Caminar por la colonia Juárez en la época colonial era dar un paseo por el campo. Aunque se encontraba cerca del centro en donde abundaban edificios de gobierno, conventos y vivía la mayoría de la población, la zona parecía estar muy lejos de aquella urbanización.
Pero con el tiempo, empujada por el aumento de la densidad habitacional, la zona se comenzó a poblar.
Bucareli, virrey de México en 1778 decidió darle un brazo al Centro y creó el Paseo Nuevo (hoy avenida Bucareli y parte del Eje 1 poniente) en donde la gente de abolengo paseaba en sus carruajes entre miles de fresnos que adornaban la senda y paisajes naturales que limitaban el camino.
El nuevo paso permitió que la zona comenzará a atraer a personas que querían construir enormes casas, palacios y empresas, en espacios que no podían encontrar en el Centro. Casi 200 años después, la colonia estaba tan saturada de personas que se comenzaron a construir los primeros indicios de condominios en la ciudad.
Tal fue el caso de La Mascota, una de las estructuras más representativas de la Ciudad de México porque, además de ser la primera de la que se tiene registro como edificio de departamentos en la zona, también fue la construcción en la que se usaron estructuras prefabricadas. El ingeniero que lo creó fue Miguel Ángel de Quevedo y, a sus 106 años de construcción, el edificio luce casi impecable.
Su fachada es sólo un vistazo al estilo perfeccionista y ecléctico que instauró Porfirio Díaz en el diseño de la capital del país. La construcción aún vigente es una melancólica prueba de la forma lujosa en la que se vivía en la época.
La edificación fue mandada a hacer por Ernesto Pugibet, empresario dueño del Buen Tono, compañía cigarrera que fue uno de los negocios más importantes del porfiriato. Ofrecía decenas de distintos tipos de cigarros a los fumadores.
En la época en la que tuvo su mayor esplendor se estableció una ley que obligaba a los grandes magnates a ofrecer facilidades para que sus trabajadores pudieran vivir cerca de sus centros de trabajo. Por lo que planeó hacer "La Mascota", un edificio de 100 metros de largo en su fachada principal, en donde metió 174 departamentos perfectamente acomodados.
"Es un proyecto tan lindo que hace que se sienta ver la densidad tan alta. Al hacer fachadas por el exterior, balcones, y también calles internas para poder entrar al centro de la manzana, le da una calidad de vida increíble y hace que parezca que que tienes sólo un vecino de un lado al otro, y no 173", dijo la arquitecta María Bustamante Harfush durante un recorrido por la colonia Juárez organizado por Fundarq, asociación que preside.
Su persistente estructura
En la esquina de Avenida Cuauhtémoc y Bucareli, se encuentra un edificio de dos pisos que llama la atención por estar construido completamente con ladrillos y decorado con composturas afrancesadas. Se nota que su diseño se realizó en el siglo pasado, sin embargo, de él entran y salen personas que lo habitan como si no cargara más de 100 años de antigüedad.
Al acercarse a la fachada se ve una escritura en la que se declara obra inaugurada en 1913; sin embargo, la cronista María Bustamante Harfush, en su recorrido por la colonia Juárez, señaló que el inicio de su construcción se dio alrededor de 1908, antes de la Revolución.
El edificio ha sobrevivido a los años, al hundimiento de la zona y a los terremotos más fuertes de la ciudad. Sus paredes tienen apenas una pequeñas grietas que fueron provocadas, según vecinos, por la construcción de la Línea 1 del Metro.
Está edificado sólo con ladrillos y, en algunas partes, estructuras de acero prefabricadas recubiertas de otros materiales. Bustamante comentó que incluso en la actualidad este tipo de herramientas son poco utilizadas, por lo que el empleo en la construcción diseñada por Quevedo, representó una visión futurista y gran salto a la practicidad de la edificación.
El exterior luce casi intacto, excepto por algunos graffitis, a pesar de no tener casi nada de mantenimiento. Los detalles aún se notan y en la mayoría se conservan. Incluso, los números y tipografías de las calles y departamentos dentro del edificio son los originales, escritos hace 106 años.
Los ladrillos continúan lijados, sin desperfectos. Posee columnas de pretil como remate en el techo, medallones con los nombres de las calles y el edificio, flotones en la parte superior como adorno en la parte superior del inmueble. Todo con toques afrancesados, como le gustaban al presidente Porfirio Díaz, cuenta la arquitecta María Bustamante.
La organización de los 174 departamentos
En el edificio hay tres tipos de departamentos, unos de 120 metros cuadrados con dos recámaras, y otros dos con 144 y 160 metros cuadrados con tres habitaciones, explicó Sergio, habitante de La Mascota.
También cuentan con sótanos en donde las personas de abolengo durante inicios del siglo pasado guardaban sus vestuarios o almacenaban kilos de comida como granos de maíz y avena para subsistir por meses, indicó María Bustamante Harfush.
Su perfecta organización se debe a que dentro del edificio hay tres calles que organizan 34 departamentos que se dividen entre dos con más de una decena de viviendas en cada uno de los lados de los senderos, con balcones viendo hacia el pasillo, mientras que los que se encuentran con ventanas en la fachada que miran hacia el exterior tienen entradas independientes por avenida Bucareli.
Las puertas están acomodadas de cuatro en cuatro. Dos son entrada a departamentos de planta baja, y las demás son portales a escaleras que llevan a las viviendas del segundo piso.
"Cada calle tiene un administrador que se encarga de organizar el dinero del mantenimiento para que el sitio se mantenga. Aunque realmente no necesita demasiado. Está tan bien construido que nosotros sólo invertimos en los colores de las puertas, en pagar la luz y recoger la basura que dejan los árboles", contó Sergio en una aparición espontánea durante el recorrido.
Los habitantes también se apoyan de un fondo que les da la Procuraduría Social de la Ciudad de México de manera anual, "aquí los vecinos decidimos cómo se ocupa. Hemos puesto tinacos, pintado. Siempre en beneficio de uso común", cuenta el residente.
Después de la Revolución los condominios eran alquilados, pero luego de que El Buen Tono fuera comprada por Tabacalera Mexicana durante el gobierno de Adolfo López Portillo, los abogados comenzaron a vender los derechos de arrendamiento. Sergio informó que trasladado de viejos pesos a actuales, el costo de los documentos era de 1.000.000 de pesos. Después los dueños comenzaron a vender en 1.800.000 pesos, y ahora su valor gira alrededor de 3.000.000 y 4.000.000 de pesos.
El empresario francés Ernesto Pugibet estaba casado y perdidamente enamorado de Guadalupe Portilla, una mujer adinerada que contribuyó en que el negocio de tabaco creciera.
Intentaba plasmar su agradecimiento y amor hacia ella en todo lo que realizaba, y La Mascota no fue una excepción. En las tuberías, suelo, placas, se pueden ver las iniciales "G.P." que mandaba a poner para honrar a su pareja. Incluso, en los nombres de las calles privadas del edificio le realizó un homenaje: Mascota, Gardenia (sus flores favoritas), e Ideal.