La Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) resolvió el pasado 2 de octubre que los hijos de padres divorciados tienen derecho a expresar su opinión sobre con qué progenitor quieren convivir, con lo cual, se autorizó que se realicen modificaciones en el régimen de convivencia.
El grado de madurez y el contexto de cada niño será primordial para que el juzgado pueda garantizar el interés superior de los menores de edad. “Cuando una relación de pareja termina los niños son los más afectados en términos de cómo establecer un régimen de convivencia”, explicó Francisco Burgoa Perea, profesor de Derecho Constitucional de la Facultad de Derecho de la UNAM.
El académico refirió que los niños, al no estar con alguno de los padres, se enfrentan a una serie de problemas psicológicos, emocionales, sociales y económicos. En ese contexto, la SCJN, con el objetivo de garantizar el interés superior del menor, tomará en cuenta su opinión de si ellos quieren convivir con el padre o madre que no tiene la custodia. “Es muy importante que los escuchen para que en todo momento los niños puedan opinar en cuanto a una decisión que puede interpretarse como arbitraria por parte de una persona ajena a ese asunto familiar, como lo es un juez”.
Resaltó que ésta no es una medida restrictiva sino que invita a restablecer y garantizar los derechos de los infantes. Al momento de ser escuchados el juez de lo familiar podrá determinar si se corrige algún comportamiento del padre para efecto de proteger el óptimo desarrollo psicológico, emocional y social que esta decisión de la Corte busca.
No hay una edad específica para que los niños lo lleven a cabo, ya que dependerá del grado de madurez que tengan. A partir de ahí se decidirá si la opinión es válida o si se requiere de algún dictamen psicológico para saber si hay alguna influencia del padre o la madre para que no conviva con el otro progenitor.
“No hay que olvidar que el derecho de convivir con los padres es un derecho de los niños, no de los padres y si los menores no van a tener la seguridad necesaria para la convivencia, ese derecho se salvaguarda hacia ellos”.
Finalmente, reiteró que si los niños tienen la necesidad de convivir con su padre o madre se debe de garantizar ese derecho de convivencia en una atmósfera de armonía o en un centro de convivencia bajo supervisión. Asimismo, con esto, los padres tienen una oportunidad de corregir conductas negativas, de volverse mentores para que transmitan valores cívicos y familiares, así como darles tiempo de calidad.
El bienestar de ellos debería ser la prioridad ante una ruptura.
“Hay que pensarlo así: si alguna vez nos amamos, nos elegimos como pareja y producto de esto nació un hijo, tenemos que hacernos responsables de nuestras elecciones y no ponerlos a ellos en el medio. Vamos a ser padres por el resto de nuestras vidas y que no queda otra que llevarnos bien, que hay que acordar, aunque no estemos en todo de acuerdo. Encontrar puntos de encuentro para que el hijo o hija tenga una vida saludable y no que sienta que cuando está con mamá, está en deuda con papá y viceversa”, explicó a Infobae el licenciado en psicología Mauricio Strugo, especialista en parejas y familias.
Sobreponerse a una ruptura amorosa no es fácil, pero para lograr una coparentalidad exitosa hay una clave básica: separar la relación personal de la que tenemos como mamá y papá de los chicos.
Un equipo de padres
Parece una utopía, pero de máxima, hay que intentar armar un dream team dispuestos a dar todo y dejar de lado el ego, por el niño que los necesita.
“Si él ve que sus padres se llevan bien a pesar de sus diferencias, no tendrá la fantasía de creer que hizo algo mal o que no lo hizo bien. Es importante que sepa que puede contar con ellos y que no tiene que ser fiel a ninguno de los dos sino a sí mismo”, alerta Strugo.
Formar un buen equipo de padres no es imposible. Como primera medida, hay que intentar guardar los sentimientos en un cajón al momento del encuentro o en cada comunicación telefónica, sino la vida diaria será muy tediosa. Es difícil, pero hay que buscar la manera de que la convivencia sea lo más civilizada posible; entonces mostrarse celosos, heridos, traicionados o enojados, no suma demasiado.
Uno de los primeros temas en los que deberán ponerse de acuerdo es en cómo van a repartirse el tiempo con los hijos. Para saber qué les conviene a los niños, se puede establecer, de común acuerdo entre padres e hijos (si estos tienen la edad para opinar al respecto), cuáles serían las fechas que van a compartir con papá o con mamá y realizar un cronograma con el fin de que todos conozcan el horario, el cual debe ser flexible, en la medida en que se presente alguna dificultad. Así todos saben qué sucederá con anticipación.
Es necesario armar, además, una red de contención que vaya más allá de la pareja y generar vínculos con abuelos, tíos, amigos, personas de confianza de los chicos que también puedan ayudar en caso de enfermedades o complicaciones.
Dejar de lado actitudes tóxicas
Como ambos seguirán ligados de por vida, es mejor elegir qué batallas librar y convivir en esta nueva estructura de la mejor manera posible. Entonces, tener en cuenta algunos cambios de actitud que pueden mejorar en la relación con el otro.
– Proponer en lugar de imponer: en vez de demandar, es mejor arrancar con una sugerencia como “¿podríamos probar con tal cosa?”. Hablar en plural, dentro de lo posible.
– Limitar la charla en los hijos: si suelen pelearse por todo y cada tema es un foco de conflicto, sólo conversen sobre lo relacionado a los chicos.
– Escuchar: es algo que muy pocos hacemos y es necesario. Aprender a oír lo que el otro tiene para decir. Lo mismo que pedirle su opinión, una técnica sencilla que puede condicionar positivamente una comunicación, porque demuestra una valoración del punto de vista del otro.
Es mejor evitar:
– No referirse al ex como “la tonta”, “ese inútill”, y menos delante de los niños. Con tales calificativos únicamente los herimos a ellos. Mejor decir: “el papá de mis hijos” o “mi expareja”. Lo mismo corre para familiares: abuelos, tíos, amigos y nuevas parejas.
– No desautorizar al otro si puso una penitencia o prohibió, por ejemplo, el uso del celular. Si no estamos de acuerdo, es conveniente hablar directamente con el exesposo(a) en lugar de bajarle línea contraria al niño.
– El hijo no es un mensajero, ni cadete ni investigador, entonces no debemos hacerle preguntas sobre la vida del otro padre. Menos hacerle escoger a quién quiere más ni chantajearlo con regalos. La responsabilidad de educarlo es de los dos.
– No hay que olvidarse las normas de cortesía: cuando se encuentren, deben saludarse y despedirse cordialmente.
– No poner al chico en contra de su papá o de su mamá. Que los adultos hayan dejado de quererse no quiere decir que él deba hacerlo también.
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