Lo acontecido en Bolivia ha encendido las luces rojas de los operadores en materia de política exterior del gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador que encabeza la 4T (cuarta transformación). Tanto el canciller, Marcelo Ebrard, como el subsecretario de América Latina, Maximiliano Reyes Zúñiga, quien se apresuró en reconocer el triunfo de Evo cuando había sospechas de irregularidades en el proceso electoral, así como una larga lista de funcionarios públicos establecieron un frente común condenando el “golpe de Estado” en Bolivia y la pasividad de la Organización de Estados Americanos (OEA) ante lo que ha acontecido en los últimos días.
Esta reacción en cadena no es fortuita. La reciente coyuntura nacional del país, que se encuentra ante una crisis de seguridad nunca antes vista, y los acontecimientos políticos en Bolivia, sin duda marcarán el destino de la política exterior en la región y por supuesto, la de la política interna de México, más aún cuando recientemente se habló de un malestar de la cúpula militar. Aquí el lema de la mejor política exterior es la continuación de la interna si es viable.
Los impulsores de la 4T no quieren dejar espacio para que en México se germine un movimiento similar al boliviano en un contexto de polarización política nacional y en vísperas de las elecciones intermedias del año 2021 y la posibilidad de poner en escrutinio al presidente de la república mediante la ley de revocación de mandato aprobada por el Senado mexicano en el mes de octubre pasado y que en caso de que sea solicitado a través de la recolección de 36 millones 739 de firmas de ciudadanos inscritos en el padrón electoral, podría llevarse a cabo el 22 de marzo del año de 2022.
Los estrategas de la 4T no quieren dejar cabos sin atar, es por ello, que ahora echan mano de la tradición mexicana con respecto al asilo y reinterpretan los principios de la política exterior del país bajo “la no intervención” y la condena de lo que acontece en Bolivia. Mientras se trata de controlar la tremenda crisis política por la que atraviesa Bolivia, Evo llega a México y seguramente se convertirá en el símbolo de un movimiento regional-eje progresista que sacará a México de su aislacionismo o localismo de la 4T y junto con los Fernández de Argentina, intentarán reactivar el movimiento progresista latinoamericano que alguna vez dividió a Latinoamérica en dos bandos: MERCOSUR-UNASUR vs La Alianza del Pacífico. La reorganización de las tendencias políticas en la región es una realidad. Habrá que ver cuáles serán los pasos de la política exterior mexicana que tendrá que navegar cuidadosamente las aguas del doble discurso en donde se busca una asociación económica estratégica con Estados Unidos y Canadá mediante el nuevo T-MEC y políticamente con el espíritu integracionista con América Latina. Mientras esto sucede, la política de la 4T tendrá que jugar sus fichas cuidadosamente para que el viejo dicho mexicano, que cabría en este suceso, no se cumpla: lo que se hizo con el pico, se borró con la cola. Al tiempo.
*Profesor Investigador de la Facultad de Economía y Negocios de la Universidad Anáhuac, México
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