“Abrazos, no balazos”, fue una de las frases más usadas por el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, durante su campaña para convertirse en mandatario y en sus primeros meses de gobierno. La expresión es un slogan de una de sus principales políticas: cambiar radicalmente la estrategia para combatir la cada día más grave crisis de violencia e inseguridad en el país.
Sin embargo, la semana pasada, la actual administración se encontró con uno de sus peores momentos en el naciente sexenio. Después de que fuerzas federales capturaran en Culiacán a Ovidio Guzmán López, hijo de Joaquín “El Chapo” Guzmán Loera, el gobierno decidió liberarlo para evitar una confrontación que hubiese resultado en una alta pérdida de vidas.
Y es que el operativo no sólo se vio superado en número por los sicarios que acudieron a la defensa de uno de sus líderes, sino que el Cártel de Sinaloa, todavía poderoso en la capital de Sinaloa y en todo el estado, sitió la urbe y prometió una masacre si Guzmán López, que tenía una orden de extradición a Estados Unidos, donde su padre cumple cadena perpetua, no era liberado.
“Si antes del desastre parecía que había partes de México que estaban bajo el control absoluto de los narcotraficantes, ahora está claro que todo el país se ha convertido en un estado fallido donde fuerzas anti sistémicas pueden hacer lo que deseen frente a un gobierno sin ideas que prefiere ser un espectador y evitar cumplir con sus obligaciones más básicas”, señaló Manuel Suárez-Mier, economista y ex jefe de gabinete del gobernador del Banco de México, en un artículo publicado en el diario digital Asia Times.
“Los Estados Unidos han estado preocupados por la situación desde hace tiempo. En 2008, un reporte sobre Pakistán y México realizado por el Comando de las Fuerzas Conjuntas de ese país advirtió que en el peor de los casos, ‘dos países grandes e importantes podrían tener un rápido y repentino colapso’”, añadió Suárez-Mier.
La situación de violencia e inseguridad, cuyos índices comenzaron a elevarse sobre todo a partir de la llamada “Guerra contra el narcotráfico” que lanzó el presidente Felipe Calderón (2006-2012) no ha mejorado en los dos últimos sexenios. Ni Enrique Peña Nieto (2012-2018) ni López Obrador (2018-2024) han cumplido con su promesa de que la situación se resolvería bajo sus mandatos.
Los números son históricos. Apenas hace unos días, se confirmó que en lo que va de 2019 se han registrado 25,890 homicidios en el país. Las estadísticas muestran pues que este año es el más violento en la historia del país del que se tenga registro: en promedio se han cometido 95 asesinatos por día.
El aumento en la cifra de homicidios es 2.4% por encima del mismo periodo de 2018, cuando se reportaron 25,282, en ese momento un récord por sí mismo. De mantenerse en los mismos niveles durante el último trimestre del año, éste cerraría con más de 34,500 víctimas, convirtiéndose oficialmente en el año más sangriento desde 1997, cuando comenzaron los registros.
El episodio de la liberación de Guzmán López en la misma semana en que un comando del Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG) emboscó a un grupo de policías locales en el estado de Michoacán, donde hubo un saldo de 13 muertos y otros más heridos, reveló que, a pesar de que López Obrador busca distanciarse de la retórica bélica, los resultados son muy parecidos.
“Como en muchas otras instancias en donde AMLO (las siglas del presidente con las que usualmente es referido) y sus cómplices han acumulado fallas tras fallas en los servicios gubernamentales, no sólo en el área de seguridad sino en todos los aspectos de la vida civil en los que interviene el gobierno federal, una comedia de errores ha rodeado el episodio (de la liberación de Guzmán López)", escribió Suárez-Mier.
El gobierno se ha vuelto absolutamente ineficaz al despedir a todos sus tecnócratas, entrenados en las mejores universidades del mundo, y reemplazarlos con funcionarios leales que frecuentemente no saben nada sobre las responsabilidades y demandas de su trabajo, argumentó el profesor de la Escuela de Servicio Internacional de American University.
Sobre todo, el columnista destacó sin mencionarlo, al director de la Comisión Federal de Electricidad (CFE), Manuel Bartlett, “un octagenario que es un veterano en las prácticas más sucias de la política en México en la década de los 80 (del siglo pasado)”. “(Es) un hombre que carece de cualquier conocimiento de electricidad y quien no puede pisar territorio estadounidense por su supuesta participación en varios crímenes”, dijo.
Bartlett actualmente se encuentra investigado por el propio gobierno de López Obrador, ya que un reportaje periodístico reveló que el polémico ex secretario de gobernación no había dado a conocer en su declaración patrimonial una serie de propiedades, además de omitir posibles conflictos de intereses.
Además, Suárez-Mier criticó otra de las políticas fundamentales del gobierno lopezobradorista: la austeridad. El presidente mexicano prometió y cumplió a su llegada al poder que reduciría los gastos del gobierno para evitar el “despilfarro” de administraciones pasadas, pero en su camino ha coartado a las secretarías encargadas de los aspectos fundamentales del gobierno.
“Los ‘ahorros’ forzados que están matando la eficiencia y eficacia del gobierno han sido reorientados como regalos para varios segmentos de la población para solidificar el apoyo al presidente y a su movimiento, sobre todo en tiempos de elecciones”, dijo. “Así es como AMLO llegó al poder en la Ciudad de México (el tabasqueño fue Jefe de gobierno entre 2000 y 2005) y, a pesar de un fatal trabajo, permanecerá en la presidencia al menos hasta 2024”, completó.
Sin embargo, Suárez-Mier sí reconoció que “la única parte que no ha colapsado” es el manejo financiero y macroeconómico, “aunque el primer secretario de economía de López Obrador renunció por su oposición a los caprichos del presidente”. El columnista se refiere a Carlos Urzúa, la primera baja de alto perfil del gabinete del tabasqueño.
Urzúa publicó una carta de renuncia en julio donde dejaba patentes las discrepancias en materia económica entre el presidente y él, algunas de ellas, detalló, “porque en esta administración se han tomado decisiones de política pública sin el suficiente sustento”.
Las consecuencias, para Suárez-Mier, serán nefastas, ya que incluirán “flujos desenfrenados de droga y migración de terceros países, pero también de mexicanos que huirán de su propio país; pérdidas masivas de capital para investores locales y extranjeros; y un lugar propicio para terroristas de todas partes, que aprovecharán la anarquía en la frontera con Estados Unidos para pasar al norte".
“Cuando pensamos en lo que es impresionante en este caso, es la gran cantidad de devastación de un país grande (135 millones de personas y el 14 más grande por su Producto Interno Bruto) que un líder dogmático, egocéntrico, narcisista e ignorante puede infligir en tan poco tiempo”, concluyó.
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