Carlos Anastasio Juan fue el primer elemento de la Guardia Nacional que falleció en combate. Tenía 37 años y comenzaba a cumplir su sueño.
Después de haber servido durante dos décadas al Ejército, por fin llegó a una de sus metas: subir de rango. Se convirtió en Teniente de Infantería, lo que lo puso a cargo del pelotón 35 de la Guardia Nacional en Guanajuato, entidad en donde laboraba.
A menos de dos meses de que este grupo de seguridad comenzara labores oficialmente en territorio mexicano, Carlos Anastasio se enfrentó al ataque armado que acabaría con su vida.
El sábado 10 de agosto, él y los elementos que comandaba se percataron de la existencia de una casa de seguridad en Loma de Zempoala, municipio de Yuriria, por lo que iniciaron un operativo para desarticularla.
Pero algo no salió bien. Los presuntos criminales esperaron al comando con una ráfaga de disparos. Ellos, a su vez respondieron, convirtiendo la entrada del inmueble en un campo de fuego cruzado sumamente peligroso.
De pronto, lo inesperado. Carlos Anastasio se dio cuenta de que una mujer con su hija se encontraban en el lugar. La vida de esas dos personas inocentes peligraba, por lo que el comandante no dudó en correr a la posición en la que se encontraban para protegerlas con su cuerpo. Siempre vio por el bien del pueblo, en lugar de por el de él mismo, dijo su esposa Tomasa Hernández.
Al ponerse como escudo de protección recibió un disparo letal. Cuando finalizó el enfrentamiento en el que fueron asesinados cinco de los agresores y presuntos secuestradores, Carlos Anastasio fue trasladado al hospital comunitario del municipio Jaral del Progreso, pero cuando llegó ya no presentaba signos vitales.
En ese momento se convirtió en el primer oficial de la Guardia Nacional abatido en combate, y también dejó viuda a su esposa y huérfanas a sus tres hijas.
El domingo su cuerpo fue llevado a la Base Aérea Militar número dos de Ixtepec, en donde su familia lo esperaba. Su esposa Tomasa lloró sin consuelo cuando pudo ver el cuerpo de Carlos Anastasio, y le reclamó por siempre haber preferido servir a su país en lugar de alejarse de los riesgos para estar con su familia. Esta especie de reproche a momentos se convertía en alegato de orgullo, pues su difunto esposo se había convertido en un héroe que protegió la vida de mexicanas.
También lo esperó el general Martín Jiménez Olvera, Comisario de la Guardia Nacional de Oaxaca. Agradeció el servicio brindado como comandante y saludó a la familia de a quien llamó héroe.
A las 9:00 del domingo su cuerpo llegó en un helicóptero Hércules a la pequeña vivienda en Laguna Encantada del barrio Picacho en Ixtepec, zona del Istmo de Tehuantepec. Allí, en su hogar de ladrillos que aún no estaba terminado de construir, lo recibieron amigos y conocidos que lamentaron la pérdida.
En esa misma vivienda dos semana antes Carlos Anastasio disfrutó de la convivencia con sus hijas y esposa. Las había ido a visitar en una pausa que tuvo de sus labores en Guanajuato. Allí, una vez más Tomasa le pidió que dejara los trabajos militares y regresara con ellos, pero él quería servir a su país y darle un sustento a su familia. De nuevo partió a su trabajo, para después no volver.
Los asistentes a su velorio fueron testigos de cómo el féretro permaneció envuelto en una bandera mexicana, y custodiado por elementos de la GN todo el tiempo que permaneció en su casa. Entre los lamentos destacaban los de Tomasa Hernández "Te dije, Carlos, que nos cuidaras. ¿Ahora quién cuidará de mí y de nuestras hijas?", dijo la viuda.
La tarde del lunes fue despedido en un panteón local, en donde elementos de la Guardia Nacional le entregaron a la familia de Carlos Anastasio Juan la bandera mexicana. Ella y su hermana gritaron al aire pidiendo justicia.