Luego de ser presuntamente secuestrado en México el fotógrafo estadounidense John Sevigny se enfrentó este jueves en redes sociales con el fiscal general del estado de Veracruz, Jorge Winckler, a quien acusa de estar aliado con el crimen organizado.
A principios de enero de este año, Sevigny tenía pocos días de haber llegado al sur de Veracruz, había estado viviendo en un hotel de la Ciudad de México cuando una amiga le dijo que le daría hospedaje en ese estado. La noche del 8 de enero cuando fue secuestrado por un comando armado junto a su amiga y llevado a una casa de seguridad de un grupo criminal pero liberado dos días después.
Después de su secuestro fue ayudado por la Embajada Estadounidense a regresar a su ciudad natal y comenzó a denunciar en sus redes sociales que "las autoridades policíacas de Veracruz están coludidas con el crimen organizado" y dijo que no estaban realmente investigando su secuestro.
Sin embargo la Fiscalía General del estado de Veracruz emitió un boletín asegurando que sí se abrió un proceso de investigación sobre el hecho, incluso en conjunto con el FBI de Estados Unidos:
"El día 28 de enero de 2019, la Embajada de los Estados Unidos, remitió una comunicación oficial a la Fiscalía General del Estado con relación a los hechos, en donde se aprecia el rubro 'Investigación: Secuestro de John Matthew Sevigny', así como un número de expediente", indicó la Fiscalía.
"La Fiscalía de Veracruz mantiene comunicación y coordinación sobre el caso con las autoridades norteamericanas, incluidas el FBI en la carpeta de Investigación", agregó.
Asimismo, refirió que Sevigny avisó que él y Lupita "V", amiga suya natural de Veracruz, fueron secuestrados en la ciudad de Córdoba el 8 de enero de 2019 y liberados unos días después, adjuntando el informe oficial sobre el caso.
La postura del fotógrafo consiste en demostrar que el titular de la Fiscalía está haciendo ver que se está llevando a cabo una investigación para lavarse las manos de cara a la opinión pública.
Sevigny pidió este jueves a Winckler, a quien calificó de "narcofiscal", que volviera a leer la Ley General de Víctimas de México, la cual considera que ha sido "violada 100 veces" por el funcionario.
También recordó que hay 20.000 casos de personas desaparecidas en el estado, cifra que surge a raíz de las estimaciones de organizaciones de búsqueda de personas.
No obstante, el registro oficial del estado reporta 5.000 personas desaparecidas en la última década.
En los últimos ocho años suman de manera oficial al menos 601 fosas clandestinas en territorio veracruzano, donde han sido hallados 518 cuerpos, 560 cráneos y 53.606 fragmentos de personas, tanto hombres como mujeres y niños.
La noche más horrible de su vida
El trabajo de fotógrafo ha llevado a Sevigny, además de a México, a algunos lugares peligrosos de Guatemala y El Salvador, ha estado cerca de varias pandillas explicándoles que no era informante o policía, él asegura que nunca testificaría en contra de alguien, se mantiene neutro como un espectador con su lente, mostrando en sus imágenes parte de la realidad que observa, pero que no interpreta.
El fotógrafo asegura que no es fotoperiodista más bien fotógrafo de arte, pero ese día los criminales creyeron que era alguien más. Cuando fue secuestrado lo golpearon para obligarlo a confesar el asesinato de un hombre llamado Carlos y a su amiga de matar a una mujer proveniente de Baja California, sin embargo él aseguró que nunca tuvo relación ni sabía quién era Carlos, pero fue torturado para ver asegurarse que no mentía.
"Un hombre metió el cañón de una pistola de 9 mm en mi cuero cabelludo, diciendo que me iba a sodomizar, a matarme, a cortarme los labios, los dedos y el pene", asimismo aseguró que fue golpeado por decenas de hombres y su amiga había sido violada en múltiples ocasiones.
Ha escrito que él creció en barrios populares y que los conocía, ya sea en Estados Unidos o México la pobreza, la ambición y la esperanza se compartían:
"Crecí con pistolas, pero nunca antes me habían golpeado con armas. Docenas de palizas con docenas de armas. Y los puños. Y pies. Y las palabras. Armas en mi cabeza. Armas en mis costillas. Armas en mi boca. Pistolas para juegos interminables de la ruleta rusa. Pistolas tan pesadas como los martillos", detalló en una carta sobre su secuestro.
En el documento dijo que después de su secuestro un oficial de alto rango le confirmó que "oficiales de policía de la ciudad y del estado trabajaban fuera de horario para un cartel de la droga. 'No puedo controlar lo que hacen mis hombres cuando no están en el trabajo', dijo".
"Él tampoco puede detener la prostitución forzada de niños, supongo. O los asesinatos diarios en el mercado del centro, lleno de mujeres y niños. La impunidad y la corrupción que hacen posible estos delitos solo pueden existir con el apoyo de los políticos y las autoridades locales", alertó.
En esta carta autobiográfica señaló que aunque no conocía a esos hombres. Pero sabía de dónde venían y cómo se convirtieron en monstruos y víctimas, "deformados por la maldad del mundo. Cada uno había sido un anónimo, un Don nadie. Cada uno había desechado la invisibilidad a cambio de cien dólares a la semana, un arma y un suministro constante de drogas. Esas cosas les trajeron novias, elogios del envejecimiento, padres o hijos sin hambre y, sobre todo, esperanza".