Ya no hay ningún edificio. lo derrumbaron y ahora se encuentra un espacio en blanco que lo tapan pedazos de madera. Quedó un espacio vacío que, con el paso de los años, desaparecerá de la memoria vecinal.
No he regresado a la avenida. Puedo contar las veces a las que he regresado, pero ya no tengo nada ahí. La última vez que me paré frente al, ahora, inexistente número 455 solo figuré en dónde pudo haber estado la ventana de mi cuarto.
Parado en el camellón, recordé esa noche que llegué al edificio y las luces de las patrullas me cegaban. El frío se apoderaba de mi cuerpo y hoy, el clima me recordó a ese día.
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La mañana empezaba a sentirse algo calurosa y soplaba los acostumbrados aires de Santa Fe, no eran tan violentos, pero si te dejaba la piel erizada. Ya en las canchas, de la escuela, empecé a realizar mis ejercicios matutinos. En el fondo, el profesor gritaba las instrucciones y los otros las trabajaban con el cuerpo.
A la media hora de iniciar la clase una alerta empezó a escucharse por la escuela, después por las oficinas aledañas y Santa Fe absorbió el sonido del simulacro como si fuera algo común. Al escucharlo, supimos de inmediato que teníamos que ir al punto de seguridad y acatar las ordenes de los de protección civil.
No nos decían nada y el protocolo no nos dejaba regresar a nuestros ejercicios, por lo cual los comentarios y tendencias de redes fueron el principal tema. Burlas y memes sobre el simulacro fueron las principales imágenes que se mostraban en redes. Al escuchar una voz que nos ordenó a seguir con nuestras vidas, faltaba poco para que la clase terminara. Solo estiramos y nos fuimos.
Salí de bañarme alrededor de las 12:30 y me dirigí a la biblioteca. Me senté y lo primero que hice fue prender la compu, dirigirme al archivo de mi tesis y empezar a escribir.
Un ruido de cristales empezaron a llamar mi atención. Pretendí que el movimiento de un camión era el culpable de ese zumbido, pero al recordar que estaba en una biblioteca alejada de la avenida principal me hizo sobresaltar y ver que estaba presente ante un movimiento fuera de nuestras manos.
"No es un simulacro. ¡Salgan tranquilos del edifico!" Escuché a uno de protección civil.
Me levanté de la silla y agarré la computadora. Me moví rápido por el miedo a que los libreros cayeran encima de mi. Si, mal mi reacción, pero en un temblor, adentro de una biblioteca es peligros.
Subí las escaleras y traté de correr, pero el movimiento fue tan fuerte que no dejaba que caminara normal. Solo veía la puerta y en mi cabeza me repetía: "Por favor, no te caigas".
Me llegó a la mente aquella foto de un edificio, de la Universidad Iberoamericana, cuando se localizaba cerca de Taxqueña y que ahora son oficinas de una aseguradora y fue destruida por el terremoto del 14 de marzo de 1979, con una magnitud de 7,6 y que marcó la historia de aquella universidad.
Asustado, llegué a la parte central de la escuela. Todo el alumnado se concentró y algunos se alejaban de una estructura de metal que se movía con fuerza. Se empezaba a tranquilizar el movimiento de la tierra y se escuchaba uno que otro grito. Seguro también grité, pero mi mente lo olvidó.
Al no sentir movimiento actué rápido y mandé mensaje a mi madre. En estos casos siempre eme dice que me reporte, por cualquier cosa, y lo hice. Si no me hubiera reportado con ella, la mala noticia llegaría más pronto.
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La última vez que pasé por Pacífico hablaba con mi madre, su voz me daba instrucciones de cómo cocinar pollo en salsa y mi mente trataba de poner atención, pero al ver ese espacio en blanco me llegó a la mente esos gritos de aquel día.
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"¡Se cayó Hugo, El edificio se cayó!" La voz de mi madre era de miedo, terror, angustia. No podía formular otra oración más que esa. Sin embargo, yo, con el llanto en la garganta, me lo tragué y no quise que me escuchara mal, solo le dije que se tranquilizara, que todo estaría bien y que ella está bien. Le dejé en claro que iría a mi casa y que si no le contesto es porque la señal se habría perdido.
Cuando colgué supe la magnitud del evento. Ese día iba a ser largo.
En la escuela me encontré con dos amigas y buscamos una manera de salir de Santa Fe. Los tres íbamos al sur. Decidimos dejar la escuela y tratar de pedir un taxi. Nada.
Al salir de la universidad, las calles ya tenían autos y los pitidos de claxon eran escuchados por todas partes. Decidimos ir al puente "Avenida de los Poetas" caminando. Seguimos a la multitud que no pudo alcanzar ninguna transporte, parecía que nos hubieran expulsado de una tierra y todos tuvieran que irse, solo que en las calles, las personas habían pasado miedo.
Al llegar al Tec de Monterrey, de Santa Fe, una señora nos recogió y pudo ayudarnos a movernos todo ese tramo. Veíamos a gente caminar y autos detenidos. La movilización era lenta y el calor insoportable.
En el auto, les dije a mis amigas y a la conductora que si no tenían suficiente pila usaran mi computadora para cargarlos. Me los dieron y mientras se cargaban veía las redes sociales: Algunos pedían ayuda, otros localizaban a personas y las noticias no tenían idea de los desastres.
En ese entonces ya eran las 15:00 horas.
En un momento vi un video donde un edifico caía. Lo quise regresar porque se me hacía familiar, pero al ver que en el salía una niña y una señora, parecidas a mi sobrina y a mi tía, me di cuenta que ese edificio era el que estaba en la calle Niños Héroes, frente al edificio de mi madre.
Me asusté. No quise decir nada, pero mi amiga que iba conmigo, en la parte detrás del auto, me vio y le mostré el video. Ella se me quedó viendo y nada más le dije: "Mi prima y mi tías son las que corren". Cerró los ojos y no quisimos preocupar más a quienes iban en la parte delantera del auto.
Mis roomies no contestaban. Después del temblor les mandé mensaje, pero no recibía noticia de ellos. Después de las 17:00 horas me llegó un mensaje: "Ven a la casa, está difícil la situación".
No sabía que pensar. En ese momento mi mente se nubló y yo nada más quería llegar al sur.
Cuando vi que estábamos cerca de periférico nos preparamos para dejar el auto y ahora caminar. Ya eran las 19:30 y el aire empezaba a sentirse el frío de la noche. El tráfico seguía y al dejar a la señora, agradeciéndole por el viaje, vimos que ella iba a tener un viaje muy pesado.
En el camino nos separamos de una de mis amigas, que se fue dirección "Caminero" mientras que mi otra de mis compañeras y yo íbamos a "Copilco". Tomamos un camión que no estaba tan lleno y nos dejó en eje 10. Mi amiga, en ese entonces, vivía en Cerro del agua, yo fui a casa de mi ex y le pedí su bicicleta. Eje 10 estaba vacío, ya no pasaban transporte ni autos.
Cuando llegaba a Avenida Aztecas seguía vacío, en la curva que va hacía Pacífico empezaba a ver un poco de luz y ahí la noche ya había caído.
Cuando llegué a la esquina vi a un policía poner un cordón amarillo. "Precaución" se leía.
Ahí empecé a pensar en lo peor, hasta que vi a personas alrededor del edificio. A unos los identificaba como mis vecinos, otros fueron para ver la desgracia ajena. Parece ser que en las malas experiencias de un edificio, conoce a sus vecinos.
Mis roomies me advirtieron todo: Una torre ya no tenía escaleras, las escaleras estaban débiles y hay partes de la estructura que quedaron dañadas. Por precaución y por experiencia, del edifico de la Roma, no le dieron acceso a ningún vecino en ingresas al edifico. Al ser las diez de la noche, dos sujetos de protección civil permitieron 5 minutos por persona.
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En el camellón, parado en el mismo lugar, veo a la dirección que supuestamente estaba mi ventana. Trato de ubicar la entrada, que es más fácil ya que antes había un árbol frente a la puerta principal y ahora solo queda un hueco en el piso.
Después del suceso muchos pensaban que mi edifico era el que se ubicaba un poco más adelante. En Pacífico se cayeron dos edificios, pero muchos solo ubican uno.
Viendo el espacio que ahora hay sobre la avenida, recordé la vez que subí a mi cuarto.
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Cuando entré al edifico fue con la luz de mi celular, estaba oscuro y tenía que empujar con mis pies las rocas que estaban en las escaleras. Para abrir la puerta de mi departamento, número 202, tuve que usar la fuerza para poder entrar. No pude ver qué tanto se destruyó, pero había paredes que estaban abiertas y ahora tenía un ambiente lúgubre.
En ese momento varias personas, ayudaron a sacar nuestras cosas. Teníamos la instrucción de bajar solo lo esencial y en un momento de la noche me quedé solo en lo que era mi cuarto. Trataba de guardar cosas, pero no podía solo, hasta que llegó alguien y ofreció su ayuda.
Le di mi celular y la luz destelló en mi, no pude ver el rostro de la persona, pero fue más que suficiente para poder guardar lo importante. Me moví de cuarto y le señalé a la persona que regresaba. Deje en la sala la bolsa y cuando iba al pasillo, uno de mis roomies me dijo que mi celular estaba en el baño, con la luz prendida.
Se me hizo raro no ver a nadie en los cuartos, estaba alguien ayudándome, pero eso no le di importancia sino hasta un mes después, que les conté con quien vivía en ese edificio y se sorprendieron con ello.
Tuvimos apoyo de familia, amigos, restaurantes, universidades, profesores e investigadores. De manera física, económica e incluso moral, se agradeció y se vio el afecto que se generó en las personas, además de su solidaridad.
El edificio se quedó en el pasado y ahora solo puedo ver tablas de madera que cubren el terreno, trato de imaginarme la altura del edificio, pero ya no recuerdo.
Ya son dos años del temblor y solo quedan los recuerdos en la memoria de la ciudad