Los hombres del poder político en México siempre han estado rodeados de escándalos, romances fugaces, infidelidades y corazones rotos. Esta es la historia de la actriz Irma Serrano, amante del entonces presidente Gustavo Díaz Ordaz.
En 1969 corría una versión incesante. El mandatario y la actriz sostenían un intenso romance, un amor prohibido. Había pasado casi un año de la matanza en Tlatelolco y el mandatario mexicano recibía amenazas y rechiflas por doquier. El país estaba enojado. En su libro “La Suerte de la Consorte, Sara Sefchovich” relata que mientras Guadalupe Borja se aislaba de su marido porque no podía soportar las presiones que surgieron tras la masacre estudiantil, Díaz Ordaz inició una historia de amor con Irma Serrano, conocida como “La Tigresa”.
Lo sucedido en 1968 hizo que la salud de la primera dama se deteriorara, “se le veía temblorosa e inestable” y su hija empezó a aparecer en actos oficiales, “como primera dama sustituta”, detalla el libro que vio la luz en 1999.
En cambio, el affaire entre la actriz y el presidente iba de viento en popa. Irma Serrano reveló en sus memorias que lo conoció “en una de tantas reuniones de políticos. Aquel personaje era un don nadie pero llegó a ser el gusano mayor para regir los destinos del país durante seis años. Descubrí que era más atractivo de lo que me imaginaba, no de su físico del cual han hecho tantas bromas, sino por su intelecto. Tiene una personalidad un tanto especial: es simpático, duro a veces, determinante y necio igual que yo”.
La relación extramarital debió confinarse a cuatro paredes. Necesitaban guardar las apariencias para no alterar los destinos de la Nación, pero Guadalupe Borja siempre conoció los detalles de la otra historia de amor, de las joyas, tierras y regalos extravagantes. En el libro A calzón quitado, La Tigresa acepta que “sí, lo quise mucho; él me quería mucho, me consentía mucho, nunca me prohibió o me dijo ‘no hables de mí’”.
Díaz Ordaz siempre fue generoso. Entre los regalos que le ofreció había una cama que perteneció a la emperatriz Carlota, esposa de Maximiliano de Habsburgo; una cama dorada, con adornos en forma de cisne, que hoy forma parte de la exhibición montada en el Castillo de Chapultepec para ilustrar el siglo XIX, la época en que el emperador gobernó México.
Cinco años después, terminó el tórrido romance. De acuerdo a la versión de la actriz y política chiapaneca, la primera dama fue la responsable y a través del secretario de Gobernación, Luis Echeverría, Doña Guadalupe intervino para boicotear sus proyectos cinematográficos, discográficos y hasta sus apariciones en televisión.
Adolorida, Irma Serrano se enfundó en un traje folclórico, rentó los servicios de un grupo de mariachis y acudió a la Residencia Oficial de los Pinos, decidida a cantar su verdad y a llevarle una serenata a la esposa del presidente por su cumpleaños. “Firme, Irma, firme, me dije a mí misma para recuperar el valor que se me andaba queriendo huir”.
El relato que La Tigresa comparte incluye las estrofas que ella misma escribió para esa especial ocasión:
Sara Sefchovich también refiere la escena. Asegura que Gustavo Díaz Ordaz salió de la casa para encarar la sorpresiva serenata y terminar la relación. Al ver que el final del romance era definitivo, Irma Serrano le soltó una bofetada. Los guardias del Estado Mayor Presidencial cortaron cartucho, pero el presidente dejó pasar la agresión. Al parecer, el golpe en el rostro le provocó un desprendimiento de retina al mandatario, pero La Serrano salió de Los Pinos y de la vida amorosa de Díaz Ordaz. Todo había terminado.
Años después, cuando el ex presidente fue designado Embajador de México en España, ofreció una conferencia de prensa en la que se refirió a su relación con Irma Serrano: “Fue como tener una experiencia con una totonaca”. Ese fue el origen de la venganza y La Tigresa decidió publicar sus memorias y detalles de su amorío con el presidente en dos volúmenes: A calzón quitado y A calzón amarrado.
Irma Serrano, La Tigresa
Irma Consuelo Cielo Serrano Castro es conocida como Irma Serrano, La Tigresa. Nació en el estado mexicano de Chiapas, un 9 de diciembre de 1933. Una mujer que en los años de 1960 logró popularidad como intérprete de música ranchera y desarrolló una carrera cinematográfica, como vedette de cabaret y productora de teatro.
La Tigresa tenía una belleza inigualable y una mirada intensa y penetrante, con la que revelaba el carácter fuerte y decidido. “Yo me sabía bonita y había que sacarle provecho a aquello”, declaró en La Oreja, un programa de televisión. Conquistó a empresarios, hombres adinerados y al presidente de México, Gustavo Díaz Ordaz.
En la década de los 90, Irma Serrano desapareció del mundo del espectáculo para incursionar en la política. Fue diputada y senadora por el estado de Chiapas; primero a través del Partido Revolucionario Institucional (PRI), luego a través del Partido de la Revolución Democrática (PRD), y después de forma independiente.
En años recientes, “La Tigresa” ha estado envuelta en escándalos diversos, por sus relaciones de noviazgo con jóvenes actores, como Patricio El Pato Zambrano; así como por problemas legales y acusaciones de fraude, relacionados con propiedades como el Teatro Fru-Fru.
Gustavo Díaz Ordaz
Gustavo Díaz Ordaz Bolaños nació en San Andrés Chalchicomula, Puebla el 12 de marzo de 1911. Fue abogado y se desempeñó como Presidente de México del 1 de diciembre de 1964 al 30 de noviembre de 1970.
La Fiscalía Especial para Movimientos Sociales y Políticos del Pasado concluyó en el 2007 que Díaz Ordaz ordenó la represión del movimiento estudiantil de 1968 y el operativo militar denominado Operación Galeana que causó la matanza de Tlatelolco, con un número indeterminado de muertos, heridos, detenidos y desaparecidos.
Durante su gestión presidencial, la economía nacional tuvo un crecimiento del 6 al 8% del Producto Interno Bruto (PIB) y la inflación permaneció por debajo del 3 %; también se celebraron dos de los eventos deportivos internacionales más relevantes: los Juegos Olímpicos de México 1968 y la Copa Mundial de Fútbol de 1970.