OPINIÓN: Crisis en América Latina y el fantasma de la Primavera Árabe

En la región, la inconformidad social crece y desafía al Estado. La primera ‘ficha’ en caer, provocando el efecto dominó, fue Ecuador. La economía y la política dieron un giro radical y así de radical fue la respuesta de las organizaciones y los ciudadanos

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(Foto: Marco Bello/Reuters)
(Foto: Marco Bello/Reuters)

En América Latina estamos siendo testigos de acontecimientos donde las marchas, bloqueos y demás acciones de la población civil están buscando un cambio de rumbo político y/o económico, nuevas políticas públicas o mejoras en lo general. Cada país tiene sus propias características, pero todos los movimientos bajo un hilo conductor: la crisis de credibilidad en sus gobiernos, los resultados a medias o negativos de sus respectivos proyectos, sean de derecha o izquierda.

La inconformidad social crece y desafía al Estado, va de país en país, en un ‘efecto dominó’, fenómeno parecido a la Primavera Árabe, pero ahora en nuestra región. Los problemas no son nuevos, pero la falta de solución, el incremento en la magnitud de esos problemas o la aplicación incorrecta de soluciones, han llegado a tales puntos que, por parte de la población, hay una reacción enérgica. En algunos casos, la respuesta ha sido aún más enérgica por parte de las autoridades, lo que se ha convertido en un círculo vicioso, generando el costo de vidas humanas.

La primera ‘ficha’ en caer, provocando el efecto dominó, fue Ecuador. La economía y la política dieron un giro radical y así de radical fue la respuesta de las organizaciones y los ciudadanos. ¿Pero por qué en esta ocasión es diferente?

La receta del Fondo Monetario Internacional (FMI) se aplicó de manera directa, los gobiernos en turno realizaban ajustes de manera paulatina. Buscaron, primero, el acuerdo o hacer negociaciones pertinentes; esto no ocurrió en Ecuador, se desató una ola de protestas llegando al estado de excepción, lo que provocó el trasladado de los poderes a una nueva ciudad, es decir, mudar la capital por el profundo malestar social.

El gobierno ecuatoriano en turno dio marcha atrás, después de mucha brutalidad por ambas partes. Aquí, la clave: Ecuador, al cambiar, ceder, negociar o verse derrotado, según el cristal con que se vea, dio el precedente perfecto para alimentar de esperanza a los ciudadanos de la región. Causando el contagio social, se busca que los gobiernos accedan a las demandas ciudadanas. Rápidamente, en Bolivia, Chile y más recientemente Argentina, el malestar social se transformó en resistencia y acción por parte de sindicatos, comités, agrupaciones y ciudadanos.

En Bolivia, las movilizaciones son en contra de la reelección de Evo Morales y la sospecha de fraude en la elección. En Chile, la población también se inspiró en Ecuador, y al incrementar el precio de boleto del Metro se desató el malestar acumulado por todos los demás aumentos y ajustes. La petición, ahora, no es sólo ajustar o revocar los aumentos, se está llegando a la esencia del sistema chileno.

Y esto a su vez agita a la región por el ejemplo político, social y económico que es Chile, contagiando y catapultando la protesta a la vecina Argentina, que ante un proceso electoral impulsó a los ciudadanos al cambio, o al regreso, del Peronismo. En Argentina no se tomaron las calles, sino que las casillas hablaron.

Tanto cambios de izquierda como de derecha están resintiendo el efecto Ecuador. La población está fastidiada de hacer y no ver resultados, la región latinoamericana era la única en el mundo que no se movía; vuelve a caer en crisis y no despega, a pesar de los cambios de orientación política.

El mundo latinoamericano tiene, en mayor o menor medida, las características que Fukuyama contempla como pilares para el proceso de cambio, es decir, educación, aspiraciones al bienestar económico, a la seguridad y el deseo de reconocimiento individual; elementos que tuvo el Bloque Oriental, en los años 80, y la Primavera Árabe, a inicio de la segunda década del siglo XXI.

Hay que agregar la comunicación de masas, que no se debe confundir con medios de información. Para un verdadero sistema democrático, según Fukuyama, hace falta la comunicación de masas, que se está dando ahora gracias a Facebook, Twitter y otras redes sociales. Los procesos en Latinoamérica son más rápidos que en el norte de África y no sólo eso, el control y represión no existen como tal, si lo comparamos con el mundo árabe. El activismo es mayor, ya que no estamos hablando de dictaduras en la máxima expresión de la palabra y la población es mucho más libre en esta zona del planeta.

Kennedy lo dijo una vez: “Las democracias no son perfectas”. Desde Estados Unidos hasta Europa, pasando por Latinoamérica y países de África, Asia y Oceanía, la democracia se ha hecho menos perfecta y a esto se suman problemas económicos nacionales, regionales y globales.

El ‘efecto dominó’ en el mundo musulmán se detuvo en Siria, con un conflicto bélico que sigue hasta hoy. Se creyó que no se podría dar en otra parte del mundo; ahora vemos que sí. La comunicación de masas, la información y la creciente decepción de modelos, hace que todos nosotros podamos compartir información, experiencias y estilos de vida, provocando que busquemos cambios en nuestras localidades, así como denunciar y observar a los poderes económicos y políticos.

Al igual que en la Primavera Árabe, ya cayó un presidente, el de Bolivia (Evo Morales); pero América Latina da un toque diferente, ganó el contrario, regresando en Argentina (Alberto Fernández); sale de prisión (Lula) el de Brasil, y se busca la renuncia con el de Chile (Sebastián Piñera) y su constitución tiene las horas contadas. Hay protestas en Colombia y Perú, así como Costa Rica... ¿seguirán los cambios?

Paraguay también se moviliza y Uruguay siente presiones. Centroamérica es donde no se ven movilizaciones, desgraciadamente, los inconformes son los que han sido agraviados y no están ahí, han migrado, por lo que no veremos el efecto dominó que fue mitigado por la migración, convirtiéndose en el gran rompeolas. Venezuela sería el punto máximo de los cambios, pero de darse ahí sería de forma violenta, tal vez convirtiéndose en la Siria de América.

La Revolución del Jazmín no sólo pudo contagiar a sus vecinos, sino también a países como España, Grecia o Irlanda, y ahora lo hace con América Latina. Es en este punto donde nos replanteamos si hemos logrado una sociedad que termine con la historia como lo decía Fukuyama y no parece que sea así en la realidad.

Nosotros vimos a los países árabes como inferiores, pero al preguntarnos si existen estos sencillos puntos en nuestra región: libertad de prensa, seguridad social, protección de las minorías, igualdad de sexo, separación y autonomía de los poderes, desarrollo económico y un mínimo de bienestar, vemos que las respuestas no fueron un rotundo sí; por eso se desencadenaron los actuales movimientos Latinoamérica.

Están cambiando y cayendo proyectos tanto de izquierda como de derecha. Eso no importa, lo que se busca no lo ha logrado del todo ninguno de los dos proyectos.

*Académico del Departamento de Estudios Internacionales de la Universidad Iberoamericana Ciudad de México

Lo aquí publicado es responsabilidad del autor y no representa la postura editorial de este medio

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