Juchitán es una región de México en la que existen tres géneros: hombres, mujeres y muxes. Esta tercera clasificación ha sido reconocida desde épocas inmemoriales, aún antes de la llegada de los españoles hace cinco siglos. Es un término zapoteco, que sólo existe en el Istmo de Tehuantepec, donde juegan un rol fundamental en la comunidad.
Hay dos tipos de muxes, las gunaa y los nguiiu. Los primeros son personas que nacieron como hombres pero que se identifican con la mujer, sienten atracción por hombres y asumen roles femeninos en la sociedad. Por su parte, los nguiiu son aquellos que nacieron como hombres y sienten atracción por otros hombres.
Los zapotecas, pueblo indígena que actualmente habita en Juchitán, reconocen a los muxes como un tercer sexo, sin encasillarlos en hombres o mujeres, por lo que se les respeta y celebra como parte integral de su cultura y familia. La mayoría de ellos asume labores tradicionalmente femeninas, como el bordado o la artesanía.
Cocineras, tejedoras, bordadoras y maquillistas son algunos de los oficios tradicionales que estas personas ejercen. A diferencia de lo que ocurre con la comunidad LGBTTTIQA en algunos estados del país, los muxes no sufren discriminación dentro de su comunidad, pues son valorados por sus aportes toda vez que el dinero y el sistema patriarcal carecen de importancia.
Con los muxes, la ciudad de Juchitán le hace honor a su nombre original, Ixtaxochitlán “lugar de flores blancas”. El pueblo tiene una cultura viviente, donde las fiestas y rituales tienen un juego indispensable en las actividades sociales. A ello se suma la importancia de las mujeres, quienes son las que tienen el control económico y generan sus propios recursos.
La leyenda dice que los muxes se cayeron del bolsillo de Vicente Ferrer, el santo patrón de Juchitán, a su paso por la ciudad, lo que significa que nacieron con una estrella de la suerte. Una segunda versión cuenta que el santo cargaba consigo tres bolsas: una con semillas femeninas, una con semillas masculinas y otra donde las dos estaban mezcladas. De acuerdo con la historia, la tercera bolsa se cayó en Juchitán.
Especialistas en el tema han advertido que en la década de los 70 no existían tantos muxes, sino que eran hombres casados que se distinguían por usar guayaberas con flores, coquetear con otros hombres y ser de una clase social alta, por lo que la gente los reconocía al verlos.
Fue en la década de los 80, cuando mucha gente se fue del municipio, que se aprovechó la apertura sexual y las personas optaron por vestir de manera tradicional con la enagua (prenda de ropa interior femenina hecha a base de algodón) y el huipil (camisa de mujer sin mangas). Muchos de estos hombres sabían bordar y así empezaron a generar oficios, a trasverstirse y a retomar la vieja identidad zapoteca.
Poco a poco, los muxes empezaron a ganar espacios a nivel social y gubernamental, hasta que en 2017 lograron tener su identificación oficial con su identidad de género. Su fama y aceptación se ha extendido por todo México, tanto que para su última edición, la revista Vogue decidió retratar a este tercer sexo.
“Los muxes oaxaqueños se convierten en la prueba viviente de que la magia ancestral aún camina sobre esta tierras”, señaló la revista de moda en un mensaje escrito en su cuenta de Twitter. “En un mundo en el que las etiquetas parecen imprescindibles, los muxes aparecen como una figura que se rehúsa a ser encasillada. El tercer género tiene un importante rol dentro de la historia zapoteca”, resaltó la publicación.
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