La salud mental es un tema que ha cobrado especial relevancia entre la generación millennial, quienes son más receptivos a hablar sobre problemas como la depresión, el estrés y la ansiedad, y más conscientes del impacto que estos tienen en su vida. Esto los lleva a evitar entornos donde pongan en riesgo su estado de bienestar.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) define la salud mental como un estado de bienestar durante el las personas son conscientes de sus capacidades y pueden afrontar las tensiones de la vida para desarrollarse en su trabajo y su comunidad.
De acuerdo con la prestigiosa consultora Deloitte, la generación millennial, nacidos entre 1981 y 1994, se ha desarrollado laboralmente en un entorno cargado de consecuencias negativas de la recesión de 2008, lo que ha afectado las condiciones bajo las cuales a trabajado, es decir, bajos salarios y expectativas profesionales.
Pero estas no son las únicas dificultades a las que se enfrentan. De acuerdo con un estudio realizado por la revista Harvard Business Review, la tasa de rotación entre los millennials y generación Z (1995- 2005) es más grande en otras generaciones, el 75% dejó su puesto de trabajo por razones de salud mental.
La Harvard Business Review aplicó una encuesta de la cual obtuvieron que el 86% considera que la cultura de una empresa debe apoyar la salud mental. Este cambio generacional indica que el estado de bienestar será la próxima frontera de diversidad e inclusión, afirmó la revista.
Las empresas no están haciendo lo suficiente para romper el estigma sobre las personas que tienen una afección mental. Esto a pesar que los problemas de salud mental afectan la productividad de los empleados.
Uno de los resultados obtenidos de la encuesta señala que los millennials, la generación Z y quienes se incluyen en la comunidad LGBTQ+ tienen más probabilidades de experimentar problemas que afectan su salud mental, pero están más abiertos al diagnóstico, tratamiento y hablar de ello en el trabajo. Esto muestra que las necesidades e intereses entre los empleados jóvenes y diversos y las empresas no compaginan.
Tampoco ayudan las prácticas laborales de realizar varias tareas a la vez. Suele pensarse que pueden hacerlo son más productivas, sin embargo ese ritmo es difícil de mantener y a larga ocasionan agotamiento físico y cognitivo. Esa fase se le conoce como crisis mental y lleva a la gente a renunciar a sus empleos.
La situación sobre la salud mental en México es desalentadora. La tasa de casos de depresión aumentaron un 36% entre el 2014 y el 2017, de acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Goegrafía (Inegi).
El 28.6% de la población padece algún trastorno mental, donde el primer lugar lo ocupa la ansiedad, según cifras de la Encuesta Nacional de Epidemiología Psiquiátrica en México. Además, el país ocupa el primer lugar en estrés laboral. El 75% de los trabajadores lo padecen, reportó la OMS.
A pesar de ello, los mexicanos no asisten al psicólogo, que es el especialista en la salud capacitado para tratar estos problemas, porque no está bien visto ir con un terapeuta. Socialmente todavía está arraigada la idea de que “al psicólogo sólo van los que están locos”, explicó Francisco Martínez León, académico de la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
La personas asisten a terapia cuando las herramientas y habilidades que tienen dejan de ser suficientes, dijo Martínez León. “Cuando te duelen las emociones no acudes con nadie. Se lo cuentas a amigos o a tu pareja, pero realmente no se atiende la parte de la salud mental”, afirmó el especialista.
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