Las civilizaciones mesoamericanas siempre han sorprendido al mundo por su orden y forma de organización. Pese a haber desaparecido hace miles de años, no deja de maravillarnos la forma en que situaron sus ciudades y acomodaron el tiempo para tener una vida más productiva.
De acuerdo con el profesor Jesús Galindo Trejo, del Instituto de Investigaciones Estéticas (IIE) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), todos los grandes templos de esta región de América fueron construidos gracias a las estructuras de los calendarios, lo que no se ve en otras zonas del mundo.
Explicó que estas construcciones están hechas a partir del sistema calendárico que constaba de dos cuentas: una solar de 365 días, agrupados en 18 "meses" de 20 jornadas (más cinco adicionales) y otra religiosa de 260, organizados en 20 periodos de 13 días.
"Ambas empezaban al unísono y poco a poco se desfasaban. Sólo después de 52 años volvían a coincidir y todo empezaba otra vez. Cuando esto pasaba se hacían ceremonias de relevancia, como la del Fuego Nuevo", declaró para la Gaceta UNAM.
Esto explica el por qué de muchas de las disposiciones, como por ejemplo el templo principal de Chichen Itzá, en Yucatán, "el cual es, en todo rigor, un monumento al tiempo".
Mejor conocido como El Castillo, esta construcción permite a sus visitantes
convocados por el Equinoccio, presenciar el fenómeno lumínico que hace que la serpiente Kukulcán descienda por el declive de la pirámide.
"No obstante, hay arqueoastrónomos que desestiman ese juego de luz y sombra y lo han llamado un evento fortuito y no planeado por lo mayas, pese a tratarse de algo que existe y se puede ver", agregó.
Galindo Trejo desestimó está teoría y argumentó que Chichen Itzá está basado en el calendario mesoamericano: "el edificio posee cuatro escalinatas, cada una con 91 escalones. Si multiplicamos ambas cifras obtenemos el número 364, y si al resultado le sumamos la plataforma común de arriba llegamos a los 365 días del año".
Entre otras características de este templo están: los nueve cuerpos en talud, los cuales coinciden con el número de estratos que conforman al inframundo; así como que su ubicación permite no proyectar sombras laterales al mediodía, a pesar de que el sol se encuentre en la parte más alta del cielo, este fenómeno sólo se presencia dos veces al año y en la región comprendida entre los trópicos de Cáncer y Capricornio.
"Para cada lugar es diferente el momento en que el Sol no hace sombra y esto depende de su latitud dentro de esa gran franja tropical. Si la Pirámide del Castillo estuviera 50 kilómetros al norte o al sur, su orientación no permitiría el juego de luces y sombras observadas. Algunos especialistas lo niegan, pero los mayas hicieron una serie de observaciones muy finas antes de poner ahí la pirámide en esa posición en particular. Esto no es obra del azar", reiteró.
El astrofísico precisó que las grandes pirámides de México no están orientadas a partir del solsticio, del equinoccio ni del paso por el cenit, sino por fechas y sin coincidencia con fenómenos astronómicos específicos, por lo que su orientación fue elegida con base en cronologías que señalan la división del año solar.
"Si observamos la Pirámide del Sol, en Teotihuacán, veremos que su alineación responde a los ocasos del 29 de abril y del 13 de agosto, mientras que la del templo Mayor de Tenochtitlán a las puestas solares del 9 de abril y el 2 de septiembre, es decir, a momentos en que no le pasa nada extraordinario al astro, lo cual nos lleva a preguntarnos ¿por qué elegir esas fechas y qué hay detrás de esto?", mencionó.
"Si subimos a la parte más elevada del monumento en la primera fecha y dejamos correr 52 jornadas, veremos que el astro llega al solsticio de verano (el 21 de junio), y si transcurren otros 52 constataremos que arribará a su segunda alineación (la del 13 de agosto). Si en este punto calculamos el tiempo restante para que el Sol retorne a la alineación inicial del 29 de abril, contaremos 260 días. Así vemos un patrón temporal que nos arroja los números: 52, 52 y 260, tan característicos del calendario solar mesoamericano", ejemplificó.
Jesús Galindo Trejo sí aclaró que según las leyendas, el calendario no lo inventó ningún sabio olmeca o maya, sino los dioses, quienes organizaron el tiempo, por lo que los templos replican dichos principios sagrados.