Ante los ojos expectantes de decenas de hombres que las rodeaban y cámaras de la prensa, las mexicanas por primera vez marcaron la casilla del candidato presidencial de su preferencia y con seguridad metieron la boleta en la urna. El acto, que no duró más de cinco minutos, era el resultado de casi 50 años de lucha de mujeres que pelearon porque sus derechos fueran reconocidos.
El 3 de de julio de 1955 la población mexicana femenina votó por primera vez en elecciones federales, pero fue el 17 de octubre de dos años antes que en el Diario Oficial de la Federación se confirmó que podían hacerlo.
La búsqueda por la igualdad de condiciones, por lo menos a nivel administrativo, cobró relevancia en 1910, cuando unas mujeres revolucionarias formaron el colectivo “Las hijas de Cuauhtémoc”.
El grupo apoyó los ideales políticos de Francisco I. Madero, por lo que junto a su comitiva y seguidores se manifestaban en todo el país para pedir la no reelección del entonces presidente Porfirio Díaz, y solicitaban que Madero fuera reconocido como presidente.
Pero entre sus demandas habían algunas que le parecieron atrevidas a la mayoría de la población: querían que mujeres ocuparan cargos políticos, fueran reconocidas ante el gobierno y respetaran sus derechos laborales.
Una de las protestas más violentas en las que participaron fue el día que recibieron la estatua de George Washington el 11 de septiembre de 1910. Varios colectivos se reunieron en el monumento a Cristóbal Colón y cantaron el Himno Nacional. Los policías que estaban resguardando Paseo de la Reforma se avalancharon sobre los manifestantes y los golpearon. Entre ellos estaban “Las Hijas de Cuauhtémoc", quienes se identificaban por ser un grupo sólo de mujeres que portaba un estandarte rojo.
Después del enfrentamiento entre agentes y civiles, los líderes del movimiento fueron arrestados. Incluida Dolores Jiménez y Muro, periodista, intelectual y zapatista, fundadora del colectivo que se reconocía como feminista.
A pesar de los problemas a los que se enfrentaban, las protestas continuaron, hasta que en 1917 la promulgación de la Constitución representó el fin de la Revolución Mexicana.
Aunque de que las mujeres acompañaron a los revolucionarios en su lucha, quienes se mostraban empáticos ante sus demandas, al momento de elaborar su documento las traicionaron. Cuando se escribió negaron rotundamente a legalizar la participación de las mujeres en la toma de decisiones del país, o como representantes de la política.
“En el estado en que se encuentra nuestra sociedad, la actividad de la mujer no ha salido del círculo del hogar doméstico”, dijeron. “Las mujeres no sienten la necesidad de participar en los asuntos públicos, como lo demuestra la falta de todo movimiento colectivo en este sentido, solamente algunas mujeres excepcionales podrían estar interesadas y como no era posible distinguirlas lo más adecuado era excluirlas a todas”, agregaron.
Pero su pugna no fue en vano. Poco a poco las mujeres fueron tomadas en cuenta. Aún durante la guerra, en 1915, en Yucatán se realizó el primer Congreso Feminista en donde se hizo la petición de que las mujeres pudieran votar. En países de América Latina ya era una realidad, pero México estaba atrasado en el tema.
En 1918 Hermila Galindo, secretaria del presidente Venustiano Carranza, realizó un movimiento en búsqueda del reconocimiento y respeto de los derechos de las mujeres. Presionó a los legisladores y se postuló como candidata a diputada. A pesar de haber reunido una gran cantidad de votos, el Colegio Electoral no la reconoció.
Varios colectivos de mujeres se formaron en toda la República, que demandaban la participación de las mujeres en las elecciones y vida pública del país. Fue hasta 1922 que se dio otro gran paso: Elvia Carrillo Puerto se convirtió en la primera mujer electa como diputada en el Congreso Local de Yucatán.
Sin embargo, sólo pudo permanecer un par de años como legisladora. Recibió amenazas de muerte y ataques por ser una mujer que se atrevió a participar en la política.
En 1923 en San Luis Potosí se aceptó que las mujeres podían votar y ser votadas en elecciones municipales, y al año siguiente de forma estatal, pero aún faltaban casi 20 años para que fueran reconocidas a nivel federal.
Fue Lázaro Cárdenas quien en 1937 decidió hacer caso a las peticiones de las mujeres que tenían más de 30 años luchando por sus derechos. Envió una reforma al artículo 34 de la Constitución que fue aprobada por diputados, senadores y cámaras locales.
Parecía que por fin las mujeres podrían votar, pero el Partido Nacional Revolucionario impidió que la legislación fuera declara constitucional con el argumento de que las opiniones femeninas podrían verse influenciadas por los curas.
De nuevo, los derechos de las mujeres de participar en la vida pública del país fueron reprimidos.
Fue hasta el gobierno de Adolfo Ruíz Cortines que el presidente tuvo que cumplir las promesas que le hizo a la comunidad femenina durante su campaña. En 1952, a pocos días de haber tomaron protesta como presidente, presentó su propia iniciativa de ley para que las mujeres pudieran votar. Y el 17 de octubre de 1953 la iniciativa se hizo real al publicarse en el Diario Oficial de la Federación.
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