“A la altura del aeropuerto internacional en Culiacán, Sinaloa, reportan que ahí llegaron más de 150 elementos de la DEA, que van a estar laborando en carros particulares. ¡Para que estén enterados y se mantengan pendientes!”.
La frase pertenece al audio de un supuesto sicario que alertaba sobre la llegada de agentes de la Administración para el Control de Drogas (DEA por sus siglas en inglés) al bastión del Cártel de Sinaloa, tres meses antes del operativo fallido para capturar a Ovidio Guzmán, hijo del Chapo.
Pese a que las grabaciones, obtenidas por el diario local Río Doce, se volvieron virales entre punteros, burreros, pistoleros y narcos de la organización criminal, la información nunca trascendió en los medios locales, ni se publicó algo al respecto.
Un recorrido realizado por el reportero, Miguel Ángel Vega, durante esos días, reveló que en algunos de los hoteles de mayor prestigio en Culiacán se encontraban uno o dos vehículos estacionados, de manera permanente.
El argumento de la presencia de los vehículos fue que se trataba de unidades de Uber, pero nunca recogían pasajes. Fue entonces, que los “jefes” del Cártel de Sinaloa confirmaron que se trataba de agentes de la DEA, que estaban operando en Culiacán junto a autoridades de inteligencia de gobierno del estado y de orden militar.
Según informes, la visita de las autoridades estadounidenses tenía la finalidad de investigar la producción de fentanilo, en la ciudad fronteriza.
Dos meses antes de la visita de agentes de la DEA, el gobierno de Sinaloa había desmantelado un laboratorio de fentanilo en la colonia Lomas de San Isidro, al sur de Culiacán. Desde ese momento, se tuvo la certeza de que el Cártel de Sinaloa estaba produciendo droga sintética.
Un informe de inteligencia reportó que los Chapitos eran los principales proveedores de fentanilo en la Unión Americana.
Aunque el ataque del pasado 17 de octubre entre militares y sicarios del Cártel de Sinaloa no estaba contemplado, el operativo, en cambio, estaba preparados desde hacía por lo menos un mes una semana.
El pasado 26 de octubre, Infobae México reportó que el desastroso operativo para detener con fines de extradición a Ovidio Guzmán López no fue una decisión espontánea, se podría haber gestado un mes atrás y la Administración para el Control de las Drogas (DEA por sus siglas en inglés) jugaría un papel importante.
Fotos, documentos y reportes locales, dan cuenta de una reunión de agentes estadounidenses con funcionarios estatales y federales 36 días antes del 17 de octubre, cuando Culiacán, Sinaloa, se convirtió en un infierno.
Dada a la preocupación del presidente Donald Trump por el incremento en el trasiego de heroína, metanfetaminas, fentanilo y cocaína a Alabama y Nueva Orleans, presuntamente provenientes de cárteles mexicanos, la agencia estadounidense habría promovido el movimiento contra el hijo de Joaquín “El Chapo” Guzmán.
El pasado 11 de septiembre, una delegación de 20 servidores públicos federales y fiscales de dichos estados americanos, llegaron a México para entender cómo opera el crimen organizado en nuestro país.
La visita fue realizada por el Departamento de Estados de Norteamérica, la División de Operaciones de la DEA, y la Dirección de la DEA que opera en nuestro país y gestionada al más alto nivel del gobierno mexicano.
Fue un miércoles, cuando la delegación estadounidense arribó temprano a la embajada de Estados Unidos en la Ciudad de México y se encontró con el director regional de la DEA en México, Terry Cole, quien los orientó sobre el poder de fuego de las células criminales. De acuerdo a sus cálculos, el 2019 podría finalizar con unos 35,000 homicidios en México
El 12 de septiembre de 2019, un helicóptero Black Hawk de la Secretaría de Marina trasladó a las delegaciones a la ciudad de Culiacán.
La aeronave se encontraba habilitada con una metralleta de alto nivel, como una medida de seguridad por si alguien en el gobierno había filtrado la información de su visita y les atacaban en el aire.
Su sorpresa fue mayor cuando el teniente y jefe de la Policía Estatal de Sinaloa, Cristóbal Castañeda Camarillo, se presentó con ellos y se sentó junto a la salida de emergencia del Black Hawk con un arma de alto calibre, por si los traficantes querían derribar la aeronave.
Los funcionarios aterrizaron en una zona boscosa, relativamente cerca al área urbana de Culiacán. Cuando pisaron tierra, los flanqueó elementos de la Policía Estatal y marinos.
Entre la maleza se encontraba un enorme narcolaboratorio, recientemente decomisado al Cártel de Sinaloa: había fogatas, decenas de bidones blancos y azules —algunos marcados con mensajes en mandarín—, lonas camufladas para despistar desde lo alto, tanques de gas, y decenas de ollas con capacidad de 200 kilogramos.
Los cálculos de los estadounidenses revelaron que sólo ese laboratorio era capaz de producir tres toneladas de metanfetamina, lo que equivalía a USD 120 millones al mes. Frente a ellos tenían un lugar que generaba USD 1.4 mil millones anuales por “envenenar” a sus ciudadanos.
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