Ana Elena Saldaña tiene 23 años de edad. El 12 de noviembre de 2018, fue atacada con ácido por un hombre y una mujer que la esperaban fuera de su domicilio. Tuvo quemaduras de tercer grado y su ojo derecho está comprometido.
Carmen Sánchez tiene 35 años de edad; en 2014 fue víctima de un ataque semejante al de Ana, sólo que ella fue agredida por el padre de una de sus hijas. La sosa cáustica que le roció su agresor le deformó el rostro completamente, perdió el parpado, parte de su cuello y su pecho se quemó entero al igual que uno de sus brazos.
Sus historias, al igual que la de Nirvana García, forman parte de una serie que Infobae México presenta para visibilizar a las mujeres que han sufrido violencia de género, casos en los que sus atacantes han elegido substancias corrosivas o cualquier otro utensilio para hacerles daño.
Ana, a quien dos desconocidos la marcaron para siempre
La joven de 23 años recordó en entrevista el día de su agresión, cometida hace cuatro meses afuera de su domicilio. Una mujer y un hombre la estaban esperando. "Yo iba llegando a mi casa cuando me atacaron. Ellos son los autores materiales aunque los intelectuales los desconozco. Y así fue como comenzó todo".
Ana, a diferencia de otras victimas, no tuvo un historial de agresión a manos de su pareja o de ningún otro hombre. No vivió violencia psicológica ni fue golpeada. Simplemente un día, dos desconocidos se pararon frente a ella y la quemaron.
Sus heridas han sido tratadas en un hospital privado, pues el sector público "no cuenta ni con los recursos ni con la atención para darte lo que necesitas de inmediato", explicó.
En estos meses se ha sometido a múltiples cirugías con la esperanza de que en el futuro pueda retomar su vida. Recordó con nostalgia su sueño de terminar la carrera de administración de empresas y retomar su empleo.
Afortunadamente, ella no ha sido víctima de discriminación en el trabajo, en gran medida porque todo este tiempo ha estado bajo permiso de incapacidad. "Todavía no me he tenido que enfrentar a situaciones de discriminación en el sector laboral. Hasta ahora he recibido mucho apoyo de la empresa, mis jefes y compañeros", señaló. Sin embargo, es consciente de que ésto puede ocurrir.
Carmen Sánchez lo ha vivido, pues luego de su agresión la empresa en la que trabajaba la dio de baja y esto propició que perdiera el acceso al seguro social, donde la estaban atendiendo.
La historia de Carmen, quien casi muere por las heridas
Carmen lleva 5 años peleando para ver tras las rejas a su agresor, quien al igual que en millones de casos, fue su pareja.
La mala suerte quiso que a los 18 años Carmen conociera a este hombre, un taxista 17 años mayor que ella. Desde ese entonces, ella vivió 10 años de agresiones físicas y psicológicas.
Carmen lo describe como un hombre celoso y manipulador. "Siempre me decía que a mi nadie me iba a querer porque yo ya estaba gorda, vieja y con dos hijas. Por eso cada vez que el me abandonaba yo me quedaba en casa esperándolo".
El control que ejercía sobre ella y sus hijas le hizo perder los estribos el día que Carmen decidió separarse por primera vez de él en 2013. "Empezó a decir que seguro ya tenía otra persona, que ya me estaba acostando con alguien más, que seguro quería andar de loca."
En aquella ocasión, Carmen recibió 4 heridas con un picahielos y la angustia de verse arrebatada de su hija, a quien su ex pareja había tomado como garantía para asegurar que no se separaran.
A partir de entonces los ataques fueron constantes. "En una ocasión quiso arrojarme de un barranco que está a la salida de Indios Verdes. Me subió al taxi a la fuerza y condujo hasta allí. Se puso frente al barranco y me dijo 'si tú me dices que te quedas conmigo nos regresamos a la casa, pero si me dices que no, nos aventamos'", recordó la víctima de 35 años.
Su testimonio da cuenta de los días de "gran angustia" que vivió, acechada afuera del trabajo, teniendo prohibido convivir con sus hermanas. De enero de 2013 a febrero de 2014 fue el peor año para ella, pues según contó, si "anteriormente ya la manipulaba, en ese año logró hacer todo lo que quiso".
El ataque final estaba por venir. Semanas antes él había dado por finalizada la relación argumentando que "se había dado cuenta que no iba a funcionar la relación".
Pero se arrepintió; contactó a Carmen y de la suplica pasó a la amenaza.Ella jamás se imaginó que un mes después de su ruptura, reaparecería en el domicilio de su madre, donde habían estado viviendo.
"Entró a la casa porque la entrada se puede abrir fácilmente; se dirigió hacia la habitación en la que antiguamente estábamos y empezamos a discutir. Me pide que le dé otra oportunidad, a lo que yo le digo que no, que ya no quería regresar con él".
Lo siguiente que Carmen recuerda es escuchar a su agresor decir "si ya no vas a estar conmigo ya nunca vas a volver a estar con alguien", mientras le vaciaba una botella con ácido por la cara y el cuerpo.
Un servicio médico que la discrimina y autoridades que la ignoran
La experiencia que Carmen ha tenido con el servicio médico en las instituciones públicas ha sido desgastante y negativo. En el ISSSTE (Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado) le han dicho que sus cirugías son consideradas como estéticas y no las pueden cubrir. "Puedes vivir con cicatrices", le dijo uno de los médicos.
Según contó, el sector salud no considera prioritario la atención de las víctimas que han padecido deformaciones corporales a causa de algún ataque.
A ello se suma la inacción de las autoridades, pues aunque de 2013 a 2014 levantó tres denuncias (por delitos sexuales, agresiones físicas y sustracción de menores) los agentes hicieron omisos sus casos al considerarlos denuncias de hechos.
La gente no denuncia porque es una perdida de dinero, tiempo y es un proceso desgastante que te pone en evidencia con tu agresor. Las instituciones que dicen apoyar a la mujer no las apoyan de verdad, no tenemos acceso a la información. No hay quien asesore como debe de ser a una persona que vive violencia
La lucha de Carmen y Ana por que se haga justicia
Desde hace dos meses Carmen vive en una casa de resguardo. Se la proporcionaron luego de cinco años de lucha imparable. Vivirá ahí hasta que su ex pareja deje de estar libre.
Pese a que vive con miedo ante otro posible ataque hacia ella, sus hijas, u otro miembro de su familia, ella no se detendrá hasta ver que se hizo justicia.
Siempre les digo a mis hijas que les voy a regresar esa libertad que nos quitaron. No voy a parar
Al igual que ella, Ana esta convencida de que no está sola en su lucha.
"A las mujeres les digo que no deben caer en el no denunciar por el hecho de que 'no pasa nada'. Sabemos que es difícil que las autoridades miren y que hagan algo, pero creo que entre más seamos, más vamos a poder lograr".
Estas mujeres han decidido alzar la voz para que las autoridades y la sociedad se unan a su causa. "Callando no vamos a llegar a nada, nos volvemos cómplices de los agresores", dijo la joven de 23 años, quien recordó que aunque el miedo es algo inherente a la violencia de género, el resultado final puede valer la pena y es por eso que hay que luchar.