La "Ciudad de la Paz", como la urbe mexicana de Mérida es conocida por su ancestral tranquilidad, se convirtió en las últimas 48 horas en una auténtica Torre de Babel del Siglo XXI.
Atuendos como túnicas, rebozos, así como saris y dhotis (ambos de la India), convirtieron con sus texturas y vivos colores los pasillos y los salones del Centro Internacional de Congresos en un caleidoscopio cultural en el marco de la XVII Cumbre Mundial de los Premios Nobel de la Paz.
La variedad de idiomas, desde el maya local hasta las lenguas de la India, pasando por español, inglés, francés, afrikáans y muchos otros, ha hecho una mezcla diversa que todos saben encierra el mismo significado: paz y armonía.
Es el mismo lenguaje que durante estos dos días han hablado líderes que, por su congruencia en el decir y hacer en sus respectivos países y momentos, tuvieron la voz para dirigirse, desde esta ciudad del estado de Yucatán en el Sureste mexicano, a todo el planeta.
Así, Rigoberta Menchú (Nobel de la Paz 1992), Juan Manuel Santos (2016), Lech Walesa (1983) y Frederik de Klerk (1993), entre otros laureados, orientaron y reflexionaron de sus experiencias en las que fueron víctimas, o bien impulsaron la igualdad y el equilibrio en sus naciones.
Todos coincidieron en la imposibilidad de lograr la paz de forma aislada, en lo necesario que es el apoyo global para terminar con entes o gobiernos opresivos y represivos, y en lo posible que es una sociedad pacífica aun con ideas diferentes.
Oyéndolos, miles de personas, entre ellas muchos jóvenes venidos de varios países y de todo México, tomaban apuntes y también aplaudían.
Conocedores de que en Yucatán está uno de los principales tesoros gastronómicos de México, los visitantes buscaron inmediatamente la "joya de la corona", la cochinita pibil (carne de puerco marinada con especias, cocinada en hoja de plátano y horneada bajo la tierra).
Y la encontraron a unos pasos de ellos, no en un restaurante glamoroso sino en el sitio más tradicional: unos puestos callejeros frente al recinto de la cumbre, en la Avenida de los Cupules (pobladores de una región maya).
Allí pagaron 40 pesos (dos dólares estadounidenses), un 100 % más de su precio habitual, por el manjar servido en tacos y en tortas de pan francés, extendiendo un poco más "el agosto" de los "cochineros", como se les llama en Yucatán a quienes preparan el platillo.
Así, el olor penetrante del achiote (especia local), con el intenso y casi lacrimógeno chile habanero (el más picante en América) inundó los salones de ese Centro de Congresos.
En el último día de actividades han sido programados diversos eventos y reuniones en ese mismo recinto, entre ellos la clausura oficial que no será el último acto de esta XVII Cumbre.
En el acto final, el gobernador del estado de Yucatán, Mauricio Vila Dosal, resaltó el éxito del encuentro, así como las experiencias que el evento dejó en esta tierra.
Vila Dosal dijo ante unas 3.000 personas que estuvieron en el Centro Internacional de Congresos que "todos podemos hacer la diferencia y aportar nuestro granito de arena por la paz mundial".
"Podemos hacerlo con pequeñas acciones individuales, empezando por la casa, amigos, el barrio y la ciudad, que se multipliquen todas ellas, mandando un mensaje poderoso, no solo a nuestros hermanos, sino al mundo", agregó.
El último acto corresponderá al cantante y activista puertorriqueño Ricky Martin, que se presentará ante unas 25.000 personas.
Ello sucederá en el Monumento a la Patria, máxima obra del escultor colombiano Rómulo Rozo en la Avenida Paseo de Montejo, que honra la memoria de los conquistadores españoles de esta tierra.
Con información de Efe