Por Juan Carlos Ayala Barrón*
Con la sentencia de Joaquín "El Chapo" Guzmán Loera a cadena perpetua se esfuma también la esperanza para muchos de seguir reinando bajo el dominio del Cártel de Sinaloa.
El Cartel de Sinaloa se ha diseminado, aunque aún no se extingue. Lo que se observa es un desmembramiento cuyo resultado está dejando a la deriva a muchos jóvenes que inundan las calles y plazas públicas sin saber qué hacer o sin saber hacer alguna actividad productiva, más allá de la criminal.
Las miles de familias que llegaron a depender directamente de toda una industria del narcotráfico no tienen un asidero económico seguro tras la captura de Joaquín Guzmán.
Desde la detención del Chapo y su posterior extradición gran parte de la sierra sinaloense se acapara por grupos regionales que han vivido, muchos de ellos, de la producción de enervantes o del procesamiento de drogas sintéticas bajo el liderazgo de un jefe visible y poderoso pero que hoy tienen que habérselas por sí mismos.
Si bien parece que en Sinaloa no pasa nada, pues la vida sigue normal como siempre, se aprecia, sin embargo, una baja en el consumo de mercancías adquiridas regularmente por ese mundillo excluido y estigmatizado, donde el consumo y el espectáculo son un fin en sí mismo. De igual modo, las exposiciones públicas de sus bienes, coches, alhajas, propiedades, mujeres vestimenta, etc., no se muestran con la misma regularidad de antes, será por temor, será porque hay carencia.
Con todo, el juicio del Chapo mostró que una condena al encierro perpetuo puede ser real y que nadie es intocable.
Para muchos también la leve esperanza de una condena corta, o incluso, una probable liberación, alentaba su anhelo de seguir viviendo las mieles del poder del narco, esas que se disfrutan al extremo, aunque sea efímeramente. Pues ya no, el encierro de por vida de Joaquín Guzmán, acabó por matar esa ilusión. La tarde del 17 de julio hubo decepción y pesimismo; se expresaba en las redes, en los antros, en las plazas públicas, incluso en los taxis; algunos acudieron con Malverde, a pedirle en silencio lo que se veía ya lo imposible: su liberación.
Lo que queda de el Cartel de Sinaloa, o esa fracción representada por Guzmán, es un pobre retrato de lo que fue; sólo pedazos de territorio sinaloense repartidos entre familias, que por una necesidad de sobrevivencia protegen las zonas colindantes de Sinaloa y Sonora con Chihuahua ante grupos contrarios que amenazan entrar acá. Aunque se oye cómo defienden plaza en Tijuana o Quintana Roo, o cómo detienen a algún sinaloense en otras latitudes del mundo, Sudamérica o Asia, no hay más, o al menos esa es la percepción de algunos autonombrados miembros de Cártel de Sinaloa, un cartel desintegrado. Más bien son acciones realizadas por la protección de algún espacio en particular que se disputa por algún sinaloense que trabaja por su cuenta y riesgo.
Eso sí. Parece haber en Sinaloa, una suma de fuerzas independientes para proteger el territorio, lo que en efecto ha dado buenos resultados, pues no han permitido la entrada de grupos ajenos.
Pero la incertidumbre seguirá en dos sentidos, para el mundo de los narcos, no saber a ciencia cierta hacia dónde se dirige el Cártel de Sinaloa: si se extinguirá o se fortalecerá como antaño; por otro lado, esa incertidumbre se instalará en los sinaloenses y mexicanos mientras este gobierno de la cuarta transformación no acierte a concretar una política de atención al tráfico de drogas y a las agrupaciones criminales que la llevan a cabo. Más bien, parece un punto muerto que los ha dejado a la deriva, resultando lo que ya es de conocimiento público, un semestre inundado de asesinatos, feminicidios, desapariciones, secuestros, robos y tráfico de drogas. El gobierno de la esperanza no ha podido enmendar esta falta que por décadas ha dejado a México en una alerta y un temor generalizado. Craso error el suyo haber declarado que no lo combatiría, esto en vez de apaciguarlos los alentó mucho más de lo debido, para el mundo criminal fue el claro mensaje de "hagan lo que quieran".
Creo que esta es la deuda mayor con los mexicanos, extirpar de tajo la actividad criminal de los cárteles y poner a México en la cresta mundial de las estadísticas en seguridad.
Mientras tanto, nuestra realidad continúa en la ruta de la criminalidad sin tregua, las comunidades rurales y las periferias urbanas siguen siendo vigiladas y cuidadas por los grupos criminales que, aunque no tienen más un líder visible a la cabeza, sino tres, cuatro o más, operan como saben hacerlo desde hace mucho tiempo, saben que cuidar cada quien sus espacios es cuidarse todos, vital en el mundo criminal, resultando con ello una baja en la tasa de homicidios, algo que desde hace más de una década no habíamos presenciado… al menos en Sinaloa.
Pareciera que el monopolio tradicional del narco sinaloense no sólo consolidó a la entidad como exclusiva, sino además supo perfectamente que la estabilidad civil resultaba en una estabilidad para el tráfico. Por eso han tratado evitar al máximo la criminalidad fútil, la de bajo rendimiento como los asaltos o robos de vehículos, como se pudo apreciar en los asesinatos de cinco robacarros a principios de agosto… les pusieron sobre el cadáver una cantidad de carros de juguetes, mostrando así que la plaza debe estar tranquila, siendo ellos los colaboradores del orden.
El criminal transita aún, pero cuida no exaltar el orden, no llamar la atención, no alterar una vida pública que para él es un medio eficaz de subsistencia: ahí vive, pero también de ahí vive.
Algo más grave parece avecinarse con el reforzamiento de las fronteras Estados Unidos. Para frenar el tráfico de drogas muchas toneladas que anteriormente podían pasar hoy se quedarán en México incrementando seguramente los índices de consumo y, por supuesto, también de tráfico interno. Más aún, con una política laxa e indefinida al respecto parece que la juventud actual ha llegado, quiérase o no, a masificar el consumo.
Frente a un cártel débil, sin estrategia, atomizado como el Cártel de Sinaloa, se apresura otro desafiante, rudo, fortalecido y con una vorágine de crecimiento: el Cártel Jalisco Nueva Generación, ahora con un poderío que se muestra dominante en el espectro geográfico mexicano, por sus armas, por su agresividad. ¿Será este su sexenio?
*Investigador de la Universidad Autónoma de Sinaloa
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