Tixtla Guerrero, México - Una lona con 43 rostros, desgastada, desteñida por el sol y el paso del tiempo anuncia que la Escuela Normal Rural Raúl Isidro Burgos de Ayotzinapa está cerca, a unos 800 metros. La fachada es inconfundible, un halo de nostalgia la rodea.
De esta institución partieron los jóvenes, que ahora son conocidos de forma coloquial como “los 43”, hace exactamente cinco años. Ni la Normal, ni el estado, ni siquiera México volvieron a ser los mismos después de esa fatídica jornada.
Si en algún lugar se vive a flor de piel el recuerdo de la “Noche de Iguala” es aquí, en la “Normal de Ayotzi”. Primero esquivos como es natural, por el clima de inseguridad que se vive en el estado y el estigma que pesa sobre la escuela, los estudiantes nos abrieron las puertas. Una vez dentro, la desconfianza se convirtió en confidencia, los sentimientos afloraron y pudimos observar que la vida sigue para cientos de jóvenes, aunque el peso del pasado domina el ambiente.
Es en el municipio de Tixtla de Guerrero, donde se encuentra la institución. Se ubica a 299 kilómetros del corazón de la Ciudad de México en medio de un frondoso valle, en una zona rural, y a tan solo media hora de Chilpancingo, capital del estado.
“Fue en la madrugada que recibieron esa voz de alerta. Inmediatamente salieron (sus compañeros) en la mañana, como a las 6, del día 27 (de septiembre de 2014) a perifonear cuando comúnmente no lo hacen. Y nos empezamos a despertar las familias de Tixtla, pero al despertar bajo ese perifoneo de los muchachos, entonces rápidamente dijimos algo pasa en Ayotzinapa”, recuerda con tristeza Joel Amateco Venancio, profesor del taller de Artes Plásticas de la Escuela Normal Isidro Burgos.
Se cumplen cinco años de la “Noche de Iguala”. Cinco años en los que compañeros y padres de los 43 estudiantes desaparecidos se preguntan: “¿Dónde están?”. Cinco años en los que en México resuena la triste consigna: “¡Porque vivos se los llevaron, vivos los queremos!”.
El 26 de septiembre de 2014, los estudiantes se organizaban para asistir a la marcha del 2 de octubre que cada año se realiza en la Ciudad de México para no olvidar la “matanza de Tlatelolco” ocurrida en 1968, donde estudiantes fueron reprimidos y asesinados por el gobierno del entonces presidente Gustavo Díaz Ordaz. Los estudiantes de “Ayotzi” nunca se imaginaron que ellos serían víctimas de una nueva tragedia que sacudiría a todo el país. Un país con miles de desparecidos.
Un arco rojo, que en letras blancas tiene escrito “Escuela Normal Rural Raúl Isidro Burgos”, indica el camino, de menos de un kilómetro, que lleva hasta la puerta de la Normal. Un grupo de unos cuatro jóvenes cuidan la entrada entre risas y charla. Dentro todo evoca los 43.
Una instalación algo parecida al monumento de una tortuga y el número 43, es lo que primero recibe al entrar a la escuela, luego sigue un edificio de piedra con detalles en rojo, ahí están la dirección, la biblioteca, control escolar, la sala magna y pegadas en las paredes, las placas conmemorativas de cada una de las generaciones que han egresado de la Normal. Pero faltan 43 nombres en la clase 2014- 2017.
Aquella funesta noche fueron asesinados cinco jóvenes, una veintena resultó con heridas por arma de fuego y 43 más fueron desaparecidos. Todos eran estudiantes de la Normal de Ayotzinapa. Todos tenían entre 19 y 25 años. Todos querían ser maestros. La última vez que se supo de los 43, fue cuando sus compañeros vieron cómo policías los subieron a las patrullas y se los llevaron. Después de eso, hasta hoy, no se conoce su paradero.
Se tienen indicios de que policías de los municipios de Cocula, Huitzuco e Iguala participaron en la desaparición de los estudiantes normalistas, ha informado recientemente Alejandro Encinas, subprocurador de Derechos Humanos, quien calificó de “burla” la liberación de 24 agentes implicados en estos hechos: “Es una burla y una afrenta a las víctimas y a los padres que muestra la miseria del Sistema de justicia en el país”, recalcó el funcionario en una conferencia de prensa posterior a la liberación.
Como era tradición, ese 26 de septiembre los alumnos del primer grado se movilizaban para conseguir camiones que los llevaran a la capital del país para la marcha del 2 de octubre. Así como lo hicieron muchas generaciones anteriores, los estudiantes viajaron hacia Iguala, a dos horas de la escuela Normal de Ayotzinapa, con la intención de tomar autobuses para llegar a la Ciudad de México.
Ese viernes por la noche salieron alrededor de 100 estudiantes en cinco camiones rumbo a la capital. Cuatro camiones de pasajeros avanzaron por la calle Juan N. Álvarez y otro por Periférico. Iguala es un territorio muy importante para el tráfico de heroína, una parte de ese tráfico se hace mediante el uso de autobuses que esconden la droga de manera camuflada.
“La mayoría de los que estudiamos aquí somos hijos de campesinos, no tenemos el recurso suficiente para ingresar a una licenciatura de paga y es por eso que venimos aquí con la esperanza de quedarnos y de poder lograr ser docentes", explica Javier Sánchez, un joven de 20 años que estudia segundo grado en la Normal de Ayotzinapa.
Javier no es el nombre real del normalista, prefiere usar ese y no revelar su identidad, en el contexto de violencia que desde hace años se vive el estado es mejor tomar precauciones. “Eran unos chavos igual como nosotros, fueron a Iguala por la marcha del 2 de octubre porque iban a tomar buses para todas las delegaciones que se reunieron aquí, de aquí partieron hacia la muerte”, cuenta con tristeza y resignación.
Él no convivió con los 43 estudiantes a los que desaparecieron, Javier entró en 2017 cuando se supone se graduarían. Aún así los conoce muy bien. Los rostros de los jóvenes están en casi todos los lugares de la escuela.
Pasando el edificio de la dirección, bajando unas escaleras te encuentras con la cancha de básquetbol. Unos 40 jóvenes de nuevo ingreso están sentados a un costado, traen escobas, acaban de terminar de hacer limpieza. Así funcionan las Normales, los estudiantes se organizan para realizar todas las actividades que llevan a cabo en la escuela, “Nada que no hayamos hecho los hijos de campesinos”, dice Javier.
Además de tomar sus clases, los alumnos crían puercos, tienen algunas vacas y unos cuantos caballos; cultivan flores de cempasúchil, terciopelo, entre otras. Hacen la limpieza de la escuela y ayudan en la cocina. Además hacen deporte y acuden a talleres de talabartería, rondalla, serigrafía y artes plásticas. También atienden a una veintena de perros de la calle que adoptaron: “Cocholo”, “La Negra” o “La Activista” pasean y se echan a sus anchas por toda la Normal.
“Hijo te buscaré hasta encontrarte”, se lee en la enorme lona que se está colgada en la cancha de básquet, ahí también están las 43 sillas de los estudiantes que no pudieron graduarse. Con sus fotos impresas en blanco y negro, las sillas, la lona y el altar; la cancha se convirtió en un recordatorio permanente de la herida profunda y que está abierta: los miles de desaparecidos en México. Los 43 estudiantes se convirtieron en un símbolo de la tragedia por la que atraviesa el país.
Todo el día se ve a jóvenes caminando por los pasillos, hay movimiento incluso los fines de semana. Desde hace cinco años cada septiembre se suspenden las clases y realizan lo que llaman ellos jornada de lucha. Comisiones de las 17 Normales Rurales que hay en el país se concentran en Ayotzinapa, su tiempo lo dedican a organizar movilizaciones, marchas, acciones de protesta para exigir justicia y la aparición con vida de sus 43 compañeros. También piden juicio político para el expresidente Enrique Peña Nieto, el entonces procurador Jesús Murillo Karam y todos los funcionarios involucrados en el Caso Ayotzinapa. Los creadores de la llamada “verdad histórica” que narraba que los estudiantes fueron asesinados y luego incinerados en un basurero de Cocula.
Hace unos días los padres y madres de los estudiantes desaparecidos se reunieron en Palacio Nacional con el fiscal general de la República, Alejandro Gertz Manero, ahí acordaron que empezarán “desde cero” las investigaciones, se tomarán en cuenta todas las líneas de investigación pendientes y propuestas por el Grupo Interdisciplinario de Expertos Independiente (GIEI), además de rechazar la “verdad histórica” difundida en la administración de Peña Nieto.
“Varios testigos que por su protección no quieren declarar, y sólo se lo han dicho a los padres así por llamada, hay policías o militares que le hablan a los padres, que ellos saben que pasó, o les remuerde aún lo que hicieron, o simplemente saben que pasó, pero no se atreven (a declarar), sabemos de lo que es capaz el gobierno”, platica Javier.
Alexis Matus Ruiz, de 19 años y originario de Chiapas, dice que es como su segundo hogar la escuela. Alexis, también con nombre ficticio, cuenta que una de las cosas que más le da gusta de haber quedado en la Normal de Ayotzi es que así no le da “gastos” a su papá. “Me dan techo, me dan alimentos, ... llegó a mis clases y posteriormente juego fútbol en la tarde”.
En punto de las 2 de la tarde la comida se sirve. A alguno que otro distraído cualquier compañero le avisa que ya están sirviendo la comida. Desde los dormitorios, salones o cualquier otro rincón de la escuela salen los jóvenes con su plato y vaso en mano para formarse en la fila del comedor. Colgados están los retratos de los 43.
Por si acaso lo escuchan sus 43 compañeros, Alexis les dice que siguen en la lucha hasta encontrarlos. “Seguimos en la lucha, seguimos buscando hasta encontrarlos y tener justicia, hasta que se castiguen a los culpables. Seguiremos con su familia, con sus papás, no los abandonaremos”.
Pasando la cancha de fútbol, atrás, está el taller de Artes Plásticas, ahí se han creado cientos de mantas, carteles y pinturas que los estudiantes utilizan en las protestas. La manta que utilizarán en la marcha de hoy en la Ciudad de México también la confeccionaron en ese taller. El profesor de Artes, Joel Amateco, egresado del la Normal de Ayotzinapa, “orgullosamente tortugo”, cuenta que él tenía de alumnos a varios de los estudiantes desaparecidos hace cinco años.
Un mes después de la desaparición, el maestro recuerda que 26 artistas guerrerense se unieron para pintar a los 43 estudiantes, donaron su trabajo y se convirtió en una exposición itinerante, luego se colocaron en las paredes del comedor de la escuela. Posteriormente hicieron la segunda edición de los rostros de los jóvenes, y para la tercera, dice con emoción, pintarán a los padres y madres que durante cinco largos años han ido y venido por todo el país, buscando y exigiendo la aparición con vida de sus hijos.
Así es uno de los talleres de la escuela, un vistazo poco usual a la vida cotidiana en la institución.
Con dolor cuenta que dos de las madres ya fallecieron, “Se fueron con esa pena”, lamenta. Por eso él junto con otros artistas quiere inmortalizarlos, “Son un ejemplo de lucha, de resistencia. Nosotros y las generaciones venideras siempre los vamos a acompañar hasta que se llegue a la verdad”.
En el otro extremo de la escuela está el taller de serigrafía, ahí hacen trabajo de impresión de playeras, boletines y pancartas con gráfica diseñada por ellos mismos. Félix, estudiante del último año, explica que ese espacio es iniciativa de la base estudiantil: “Vino una profesora externa a enseñarnos las técnicas en serigrafía y pues me atrapó el trabajo”.
La música que escuchan los estudiantes que están trabajando en el taller se oye desde afuera, se percibe un tenue olor a pintura y en el centro del salón está la máquina de serigrafía que fue donada por estudiantes de la Universidad de Chapingo. En una de las paredes resalta un diseño circular con Genaro Vázquez, " Taller de propaganda" se lee junto con la palabra en náhuatl “Amatlajtolli”, que significa dibujo en papel.
De un tendedero cuelgan varias playeras recién serigrafiadas, Shagui me cuenta que tan solo unos meses después de la desaparición de los 43 estudiantes se formó ese taller. Él llegó a la Normal de Ayotzinapa en diciembre de 2014 como comisionado del Politécnico Nacional donde estudiaba la carrera de Economía. Apenas hace unas semanas se integró oficialmente como alumno de la Isidro Burgos, aunque desde hace cinco años encontró amigos ahí. “Por fin se decidió”, dice con una sonrisa Félix.
Shagui, como pide le digan, llegó en el 2014 hasta la Normal para ayudar con lo que él sabía: serigrafía. A partir de esa fecha el taller se ha abierto de manera intermitente pero nunca ha faltado en las jornadas de lucha. Ahora el plan que tienen es conformarlo como uno más de los talleres que ofrece la escuela.
Son casi las seis de la tarde y el movimiento continúa. Un grupo de jóvenes mujeres atraviesa la explanada principal, “Vienen de la Normal de Chihuahua”, me explica Eduardo, un normalista de la academia de tercero originario de Morelos, “Están llegando de todas las Normales para ir el 26 a protestar a la Ciuidad de México”.
“Nuestra exigencia es la misma, que demuestren los hechos como son. Que se llegue a la verdad caiga quien caiga, así sean militares”, agrega Eduardo con voz firme.
Cada año, desde hace cinco, todos los septiembre se paran las actividades académicas en la Escuela Normal, Raúl Isidro Burgos de Ayotzinapa.
Desde hace cinco años hay 43 sillas en medio de una cancha de básquet esperando que vuelvan a ser ocupadas. Desde hace cinco años hay un herida abierta que nos recuerda que no son solo 43, sino miles los desaparecidos en este país.
Estos son los nombres de los 43 estudiantes normalistas desaparecidos en la “Noche de Iguala”:
1. Abel García Hernández
2. Abelardo Vázquez Peniten
3. Adán Abrajan de la Cruz
4. Antonio Santana Maestro
5, Alexander Mora Venancio
6. Benjamín Ascencio Bautista
7. Bernardo Flores Alcaraz
8. Carlos Iván Ramírez Villarreal
9. Carlos Lorenzo Hernández Muñoz
10. César Manuel González Hernández
11.Christian Alfonso Rodríguez Telumbre
12. Christian Tomas Colón Garnica
13. Cutberto Ortiz Ramos
14. Dorian González Parral
15. Emiliano Alen Gaspar de la Cruz
16. Everardo Rodríguez Bello
17. Felipe Arnulfo Rosas
18. Giovanni Galindes Guerrero
19. Israel Caballero Sánchez
20. Israel Jacinto Lugardo
21. Jesús Jovany Rodríguez Tlatempa
22. Jhosivani Guerrero de la Cruz
23. Jonas Trujillo González
24. Jorge Álvarez Nava
25. Jorge Aníbal Cruz Mendoza
26. Jorge Antonio Tizapa Legideño
27. Jorge Luis González Parral
28. José Ángel Campos Cantor
29. José Ángel Navarrete González
30.José Eduardo Bartolo Tlatempa
31.José Luís Luna Torres
32. Julio César López Patolzin
33. Leonel Castro Abarca
34. Luis Ángel Abarca Carrillo
35.Luis Ángel Francisco Arzola
36. Magdaleno Rubén Lauro Villegas
37. Marcial Pablo Baranda
38. Marco Antonio Gómez Molina
39. Martín Getsemany Sánchez García
40. Mauricio Ortega Valerio
41. Miguel Ángel Hernández Martínez
42. Miguel Ángel Mendoza Zacarías
43. Saúl Bruno García
A cinco años de la desaparición de los 43 de Ayotzinapa: