Los viajes en el tiempo, los encuentros de una persona con su "yo" del futuro o del pasado, y la curiosidad de ver la vida en la tierra en otros años siempre han sido cosa de ciencia ficción y temáticas de películas como "Star Trek" o "Volver al Futuro".
Las formas de dejar una huella siempre han sido por medio de documentos, libros e incluso edificios, sin embargo, para capturar la esencia de una era para ciertos grupos sociales, existen las cápsulas del tiempo.
Una cápsula del tiempo es un recipiente que se llena de objetos característicos de la época en donde se está viviendo para, años después en una fecha designada, abrir y ver objetos que pueden servir como testimonios y evidencias para el estudio y entendimiento de la sociedad de ese entonces.
En la Ciudad de México hay conocimiento de tres de estas "máquinas del tiempo", dos fueron descubiertas por accidente, mientras que la tercera está destinada a abrirse en el año 2060.
En el cruce de Paseo de la Reforma e Insurgentes está la Plaza Luis Pasteur, donde se encuentra una escultura del químico y micro biólogo que fue donada por la comunidad francesa en México por las fiestas del centenario de Independencia.
En 2006, durante algunos trabajos de rehabilitación del parque, se descubrieron los vestigios de la vanidad y anhelos de Porfirio Díaz bajo la estatua. En una caja se encontraban tres periódicos nacionales El Diario, volumen VI, número 1403; El País y El Imparcial, del 9 y 10 de septiembre de 1910, además de tres diarios franceses (la tierra soñada del ex dictador). También, una fotografía de el ex presidente mexicano, durante el acto en que se colocó la primera piedra del parque.
En 2008 dentro de una de las torres de la Catedral Metropolitana, una caja de plomo de 15.5 x 8.2 centímetros fue descubierta. Esta contenía en su interior 23 monedas conmemorativas, cinco monedas de plata, 11 medallas religiosas, cinco grabados, un dibujo, un relicario y hasta cera traída del Vaticano.
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Dentro había un pergamino con la fecha del 14 de mayo de 1791 cuando finalizaba la construcción, durante la época de la Colonia; aunque en esos tiempos era más común dejar las cápsulas al principio de una construcción, en vez de al final.
El relicario de cera (conocido como cera de Agnus y en forma de óvalo) era un objeto que en esas épocas se fabricaba en el Vaticano y el Papa los enviaba a las diócesis de todo el mundo como un símbolo de protección. Autoridades tenían conocimiento de la colocación de la caja en el siglo XVIII, aunque no la certeza de que aún estuviera físicamente.
La comunidad académica no se quiere quedar atrás, pues en 2010 la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) al conmemorar su centenario, creó su propia cápsula. Dentro del nicho de cantera en una de las paredes laterales de la zona central de Ciudad Universitaria, al sur de la capital, se albergan 8 mil 432 archivos digitales académicos, artísticos, científicos y humanísticos, además de 16 objetos simbólicos que describen cómo era la casa de estudios, tales como medallas, estampillas, camisetas del equipo de los pumas e incluso un paquete de invitaciones, programas y semblanzas referentes a la celebración central de los 100 años de la UNAM.
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La cápsula está sellada con media tonelada de peso y su apertura está planeada para el 2060.