"Hay personas que te ven como Jesús y me piden que los cure de sus enfermedades, o a sus niños que están enfermos. Y bueno cargue a un niño que estaba llorando y llorando y de repente me lo pasan y empieza a sonreír, me dijo su mamá que siempre le dolía , que estaba enfermo de asma y también de los huesos, entonces lloraba muchísimo, yo estaba muy tranquilo, yo creo que se lo transmitía al nene, dejó de llorar y empezó a sonreír. Te marca muchísimo porque hay personas que creen muchísimo esa tradición".
Lo anterior lo dijo José Antonio Reyes Reyes, tiene 23 años, estudia Ingeniería Geofísica en el Politécnico y este año interpreta a Jesús de Narazet, en la ya tradicional representación del viacrucis que se realiza cada año en los 8 barrios de dicha alcaldía.
"Iztapalapa no solo es nota roja, en estos días se vuelva una familia y en realidad todos son muy acomedidos, todas las personas me han preguntado, me cuestionan que necesito, entonces me siento muy cobijado y doy gracias por ellos, porque Iztapalapa no es solo nota roja, sino también hay muchas personas que hacen que Iztapalapa, y no solamente Iztapalapa sino todo México sea mejor", dijo Antonio Reyes en exclusiva para Infobae.
"Es una felicidad inmensa, es un orgullo para mi y mi familia, lo que sí te puedo decir es que lo estoy disfrutando al máximo, cada momento para mí es algo inolvidable", dice con tranquilidad Antonio al preguntarle lo que significa para él interpretar a Jesucristo.
Para lo oriundos de Iztapalapa es un honor y un privilegio participar en la representación del viacrucis, que este año cumple su edición 176.
Para Antonio y su familia es algo muy importante, pues en 1930 el bisabuelo de Toño (como le dicen de cariño), también interpretó el mismo papel para el que se estuvo preparando durante 50 días.
"En estos en estos momentos para mí era como un reto, personalmente me sentía apto y con la fé para representar este papel".
La preparación fue física, mental y espiritual nos cuenta Toño. Todos los días realizaba ejercicio durante 4 horas, caminaba durante horas con un tronco que pesaba 40 kilos o una cruz de 75 kg.
Dejó fiestas, pasatiempos y otras actividades para entrenar y tener la fortaleza física que se necesita para enfrentar, latigazos, una caminata con una cruz de más de 90 kilos con un sol implacable, ya demás, no olvidar los parlamentos.
"Desde mi preparación, gracias a Dios me fue bien, me he preparado físicamente, mental y espiritualmente, entonces que pase lo que tenga que pasar el viernes, para eso estuvimos trabajando 50 días", dijo Antonio Reyes.
"Me siento listo y pues ansioso por que llegue ese día también, porque es uno de los días, como se sabe, más emblemáticos para Iztapalapa".
Para poder ser el Jesucristo de Iztapalapa se necesitan cumplir con varios requisitos además de someterse a votación por parte del comité que organiza la festividad. Antonio cumplió medir más de 1.75 metros de altura, tener buena salud, no tener perforaciones, ser soltero, que estudie, trabaje y contar con buena reputación en el barrio, así como tener solvencia económica para todos los gastos que conlleva el papel.
Antonio cuenta que lo más difícil de su preparación, al principio, fue aprenderse las 50 hojas del libreto, "Me desesperaba porque no se me pegaban los parlamentos los primeros días, no podía por más que los estudiaba".
Recordó cual fue el inicio de la tradición de la representación en Iztapalapa y fue a pedirle al "Señor de la Cuevita" que lo ayudara. Funcionó, luego de ir a rezarle, los textos se le quedaban grabados en la memoria sin mayor esfuerzo.
"El Cristo de la Cuevita"
La representación del viacrucis en Iztapalapa comenzó a raíz del "milagro" que realizó el "Señor de la Cuevita" . Cuenta la leyenda que alrededor de 1720 dos peregrinos provenientes del estado de Oaxaca, que se dirigían hacia la Ciudad de México llevaban consigo una figura de Jesucristo pasaron la noche en el Cerro de la Estrella y dejaron la imagen debajo de un árbol. Al día siguiente cuando despertaron ya no estaba. La buscaron por todos lados pero nunca la encontraron y siguieron su camino.
Meses después pobladores notaron que un sacerdote iba todas las tardes con un ocote a una cueva, así que le preguntaron a qué se debía esto. El padre les confesó que durante una de sus exploraciones por la zona, había encontrado una imagen en una cueva, por lo que había prometido acompañarlo y prenderle un ocote para que no estuviese en oscuridad por las noches.
Al escuchar esto, los hombres decidieron visitar la cueva y al llegar se encontraron con la misma figura que los peregrinos traían. Aliviados, los pobladores avisaron a los dueños, pero cuando ellos regresaron por la imagen y trataron de levantarla esta no se movió ni con el esfuerzo de 20 personas. Tanto los habitantes de la zona, como los visitantes supusieron que era la voluntad de este Cristo quedarse ahí.
El Señor del Santo Sepulcro no se movió de este lugar hasta que se le construyó una ermita al lado de la boca de la gruta. Pero la relación de la leyenda del Cristo de la Cuevita con el Viacrucis de Iztapalapa casi un siglo después volvió a recobrar importancia.
En 1833 la devoción conquistó a todos los pobladores. En este año, una terrible epidemia acabó con la vida de varios iztapalapenses. Se trataba de la cólera morbus.
Ante esto, varios habitantes asistieron a la capilla del Cristo de la Cuevita para pedirle que cesara la epidemia e incluso se realizó una procesión con su imagen y una misa con la promesa de realizar una representación de la Pasión de Cristo cada año en su honor. Después de la misa a la que asistió todo el pueblo se notificó que el número de víctimas había descendido, en ese día murieron sólo cinco personas, al día siguiente tres y al tercer día nadie murió de cólera.
Es por esto que Antonio puso su fé en el Cristo de la Cuevita y acudió a él para pedirle ayuda. Que se aprendiera los parlamentos luego de ir a visitarlo, lo toma como una señal de que él es el indicado para representar a Jesús.
"Estoy viendo cosas inolvidables, cosas como pueblo de Iztapalapa, no solamente es pura nota roja ¿no? No es así, he conocido a personas muy honestas, muy preparadas, muy responsables y entonces me quedo con ello, me quedo con esas con esas experiencias, con esas vivencias".
Me siento tranquilo, me siento feliz y pues yo lo que no quiero es pensar que me pueda pasar mañana, no sé… que me pueda caer el viernes, o sea no pienso eso, sino que lo estoy disfrutando cada momento al máximo, salgo disfruto y lo hago con el mayor amor y con el mayor respeto", concluyó José Antonio Reyes, el Cristo de Iztapalapa de este año.