La estrecha relación que mantienen México y Colombia, particularmente en asuntos de tráfico de droga, no es una noticia nueva. Entre financiamiento de guerrillas y estrategias de negocio siempre se hablado de la influencia que tiene el narco mexicano en el país sudamericano.
Sin embargo, los focos rojos se han encendido por el reciente aumento de arrestos de mexicanos en Colombia. El peor escenario que algunos han empezado a imaginar es el control -sin precedentes históricos- de los mexicanos en una tierra ajena a la suya.
El 12 de Abril, las autoridades de Bogotá detuvieron a el "Rafa", un mexicano que ya había echado raíces con la adquisición de varios inmuebles de lujo en Medellín, Cali y Cartagena. La policía lo acusó de ser un presunto emisario de Ismael Zambada García, alias "El Mayo," líder del Cartel de Sinaloa.
Su detención se sumó a la de 24 capos mexicanos en 2019, frente a 45 realizadas el año pasado.
Una semana después, fue capturado Martín Beltrán Delgadillo, alias "Richard," y extraditado a Panamá tras ser descubierto como el enlace entre el Cartel de Sinaloa y la disidencia del Frente 30 de las extintas Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), ubicados en los departamentos de Cauca y Valle del Cauca.
Por nombrar un ejemplo más, está el caso de Bernabé Millán Rascón, miembro del Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG) detenido en octubre de 2018 en Bogotá. La Policía Antinarcóticos dijo que estaba negociando con narcotraficantes de los departamentos de Cauca y Nariño.
Hablando en términos generales, las autoridades en Colombia han reportado la presencia de narcotraficantes mexicanos en, al menos, 10 departamentos.
Un análisis de la organización InSight Crime señaló que a pesar de todos estos datos, es probable que los mexicanos solo estén concentrados en aspectos prácticos de la compra y el transporte de drogas.
Todos estos arrestos serían únicamente de "emisarios", personas encargadas de supervisar las transacciones en Colombia para la compra de cocaína o para supervisar el envío de esta, reforzando la seguridad del cargamento. Pero nada de control territorial.
Como negociadores, prefieren comprar un kilo de cocaína en las costas colombianas y garantizar el transporte y la seguridad concertando directamente con los grupos criminales en Colombia, para aumentar las posibilidades de que el producto llegue sano y salvo hasta México.
Hacen negocios con el mejor postor sin necesidad de involucrarse directamente en las disputas internas que puedan surgir entre grupos locales.
Esta participación más directa del narco mexicano en Colombia data del año 2012, una época en que la producción de cocaína se había desplomado y la cadena de suministro enfrentaba problemas por conflictos entre las mafias.
Los mexicanos intervinieron para no perder la fuerza del negocio que históricamente les ha dado mayor cantidad de riqueza: la venta de droga -específicamente de coca- en su país vecino del norte.
En el caso concreto de EEUU, el narcotráfico mexicano ha aprovechado la alta demanda que tiene el país liderado por Donald Trump, que cuenta con una de las tasas más altas en abuso de droga del mundo.
Un kilo de cocaína en Colombia tiene un valor de unos USD 1.000, pero mientras vaya avanzando más hacia el norte los precios se van multiplicando hasta alcanzar un valor hasta 25 veces mayor en ciudades como Nueva York.
México no quiere meterse en los asuntos de Colombia, sólo quiere cuidar a su cliente favorito.