Mexicano.
Según los reportes, los detenidos — entre ellos dos menores de edad —aún portaban uniformes tácticos momentos antes de ingresar al penal.
Los implicados que aún no cumplen la mayoría de edad, fueron enviados a una área donde se les iniciará un proceso.
Entre el reguero de matanzas en que se ha convertido México en estos meses, el pasado fin de semana, al menos 150 sicarios del Cártel del Noreste participaron en un enfrentamiento con elementos de seguridad. El saldo hasta ahora es de 24 personas abatidas, entra ellos 17 sicarios, cuatro elementos policíacos y dos civiles.
En 2011, el Centro de Rehabilitación Social de Piedras Negras fue clave para las operaciones delictivas de Los Zetas en Coahuila.
La venta de drogas y las extorsiones eran sólo algunas de las actividades criminales que dominaban los narcos dentro del penal. Pero el hecho delictivo más grave se encontraba en el campo de exterminio que los sicarios instalaron en Piedras Negras.
La prisión de Coahuila cumplía varias funciones para la célula delictiva: era un refugio para los jefe Zeta, que se escondían de los operativos federales; era una fuente de ingresos gracias a la venta de drogas, refrescos, chicharrones, cobrando cuotas por el uso de las celdas y rentando los cuerpo utilizados para la visita conyugal; en sus talleres instalaban los compartimentos secretos en los automóviles para transportar droga a EEUU.
Servía para reclutar sicarios y como lugar para retener a secuestrados para torturar, ejecutar y desaparecer cadáveres.
De acuerdo con investigaciones del periodista Sergio Aguayo, “El Jefe de Cárcel” era el encargado de las operaciones ilícitas en el penal. El hombre tomó el control del Cereso de diciembre de 2009 hasta enero de 2012.
“El Jefe de Cárcel” tenía un equipo de 92 colaboradores, entre los que había mandaderos, que eran sus brazos ejecutores, sus oídos y sus ojos. Contaba con privilegios y pasatiempos inofensivos; sin embargo, también tenía hábitos siniestros.
El cabecilla solía seleccionar a esposas, hermanas o familiares de internos para tener relaciones sexuales, también disparaba a los guardia de las torres de vigilancia por diversión o golpeaba a los internos que eran homosexuales.
A los reos nuevos les propinaban golpizas y les leían la cartilla. El castigo más frecuente eran los tablazos.
Otras formas de infundir obediencia y miedo estaba echar agua caliente en la espalda o en las manos de los internos, ponerlos a hacer pozos en los campos de futbol para luego taparlos o los sumergían en tanques de agua.
Los Zetas tenían una cárcel dentro del penal conocida como el monte, ahí estaba en el área de máxima seguridad y servía para retener a los internos que cometían alguna infracción del exterior mientras se negociaba el pago del rescate.
También existía un terreno baldío en la zona llamada Laguito Mexicano y un basurero municipal, donde se realizaban ejecuciones y desaparición de cuerpos.
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