Tan glamorosa como intocable, Sandra Ávila Beltrán, subió a la cima del crimen para convertirse en una de las pocas reinas del narcotráfico.
Nació en Mexicalli, Baja California (México) en 1960. Sus padres, María Luisa Beltrán Félix, y Alfonso Ávila Quintero, fundador del Cártel Guadalajara, le abrieron la puerta en el mundo del tráfico de drogas: le revelaron los movimientos financieros y las negociaciones con organizaciones criminales.
Ávila Beltrán, sobre quien se ha tejido un mito de historias, quería ser periodista. A los 18 años se inscribió en la escuela Ciencias de la Comunicación en la Universidad Autónoma de Guadalajara, que en ese entonces, al inicio de los 80, tenía poco de inaugurada.
Solía llegar tarde a clases, casi siempre dos horas después de iniciada la jornada. Entraba en silencio y se sentaba en la primer banca disponible.
De actitud callada, con pocos amigas y desconfiada, Sandra no pasaba desapercibida. A esa universidad privada, solía llegar a bordo de autos lujosos.
"Bajaba superemperifollada (ostentosa) con muchas joyas. Usaba collares gruesos de oro que estaban de moda en esa época", recordó un excompañero para la BBC.
A todos les parecía sospechoso. Tenía una imagen de ser parienta de narcos o novia de uno de ellos, pues era demasiada ostentación.
Tiempo después, las sospechas parecieron confirmarse cuando la también conocida como "Reina del Pacífico" fue acusada de manejar las finanzas del Cártel de Sinaloa, así como de organizar una operación para traficar toneladas de cocaína a Estados Unidos.
Las "malas compañías"
Para quienes conocen a Sandra Ávila, saben que un incidente define su verdadero papel en el negocio de las drogas.
De Sandra se dijo que era sobrina de Miguel Ángel Félix Gallardo, "El Jefe de Jefes" y quien fuera uno de los líderes más poderosos del narcotráfico en los años 70 y 80.
Sin embargo, en conversaciones con el periodista Julio Scherer García la mujer detalló que no era cierto, como tampoco la fortuna que se le atribuyó tras su captura.
"El gobierno me relaciona con los capos, como si fuera uno de ellos. Pero yo los conocí cuando eran personas comunes y corrientes", explica en el libro La Reina del Pacífico: es la hora de contar, de Scherer.
"Una reina sin su trono"
En abril de 2013, frente a una corte en Miami (Estados Unidos), Sandra Ávila se declaró culpable del tráfico de cocaína.
Los registros judiciales probaron que la mexicana fue un accesorio importante en una organización que incluía a su entonces novio, Juan Diego Espinosa Ramírez.
Espinosa fue un antiguo enlace entre el Cártel de Sinaloa y el cártel del Norte Valle de Colombia. En 2009 enfrentó cargos de tráfico de coca.
Según la misma Ávila Beltrán, entre 2002 y 2004 le proporcionó dinero a Espinosa para viajes y alojamiento para que evadiera el arresto de las autoridades.
En 2012, Avila había sido absuelta de cargos similares en México y su defensa argumentó sin éxito que eso significaba que no debía ser extraditada.
Pero en junio de ese mismo año, un tribunal otorgó la extradición para que pudiera enfrentar los cargos pendientes en los Estados Unidos, donde los fiscales alegaron que también tenía vínculos con incautaciones de cocaína en Chicago.
La solicitud indicaba que Ávila pertenecía a una organización que traficaba cocaína desde Colombia a los Estados Unidos. Los fiscales estadounidenses aseguraron que ella ayudó a almacenar y trasladar los envíos de la droga de México a los Estados Unidos. En 2015 fue liberada.