La victoria de López Obrador en julio de 2018 en México pudo ser vista como el coletazo de una ola rosa que cubrió América Latina a comienzos de este siglo. O como la primera fase de una segunda oleada de gobiernos progresistas. Las crisis de Ecuador y Chile, la probable victoria de Evo Morales en Bolivia y el primer puesto del Frente Amplio en Uruguay, camino a la segunda vuelta, pueden hacernos pensar que la llegada de Alberto Fernández a la Casa Rosada constituye suerte de un regreso, poco claro, desarticulado, quizás caótico, de la izquierda al poder en la región. A diferencia del ciclo de expansión de las materias primas que acompañó los gobiernos de Lula, Kirchner, Chávez, Correa y Mujica, el contexto actual luce más adverso para una región caracterizada por su desigualdad.
Alberto Fernández vence en primera vuelta, con algo más del 48% de los votos, sobre un presidente que buscaba reelección luego de un fracaso económico indiscutible. Aun así, Macri logró algo más que el 40% de los votos, lo que deja a la sociedad argentina dividida casi en mitades y con un Congreso que forzará alianzas permanentemente. Y aunque la ideologización de la vida política argentina no necesariamente disminuirá en el futuro cercano, la magnitud de los problemas económicos (inflación, tasas de interés, y sobre-endeudamiento) forzará al presidente electo a un pragmatismo que, puede esperarse, lo acerque a López Obrador.
¿A qué me refiero con pragmatismo? Sintéticamente, a la anteposición de la creación y mantenimiento de condiciones de gobernabilidad antes que a políticas programáticas en áreas estratégicas. En primer lugar, Fernández, al igual que ALMO, no enfrentará poderes fácticos de la sociedad y la economía con medidas que, aunque populares, pudieran desequilibrar aún más esa entelequia que se denomina mercado. AMLO ha hecho de la austeridad uno de sus ejes políticos, en buena medida para mostrar un compromiso con las cuentas públicas y una gestión macroeconómicamente responsable. Fernández hará lo mismo, pero porque no tiene de otra. Si Argentina quiere pagar sus deudas, deberá proponer y defender una austeridad similar que, paradójicamente, pondrá tensión con quienes buscan un estado más activo en la promoción de los intereses de los sectores vulnerables. En pocas palabras, AMLO y Fernández administran y administrarán escasez.
En segundo lugar, las políticas de corte progresista que la limitación económica impone se reducirán a medidas de tipo asistencialista, en buena medida debido a la urgencia y al grado de deterioro del tejido social que se encontró AMLO y que Fernández conoce. Programas de apoyo a estudiantes o a campesinos, que ponen algunos recursos en los bolsillos castigados de las familias mexicanas, se corresponden con el plan contra el hambre que Fernández ya ha anunciado en campaña para reducir la indigencia. Las pensiones a adultos mayores que AMLO implementó al llegar al poder apuntan a lo mismo que la propuesta de Fernández de medicamentos gratis para los jubilados. Sin embargo, ni allá ni acá, ni antes ni ahora, se ha escuchado sobre reformas fiscales que apunten a impuestos progresivos a través de los cuales se reconozca la necesidad de enfrentar la desigualdad estructural. Menos se ha oído sobre políticas que defiendan la necesidad ciudadana por una pluralidad real de fuentes de información, base de cualquier democracia. En pocas palabras, AMLO y Fernández gobiernan y gobernarán desde principios neoliberales –pero renegando de ellos.
Hay un punto, sin embargo, en el que no será fácil que Fernández se vea reflejado en AMLO. Si su presidencia no es mínimamente exitosa en paliar los efectos devastadores de las políticas económicas y sociales existentes, la sociedad, organizada o no, pacíficamente o como pueda, saldrá a la calle a demandárselo. En eso, Fernández está más cerca de Piñera y, por ello, no deberá ignorar ese espejo tampoco.
* Profesor de tiempo completo en el Departamento de Relaciones Internacionales y Ciencia Política en la Universidad de las Américas Puebla e Investigador Afiliado al Departamento de Sociología de la Universidad de Cambridge. MIEMBRO DEL SISTEMA NACIONAL DE INVESTIGADORES (SNI) Nivel 2
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