Sor Juana Inés de la Cruz: la monja que se convirtió en una de las poetisas más famosas de todos los tiempos

A 371 años de su nacimiento sigue siendo recordada por sus poemas y escritos

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(Foto: Archivo)
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Sor Juana Inés de la Cruz es sin duda una de las más grandes exponentes de las letras mexicanas. Su vida fue sinónimo de rebeldía y genialidad. Aprendió a leer antes de los tres años de edad y se negó a que ser mujer fuera una barrera para adquirir grandes conocimientos.

A 371 años de su nacimiento sigue siendo recordada por su poesía y haber sido pionera del feminismo en México. Juana Inés de Asbaje y Ramírez de Santillana es considerada la primera feminista de América. Hija ilegitima de una mujer criolla y un noble, creció con su madre y abuelo.

Fue una niña autodidacta, pues en su época (nació entre 1948 y 1951) la educación estaba reservada para los nobles. En una muestra clara de su genialidad, escribió una loa eucarística a los 8 años.

“Se dice que su abuelo tenía una pequeña biblioteca en la Hacienda de Panoaya, en la que ella pasó su infancia y tuvo su iniciación intelectual. Se sabe que su primer texto lo escribió a los ocho años de edad, cuando se enteró de una especie de concurso poético en el que se ofrecía como premio un libro; Sor Juana, emocionada, concursó y ganó. Esa loa está perdida y lo único que se sabe es que probablemente estaba escrita en náhuatl”, explicó Dalmacio Rodríguez Hernández, coordinador de la Hemeroteca Nacional de México (HNM), a cargo de la UNAM.

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Toda la vida de Sor Juana estuvo asociada a los libros y a la defensa del derecho intelectual de las mujeres a estudiar. Al respecto, el investigador recordó que aunque “generalmente la recordamos como poetisa, su pasión era por todo el conocimiento”.

Le gustaba la metafísica, sabía azteca, latín y griego, y llegó a la adolescencia con enormes conocimientos de literatura y filosofía.

Entre los 15 y 16 años de edad, la autora de Amor es más laberinto y Los empeños de una casa se declaró “negada al matrimonio” y decidió ingresar como novicia, buscando un lugar donde se le permitiera estudiar y, sobretodo, una forma para escapar del matrimonio.

Fue en 1669 cuando Sor Juana ingresó en el convento de San Jerónimo. De su Carta de respuesta a su confesor, el padre Núñez de Miranda, y de su famosa Respuesta a sor Filotea, se deduce su deseo por escapar de la vida marital.

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Martir del conocimiento, como la llamó Amado Nervo, toda su vida luchó por el derecho intelectual de las mujeres a estudiar, y lo defendió con reflexiones y acciones políticas, valiéndose de sus relaciones y amigos, entre las que figuraba la virreina María Luisa Manrique de Lara y Gonzaga, condesa de Paredes, de la que presuntamente se enamoró.

En el convento Sor Juana hizo vida pública; como le caía bien a los virreyes y a las virreinas, le toleraban muchas cosas. En el locutorio, donde se permitía la visita a las monjas, recibía a amigos, virreyes e intelectuales, con quienes entablaba disquisiciones sobre diversos temas; por esta razón Octavio Paz señaló que las reuniones de locutorio se convirtieron en verdaderas tertulias”, dijo Dalmacio Rodríguez.

En la corte tuvo una segunda formación. Ahí aprendió de literatura cortesana y se relacionó con grandes intelectuales de la época, como Carlos de Sigüenza y Góngora.

En una época sumamente patriarcal, Sor Juana tuvo amigos y protectores, lo que le permitió ser parte de una generación brillante de intelectuales barrocos, que incluso la colocaron como la representación de los novohispanos cultos. La edición de sus obras de lírica, prosa y teatro gozaron de gran reconocimiento en el viejo continente y en los otros virreinatos.

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No se sabe bien si al final de su vida, entre 1692 y 1693, renunció o fue orillada a renunciar al estudio y a su biblioteca, que fue llevada al Arzobispado de México para su venta. Lo que se obtuvo se distribuyó entre la gente pobre como limosna.

La pérdida fue grande, pues a lo largo de su vida la monja había reunido más de 4,000 ejemplares. Además tenía instrumentos musicales, y posiblemente hasta de astronomía. Su interés por todos los campos del conocimiento eran tales que llegó a hacer un tratado de música, hoy perdido, titulado "El Caracol”.

Sobre la pérdida de su biblioteca, el académico de la UNAM dijo que “los actos de sacrificio y desprendimiento no eran extraños en esa época, al contrario, se concebían como pruebas de máxima religiosidad".

Aunque Sor Juana no era la religiosa perfecta, profesaba una verdadera fe cristiana, y sería un triunfo decir que logró vencer su vanidad de conocimiento para dedicarse totalmente a Dios. Al poco tiempo de este acto, enfermó y murió.

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De manera anecdótica, se sabe que Sor Juana en alguna ocasión para reprenderla por dedicarse más a la vida intelectual que a la devoción, se le prohibió estudiar. Entonces comenzó a hacer deducciones filosóficas y científicas de aspectos de la vida cotidiana.

“Siempre dijo que su capacidad de entendimiento era un don de Dios. ¿Quién podía refutarle a Dios habérselo dado? Nadie podía contravenir eso”, expuso el universitario.

Tras su muerte se convirtió en una de las escritoras mexicanas más importantes de la literatura. Para honrar su vida, se fijo el 12 de noviembre como Día Nacional del Libro. Fue hace 40 años que por decreto presidencial, su fecha de nacimiento es una fecha oficial para difundir la cultura.

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