Todo sucedió en el México de mediados del siglo XIX. Cuenta la historia de una joven llamada Beatriz, hija de una familia acomodada a la que se recuerda por su belleza.
La joven y su familia se habrían mudado a la ciudad de Durango, donde sus padres habían comprado una lujosa casa con la esperanza de que su única hija, ya en edad para casarse, pudiera conseguir un marido a su altura.
Sin embargo, ella optó por dedicar su vida a la iglesia. Con la aprobación de sus padres ingresó a un convento local, para ellos era mejor verla casada con Dios que con un hombre que no estuviera a su altura.
Con la expropiación de conventos, seminarios y recintos religiosos emprendida por el ex presidente Benito Juárez, el convento en el que se encontraba Beatriz cerró sus puertas y tuvo que regresar a su casa.
El sitio oficial de Durango relata que cuando la joven regresó a su hogar se encontró con que su madre había muerto y su padre estaba gravemente enfermo. No pasó mucho tiempo antes de que también falleciera, dejando a su hija con la casa hipotecada y sin dinero para pagar el préstamo.
Corría el año 1866 y aunque la invasión francesa a México estaba por fracasar, un regimiento del Ejército galo llegó a Durango, donde fueron bien recibidos por el clero y la clase pudiente de la época, quienes les dieron hospedaje y les organizaron una serie de fiestas para presentarles a sus hijas con la esperanza de que se casaran con un militar extranjero.
Uno de esos militares era Fernando, quien una noche se encontró afuera de una casa con un joven mexicano que iba a visitar a su novia, pero el francés también pretendía a la misma joven.
Después de discutir, Fernando recibió una herida con una navaja, el joven lo empezó a perseguir y cuando intentó huir, para resguardarse, tocó la puerta de la primera casa que encontró.
Era la de Beatriz, quien para entonces vivía sola, con la hipoteca a punto de vencer y a la espera de que el convento reabriera para poder regresar.
Cuando el soldado le pidió quedarse mientras se curaba, la joven se negó, a pesar de que le había ofrecido algunas monedas de oro que traía con él. Ante la negativa, Fernando desenfundó su espada y la amenazó, por lo que tuvo que ceder.
Beatriz no sólo le curó la herida durante semanas y lo escondió sino que también se enamoraron.
A principios de 1862, mientras Estados Unidos se hallaban paralizado por la Guerra Civil, los franceses, bajo el mando de Napoleón III, intentaron crear un imperio en México con el gobierno del Archiduque Maximiliano de Austria, sin embargo, para noviembre de 1866, muchos militares galos ya habían desertado y otros tantos habían recibido la orden de regresar su país.
Una vez curado y tras enterarse de la situación de su Ejército, Fernando decidió partir al puerto de Mazatlán, en Sinaloa, para de ahí embarcar a su país natal, arreglar situaciones pendientes y regresar por Beatriz.
El militar decidió emprender el viaje a caballo. En el camino fue interceptado por un grupo de hombres armados que había combatido a los invasores franceses. Como usaba el uniforme galo, inmediatamente lo identificaron y lo fusilaron.
Sin saber que Fernando había muerto, Beatriz acudía todos los días a rezar a la catedral para pedir el milagro de su regreso, siempre se escondía antes de que el recinto cerrara para, cuando se quedaba sola, poder subir hasta la torre izquierda del campanario y desde ahí poder ver si el militar se acercaba a la ciudad.
Pero los meses pasaron y a pesar de que él no regresaba y ella quedó embarazada y sola, estaba convencida de que sucedería un milagro. Un día, cuando el encargado de la catedral llegó al templo, se dio cuenta que en la explanada yacía el cadáver de una mujer embarazada. Era Beatriz.
Se desconoce si fue accidente o suicidio, pero cuenta la leyenda que una de las noches en las que subió a ver si Fernando regresaba, ella creyó verlo, y de la emoción, se tropezó y cayó y desde entonces aparece por las noches en la torre izquierda de catedral.
"Es una moja que se aparece en la torre cada que hay Luna llena, de repente la han visto en los techos y se oye cuando se cae", según un testimonio publicada por la cadena mexicana TV Azteca.
La "Monja de la Catedral" se convirtió en una de las leyendas más tradicionales del norte de México. En 2018 se estrenó una obra de teatro en la que se recrea la historia.