La desgracia tiene muchas formas. Para la familia LeBarón una de ellas es el crimen organizado.
El pasado lunes, la tragedia golpeó nuevamente al clan mormón que vive en Galeana, Chihuahua. En 2009 se convirtió en un improbable defensor de los derechos humanos a nivel nacional, al levantar la voz y exigir el fin de la violencia.
Su papel cobró notoriedad entonces porque fue una de las pocas víctimas dispuestas a dar la cara para explicar cómo el crimen había rotos sus vidas. Diez años después, los LeBarón han vuelto a narrar un horror que no cesa. En un hecho lleno de saña, nueve personas, —tres mujeres y seis niños—, fueron baleadas e incineradas en medio de una disputa entre grupos criminales.
Julián LeBarón —activista y agricultor— fue uno de los primeros de llegar a la desoladora escena del crimen en un camino de tierra que conecta a la comunidad mormona en Chihuahua con el estado vecino de Sonora.
El activista pidió ayuda a las autoridades locales horas después del incidente; sin embargo, estas tardaron en responder. La madrugada del martes un helicópetero de las Fuerzas Armadas evacuó a cinco de los heridos a un hospital en Arizona, Estados Unidos.
Según lo detallado, tres mujeres, Rhonita Maria Miller, Dawna Langford y Christina Marie Langford Johnson iban en sendas camionetas, la primera con siete niños, la segunda con cuatro y la última con un bebé, cuando uno de los vehículos sufrió un pinchazo y esperó en el camino por un repuesto.
Presuntamente durante la espera fue cuando se inició el ataque. Una célula criminal, —identificada por la Fiscalía de Chihuahua como Los Jaguares—, emboscó a la unidad averiada y abrió fuego contra los pasajeros. Debido a que uno de las municiones perforó la entrada de combustible, la camioneta se incendió y Rhonita y sus hijos, dos de ellos con unos meses de edad, murieron en el incendio.
Poco después llegó el resto de la familia y encontró la camioneta incendiada. Siguieron el camino para pedir ayuda pero kilómetros adelante fueron atacados.
Los niños que sobrevivieron le contaron a su familia que Christina Marie, una de las víctimas, bajó del auto con las manos en alto. Quiso decir a los agresores que sólo viajaban mujeres y niños. No la escucharon.
Los sicarios le dispararon en el pecho. El saldo brutal fue de nueve muertos.
Seis niños resultaron heridos y una niña permaneció desaparecida unas horas. Vecinos de la zona la encontraron caminando a unos 10 kilómetros del lugar donde ocurrió el ataque.
Más de 48 horas después de la masacre, la comunidad mormona no tiene claro lo ocurrido, ni tampoco quiénes son los responsables.
En una de las camionetas, las autoridades encontraron los cuerpos de Dawna Langford con dos de sus hijos, de 11 y 2 años. A unos cuantos metros de la tercera unidad, estaba Christina Marie boca abajo y su bebé, a quien logró poner a salvo.
En el vehículo incinerado se localizaban los restos de Rhonita y sus cuatro pequeños de 12, 8 años y las gemelas de 11 meses de edad.
“Impactada, simplemente impactada. Me tomó tiempo asimilarlo, creo que todavía no lo he asimilado, creo que todavía estoy impactada de que algo así le pase a mi familia” señaló la familiar de las víctimas, Lea Staddon, en entrevista con Ciro Gómez Leyva.
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